Desde el Domingo de Ramos, y a lo largo de la Semana Santa, hemos estado diciendo que la perspectiva es el arte de reproducir en una superficie plana la profundidad del espacio y la imagen tridimensional con que aparecen las formas a la vista, tal como se hace por ejemplo en un cuadro. Pero la perspectiva también es el panorama que desde un punto determinado se presenta a la vista del espectador y por eso a veces, para contemplar algo, debemos situarnos en un punto concreto para poder apreciar detalles y matices que, de otro modo, no captaríamos. Y la perspectiva es también la visión, considerada en principio más ajustada a la realidad, que viene favorecida por la observación distante, espacial o temporalmente de cualquier hecho o fenómeno; de ahí que en nuestra vida ordinaria también hablamos de “ver las cosas con perspectiva” para poder analizar un problema, una situación, del modo más correcto, sin deformaciones y sin que queden fuera de nuestra visión algunos aspectos importantes.
Por eso hemos querido vivir la Semana Santa con perspectiva: porque no queríamos quedarnos con una visión “plana” de la misma, sino captarla en toda su profundidad; porque hemos querido contemplar su panorámica apreciando todos los detalles y matices que contiene; y porque queremos tener la visión más ajustada posible a la realidad de lo que estamos celebrando.
Y en esta noche/este día, una visión “plana” de la realidad sería quedarnos en lo anecdótico: en la bendición del fuego, en el canto o rezo del Pregón Pascual, en la procesión del Encuentro… mientras que la perspectiva adecuada nos la ha dado el anuncio del ángel en el Evangelio: ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí, ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.
Es un anuncio que sólo puede ser creído si nos situamos desde la perspectiva de la fe. De no ser así, nos quedaremos en el sepulcro vacío, como al principio les ocurrió a Pedro y al otro discípulo en el Evangelio del día: el otro discípulo… asomándose, vio las vendas en el suelo… llegó también Simón Pedro y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Desde la perspectiva de la fe en Cristo Resucitado, hacemos lo que el ángel ha indicado: Mirad el sitio donde lo pusieron. Y teniendo presente todo lo que hemos celebrado estos días, situándonos en la perspectiva adecuada, también hacemos nuestra la experiencia de Pedro y el otro discípulo: vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.
Una fe que no es irracional, pero que sólo podremos “demostrar” haciéndola visible con nuestras obras, como nos indicaba la Epístola de la Vigilia: Así como Cristo fue despertado de entre los muertos… así también nosotros andemos en una vida nueva… consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, y la 2ª lectura del día: buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo…
¿Qué significa para mí el anuncio del Ángel: No está aquí, ha resucitado? ¿Cómo afecta ese anuncio a mi vida? ¿Estoy “andando en una vida nueva”? ¿Busco ante todo “los bienes de allá arriba”?
La perspectiva de la fe en Cristo Resucitado es la que nos permite ahora echar una mirada atrás y contemplar todo el panorama de la Semana Santa que hoy finaliza, para que, como hicieron los primeros discípulos, podamos captar todo su significado y profundidad. Y esa misma perspectiva de la fe en Cristo Resucitado debe ser la que guíe a partir de ahora nuestro caminar cotidiano. Tenemos por delante el tiempo de Pascual, el verdadero “tiempo fuerte” para un cristiano, durante el cual seguiremos profundizando en lo que la fe en la resurrección de Cristo significa para nuestra vida, y que puede resumirse en lo que dice la Epístola de la Vigilia: si nuestra existencia está unida a Él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Hoy nosotros, desde la perspectiva de la fe en Cristo Resucitado, nos debemos sentir como Pedro y los demás Apóstoles, y proclamar de palabra y de obra que Jesús el Nazareno, el crucificado, no está en el sepulcro, sino que verdaderamente HA RESUCITADO.
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