IV Domingo Adviento (ciclo C)
1L.-La humilde comunidad, recuerda con el profeta la pequeña Belén en donde nació David y con él la expectación del Mesías salvador. Los descendientes de David no adecuaron la esperanza. Pero, la fe no se apagó ni la pequeña Belén desveló aún su grandeza.
2L.-Jesús entra en el mundo bajo el signo de la obediencia al Padre y permanece bajo este signo hasta que todo haya sido cumplido según la voluntad del Padre.
Ev.-María es un testimonio vivo de quién sabe esperar y sabe acoger las promesas divinas de manera activa. Por eso su vientre gesta el fruto precioso que trae la salvación.
PARA LLEVAR A LA VIDA
Viernes, 10. Diciembre 2021 - 05:33 Hora
III Domingo de Adviento
1L.- Al pueblo que ha vivido su hundimiento, el mensajero de Dios le dice en su nombre: Regocíjate, no temas; Dios te ama, está contigo. El portador de la palabra pone vida renaciente y júbilo creativo en el pueblo que espera. A la vista de «aquel día» de la plena realización, el presente cobra dirección, sentido y fuerza.
2L.- La esperanza en la venida del Señor ha de levantar el animo de los cristianos y mantener siempre su serenidad y su buen talante. Conscientes de que nada puede detener la venida del Señor, nada debe quitarnos la alegría de vivir y preocuparnos demasiado.
Ev.- El bautista no pide una conversión de lamentos y lágrimas sobre el pasado, sino que reclama un cambio hacia el futuro. La penitencia que predica ha de acreditarse por sus frutos y no por estériles llantos.
PARA LLEVAR A LA VIDA
El Señor está cerca. El anuncio de la venida del Señor es para los creyentes motivo de inmensa alegría: "Estad siempre alegres en el Señor". Y la misma que el apóstol hace, el profeta Sofonías: "Regocíjate, hija de Sión..." La promesa y el anuncio de la venida del Señor, estimula la esperanza en el corazón de los creyentes. La esperanza es fuerza de conversión, que ayuda a mirar hacia adelante, hacia el Señor que se acerca. Quien espera de verdad no se pregunta qué es lo que ha hecho, sino que qué debe hacer: "¿Entonces, qué hacemos?" Penitencia, que es ante todo renovación de la mente y del corazón, es decir, conversión, y esto es salir al encuentro del hermano y realizar un futuro mejor
San Juan, al predicar la penitencia, no pide a nadie que se retire con El al desierto, sino que cada uno cumpla con sus deberes en medio del mundo. La conversión es muy personal, pero no se queda en el corazón y se expresa y se realiza como
No se trata sólo de pensar, sino de lograr una conversión a la caridad. Porque el Señor viene cuando los hombres convierten sus vidas hacia sus hermanos con actitudes concretas de entrega y servicio.
La esperanza nacida de la fe en Jesús no es una cuestión de mirada, de ojos nuevos, sino sobretodo de manos nuevas y de trabajo eficaz en la transformación del mundo.
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