Reflexiones sobre el Evangelio de Lucas 1, 26-38 (4º Domingo de Adviento del Ciclo B – 20 de diciembre de 2020)
En los domingos anteriores la persona y el mensaje de Juan el Bautista acapararon nuestras miradas y nuestra atención. Su invitación a allanar los senderos y preparar el camino para la venida del Señor removió nuestro interior y reavivó nuestros deseos de hacer de nuestra vida y de este mundo el mejor lugar para celebrar que Dios está presente entre nosotros. En este último domingo de Adviento aparece un nuevo personaje que, con su sí generoso al plan de Dios, animará y alentará aún más nuestra espera: María.
Contemplando la escena de la Anunciación de Lucas tuve la tentación de dejar el texto de lado pues, como muchos de vosotros, lo sé de memoria por las tantas veces que lo he escuchado, sin embargo, resistiendo la tentación lo dejé pasar por el corazón y sentí la invitación a mirar nuestra vida mirando su vida, mirando y disfrutando con su sí incondicional.
Alégrate, el Señor está contigo… Los evangelistas no dudan en llamar a María “predilecta”, por ser la elegida para llevar a cabo el don más maravilloso del amor de Dios por la humanidad: la encarnación. El sí de esta mujer sencilla no fue motivado por el fervor del momento, su sí fue motivado por la certeza de que Dios estaba presente en ella. Dios le da una misión, la asocia a su plan de salvación y para ello le garantiza su presencia.
Alegrémonos, el Señor está con nosotros… Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos pasado momentos difíciles. Este año, con la aparición de la Covid 19, lo ha sido para casi todos. No obstante, los discípulos de Jesús no nos podemos resignar ante las dificultades y, mucho menos, quedarnos quietos cantando lamentos. Como María, estamos llamados a decir nuevamente sí al proyecto de Dios, a estar alegres y llenos de esperanza porque Dios está con nosotros. ¡No dejemos que nos roben la alegría ni secuestren nuestra esperanza! Dios sigue presente en la historia y nosotros, su pueblo, con nuestros aciertos y errores somos sus testigos. Tenemos un gran potencial para ayudar a hacer de este mundo un lugar de vida, verdad y paz. Estoy seguro de que la presencia de Dios entre nosotros se traducirá en solidaridad y cuidado para, todos juntos, superar esta hora difícil.
Concebirás y darás a luz un hijo… María, hace 2000 años, con su sí, abrió los espacios de la humanidad para la presencia de Dios en la historia. Hoy, 2020 años después, el Señor nos invita a nosotros a crear las condiciones de posibilidad para que la humanidad abra de nuevo un lugar al Dios que se hace hombre en Jesús. Nuestra forma particular de “concebir y dar a luz” se concreta en nuestros esfuerzos por hacer presente a Jesús y el Evangelio en todas las realidades humanas. Los discípulos de Jesús creemos que los valores del Evangelio son una buena noticia y una palabra pertinente que puede ayudar a dar a luz una nueva humanidad. En esta tarea cómo nos gustaría contar con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sin distingo de razas, lenguas o religiones, tendiendo puentes de reconciliación por donde pueda transitar la vida.
Soy virgen… para Dios no hay nada imposible... María, ante el encargo de Dios, expresó su limitación: no conozco varón. La respuesta no se hizo esperar: para Dios no hay nada imposible, fíate. La misión que tenemos por delante en esta hora de la humanidad, aunque es maravillosa e ilusionante, no es fácil… hay muchas heridas por curar, muchos abrazos que dar, muchas relaciones rotas por restaurar, muchas vidas “descartadas” por acoger, mucha paz por construir, etc. Como María, le decimos a Dios que somos limitados y que la misión nos supera. Sin embargo, ante el grito de nuestra limitación, aparece la confianza de Dios en el hombre pues Él, como fino artesano, puede sacar lo mejor de cada uno de nosotros y ponerlo al servicio del Reino. Nada es imposible para Dios. Nuestra fragilidad se vuelve fortaleza cuando abrimos espacios y dejamos que sea Él nuestra fuerza.
¡Hágase! El sí de María es un acto total de confianza, entrega y abandono en las manos del Padre. Hoy nosotros podemos… Hoy nosotros queremos decir sí a Dios. Le pedimos que irrumpa en nuestras vidas para que, con ilusión, esperanza activa, creatividad, valor y entusiasmo podamos hacer presente una vez más a Aquél que desde el portal de Belén nos enriqueció con su pobreza y es la luz que ilumina el nuevo amanecer de la humanidad.
A unos escasos días para la celebración del nacimiento del Niño Dios en Belén pidamos a Dios que inunde de sí nuestras mentes y nuestros corazones para que, hoy como ayer, podamos decir ¡Feliz Navidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario