DIOS CUIDA… A LOS DISCÍPULOS
Ningún discípulo de Jesús lo es del todo. Todo discípulo es caminante y nunca es más que su maestro (Jn 13,16). Todo discípulo debe caminar y hacer un recorrido de proceso y madurez, como el mismo Pedro, a quien Jesús recrimina duramente por no estar a la altura (bajura) de las circunstancias. Por eso Dios es pedagogo (Heb 12,5) y cuida de los discípulos para que vayan madurando y aprendan el camino del Hijo.
ECHAR RAÍCES EN… EL SEGUIMIENTO
¿Cuál es el camino? Son muchas las ofertas de sentido que se nos brindan en la sociedad, todo un “mercado” de espiritualidades y caminos que nos invitan a la felicidad, la integración personal, la atención plena y la paz. Podemos llegar a marearnos buscando los caminos. Pero, para un cristiano, hay un solo camino, el de Jesús. Por eso hay que echar raíces en el seguimiento de Jesús y dejarse educar por Él. Cualquier camino que sigamos es seguro si, sea cual sea su itinerario, nos mantiene en el segui- miento de Jesús: el Reino, el amor y el compromiso con los últimos, el amor y la misericordia, la cruz y la entrega de la vida.
LAUDATO SI
No hay compromiso sin mística
«La gran riqueza de la espiritualidad cristiana, generada por veinte siglos de experiencias personales y comunitarias, ofrece un bello aporte al intento de renovar la humanidad. Quiero proponer a los cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica que nacen de las convicciones de nuestra fe, porque lo que el Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir. No se trata de hablar tanto de ideas, sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo. Porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin “unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria”. Tenemos que reconocer que no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea» (216).
Una “conversión ecológica”
«Si los desiertos exteriores se multiplican en el mundo porque se han extendido los desiertos interiores, la crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior. Pero también tenemos que reconocer que algunos cristianos comprometidos y orantes, bajo una excusa de realismo y pragmatismo, suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos, no se deciden a cambiar sus hábitos y se vuelven incoherentes. Les hace falta entonces una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana» (217).
“INSTRUMENTO DE TU PAZ”
Donde haya odio, que yo ponga el amor.
Donde haya ofensa, que yo ponga el perdón.
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