MONICIÓN DE ENTRADA
Os damos, con cariño, con alegría pascual nuestra más cordial y alegre bienvenida. Estamos viviendo la Pascua. Celebramos el II Domingo que es, un poco, reflejo del Primero, de la misa de la Mañana de Pascua. Durante toda semana hemos celebrado la Octava de Pascua: alegre recuerdo litúrgico del día en que el Señor Jesús resucitó. Y hoy es, especialmente, tiempo de alegría, de paz, de renovación. Jesús ha resucitado y nos ha salvado. Y sobre todo emerge el testimonio impresionante del Apóstol Tomás que tras dudar, cae derrumbado sobre la evidencia gloriosa del Resucitado. “¡Señor Mío y Dios Mío!”, la frase de Tomás se ha convertido en la jaculatoria más repetida por los fieles en toda la historia de la Iglesia. Y hoy conmemoramos, asimismo y por disposición del siempre recordado pontífice, San Juan Pablo II, el Domingo de la Misericordia. Iniciemos nuestra Eucaristía con el entusiasmo y la alegría de nuestros cantos…
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
1.- La primera lectura de hoy es un fragmento del capítulo cuarto de los Hechos de los Apóstoles que nos narra una completa vida en común de los fieles de la primitiva Iglesia de Jerusalén. Todos pensaban y sentían lo mismo. Y reunían los bienes y las posesiones de todos como un patrimonio común. La resurrección del Señor les había unido con un vínculo muy fuerte y lleno de esperanza. ¡Qué lastima que nosotros –hoy—no sigamos así!
S.- El Salmo 117 era un himno que los judíos contemporáneos de Jesús utilizaban en la fiesta de las tiendas o tabernáculos, una de las más importantes del calendario litúrgico hebreo. Y se cantaba en la procesión de entrada al Templo en dicha fiesta. Según algunos tratadistas fueron los éxitos militares de Judas Macabeo contra los sirios los que, originariamente, debieron inspirar el Salmo. Para nosotros, hoy, representa un canto de alegría pascual: la victoria de Cristo sobre la muerte.
2.- La segunda lectura es de la Primera Carta del Apóstol San Juan y en ella nos explica que quien ha nacido de Dios vence al mundo. Y creer en Jesús como Mesías, es lo que nos hace Hijos predilectos de Dios. Dice también Juan que el auténtico amor a Dios se demuestra cumpliendo sus mandamientos. Es, en cierto modo, una aplicación teológica del antiguo refrán castellano: “Obras son amores, y no buenas razones”.
3.- El Evangelio de San Juan nos narra la aparición de Jesús a los discípulos en el Cenáculo, el mismo “primer día de la semana”, el Domingo de Resurrección. Pero Tomás no estaba y no cree que el Señor se haya presentado. Ocho días después se aparece otra vez, estando ya allí el apóstol Tomás. Su desconfianza se transformó en fe inquebrantable que se expresa en esa oración de “Señor Mío y Dios Mío” que tanto han repetido desde entonces millones y millones de cristianos.
Lectura de Postcomunión
MONICIÓN
También en este Segundo Domingo de Pascua ofrecemos la habitual oración del padre Leoz para los momentos finales de la Eucaristía. Y hoy es, especialmente, bella…
¡CON MI IGLESIA, CREO EN TI, SEÑOR!
Porque, sé que, los Apóstoles
débiles y santos, con virtudes y defectos,
nos han dejado esta Iglesia que es Madre y sierva
Santa y pecadora, grande y pequeña,
Rica y pobre, pero esplendorosa
por la alegría de tu Pascua Resucitadora
¡ALELUYA, CREO CON TU IGLESIA, EN TI SEÑOR!
Exhortación de despedida
Seguimos celebrando la Resurrección del Señor. Nuestra alegría es enorme, porque sabemos que Él –junto a nosotros—ya vive para siempre.
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