Acercarse a celebrar el nacimiento de Jesús es recordar la condición de mujer, y la fe, de María.
Dos embarazos
El episodio llamado la Visitación nos relata el encuentro de dos mujeres embarazadas. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (cf. Lc 1, 39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz, «saltó de gozo» (v. 41.44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí, se trata de la alegría del niño —el futuro Juan Bautista— alrededor de quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús. El gozo es la primera respuesta a la venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es prepararnos para la navidad.
Isabel pronuncia entonces una doble bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya que lo hace llena «del Espíritu santo» (v. 41). María es declarada «bendita entre las mujeres» (v. 42), su condición de mujer es destacada, en tanto que tal es considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del elogio: «Bendito el fruto de tu vientre» (v. 42).
Fe y maternidad
Ese fruto es Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer, en sus entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María deviene así el arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la «madre del Señor» (v. 43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta Miqueas (cf. 5, 2-5).
Lucas pone, sin duda, en labios de Isabel la percepción que la comunidad cristiana alcanzó sólo después de la resurrección; pero lo importante es que esta confesión de fe (eso es, en verdad) subraya la maternidad de María. Su visita resulta por eso un don inesperado para Isabel.
La insistencia de Lucas en la condición femenina de María revela que, según él, la cuestión es importante para percibir lo que el Señor quiere comunicarnos. El nacimiento de Juan Bautista es anunciado al padre, el de Jesús a la madre. Además, el reconocimiento de María como mujer y madre es hecho por otra mujer, Isabel. Al final del texto, Isabel declara a María bienaventurada por su fe (cf. v. 45), por su aceptación de la voluntad de Dios (cf. Heb 10, 5-10). Fe que se encarna en el cuerpo de María. Así como nuestra fe debe hacerse presente en la vida de todos los días como mensaje de esperanza en medio del desánimo, y de vida en medio de tanta muerte violenta e injusta. Eso es creer en el niño que nace de María.
Gustavo Gutiérrez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario