MONICIONES (Jueves Santo)
Inicial.
La víspera de su muerte, el jueves al atardecer, Jesús tomó su última cena con los apóstoles, instituyó la Eucaristía y el sacerdocio y les dio el mandamiento del amor. Acabada la cena les dijo: “Haced esto en conmemoración mía”.
Como hicieron entonces los apóstoles, también nosotros vamos a escuchar hoy su palabra, su mandamiento de amarnos y comulgaremos con su cuerpo y con su sangre. Participemos de esta Eucaristía, con la misma intensidad que los apóstoles vivieron la Cena del primer Jueves Santo.
Primera Lectura.
El pueblo judío celebra la Pascua, recordando el paso del Señor que los libera de la esclavitud de Egipto. Esta experiencia memorable, deben no sólo recordarla, sino actualizarla cada año.
Segunda Lectura.
La tradición que recibió Pablo, ha llegado hasta nosotros. En cada Eucaristía recogemos y renovamos cada palabra y cada gesto de Jesús, por eso es memorial de la muerte y resurrección del Señor.
Evangelio.
Jesús, el Maestro y el Señor, adopta en el seno de la comunidad una actitud de servicio y nos da ejemplo de cual ha de ser nuestra actitud. No puede haber comunión sin servicio.
Nos ponemos de pie.
Antes del lavatorio de los pies.
Hemos escuchado en el Evangelio, cómo Jesús lavó los pies a sus discípulos, haciendo el trabajo de menor categoría, con amor; como servidor. Este era un signo de los que su vida había significado: haber amado y servido a todos, hasta dar su vida por nosotros.
Ahora, el sacerdote que preside nuestra celebración repetirá el gesto de Jesús. También nosotros estamos llamados a ser servidores de nuestros hermanos, servidores de nuestra comunidad.
Después de la comunión, antes del traslado al Monumento.
Después de la Cena, Jesús fue al huerto de los Olivos, para que Judas lo entregase y comenzar así su sacrificio. Antes de morir, reza y somete su voluntad a la del Padre, mientras los discípulos duermen.
Nosotros, después de esta Cena, vamos a llevar hasta el Monumento la Eucaristía que comulgaremos mañana al celebrar la muerte del Señor.
Este Cuerpo de Cristo que ahora reservamos, nos manifiesta su amor y su voluntad de permanecer siempre con nosotros, por eso lo llevamos ahora en procesión, con cánticos de alabanza y de profunda adoración.
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