Domingo 2º de Pascua
No podemos celebrar la Pascua de año en año. Jesús resucitado quiere hacerse presente en nuestra vida cotidiana. Por esto, una semana después de la resurrección, los discípulos estaban reunidos y el Señor se hizo de nuevo presente entre ellos. Así comenzó la Pascua semanal, la celebración del domingo como día del Señor.
Tomás estaba ausente el primer día, y su fe flaqueó. Lejos de los hermanos, no recibió el saludo de paz ni el aliento del Espíritu. No podemos ser cristianos individualistas: el Señor se manifiesta en la comunidad.
Juan vive deportado en la isla de Patmos. Ha sido alejado físicamente de los hermanos por haber dado testimonio de Jesús. Esto lo ha unido espiritualmente a ellos con una fuerza inaudita, y por eso el Señor se muestra a él con un resplandor deslumbrante. ¿No se parece su situación a la de tantos cristianos de Oriente, perseguidos y deportados a causa de su fe?
Como los apóstoles, que vivían en medio del pueblo y lo favorecían con milagros y prodigios, también nuestro testimonio cristiano tiene que ser una inyección de salud, de paz y de alegría en una sociedad triste y enferma.
Según el evangelio de Juan, Jesús entregó el “Espíritu” al morir(Jn 19, 30) y en cuanto resucitó (Jn 20, 22). Jesús da “su espíritu” al fracasar en el sufrimiento y al triunfar del sufrimiento. Comunicamos el “espíritu de Jesús” cuando sabemos sufrir y fracasar, lo mismo que cuando sabemos salir con dignidad y humanidad de cualquier sufrimiento o fracaso. Esto es lo que hizo Jesús. Y lo que haremos nosotros, si es que seguimos fielmente a Jesús.
El episodio de Tomás es central en lo que este evangelio nos quiere enseñar. Se trata de una realidad muy profunda, que consiste en que “Dios entra en nosotros por los sentidos”. Sobre todo por la vista y el tacto. De ahí, la relación entre “ver” y “creer”.Tomás exige “ver” y “tocar” (Jn 20, 25). Cuando Jesús se aparece por segunda vez, significativamente, el evangelio no presenta a Tomás metiendo el dedo en las heridas de Jesús, ni siquiera tocándolas. La vista le bastó para hacer el acto de fe (Jn 20, 28). El IV evangelio establece una relación básica entre “ver” y “creer” (Jn 4, 48; 6, 30. 36; 9, 37-38; 11, 40; 20, 8. 27. 29).
¿Qué ve y qué toca la gente cuando ve y palpa lo que se ve y se palpa en la Iglesia? Tomás vio y palpó llagas de dolor y muerte. Y creyó en Jesús. ¿Cómo se puede predicar y explicar el Evangelio desde las catedrales y las cátedras, desde los palacios, los monumentales monasterios, los tronos…? S. Kierkegaard escribió: “En la famosa catedral comparece el ilustrísimo Predicador general superior de la corte, el joven elegido por el mundo ilustre; comparece ante el círculo elegido entre elegidos, y predica conmovido sobre el texto que él ha elegido: “Dios ha elegido a lo vil y lo menospreciado del mundo” (1 Cor 1, 28) —y nadie se echó a reír”.
Orar con el Evangelio
Oigo las campanas de la iglesia,
o quizás es la alarma del móvil,
¡da lo mismo!
Oigo las campanas de la iglesia,
o quizás es la alarma del móvil,
¡da lo mismo!
Soy convocado a la asamblea de los hermanos.
Vamos cada uno con nuestras lacras.
Hacemos memoria de las palabras del Señor
y de sus gestos, tan significativos.
Vamos cada uno con nuestras lacras.
Hacemos memoria de las palabras del Señor
y de sus gestos, tan significativos.
Somos conscientes de no estar a la altura,
de que decimos palabras anodinas
y desafinamos al cantar.
de que decimos palabras anodinas
y desafinamos al cantar.
Pero el Señor se pone en medio,
pese a nuestros miedos y cerrazones,
y todo empieza a cambiar:
paz, alegría, espíritu, perdón… ¡Id!
pese a nuestros miedos y cerrazones,
y todo empieza a cambiar:
paz, alegría, espíritu, perdón… ¡Id!
Acabamos de convencernos de que es verdad,
que el Señor vive entre nosotros,
cuando salimos a la calle y pasan cosas:
él nos transforma en artífices de paz,
sembradores de salud y alegría,
apóstoles de perdón y reconciliación.
que el Señor vive entre nosotros,
cuando salimos a la calle y pasan cosas:
él nos transforma en artífices de paz,
sembradores de salud y alegría,
apóstoles de perdón y reconciliación.
Nosotros somos quienes
tenemos que decir «hemos visto al Señor»
para que los Tomases de hoy puedan creer.
tenemos que decir «hemos visto al Señor»
para que los Tomases de hoy puedan creer.
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