(Tomado de Aleteia)
La familia cristiana, el matrimonio, nunca fue tan atacado como ahora, directamente o de hecho. Puede ser que me equivoca, pero que la familia está golpeada, que se la golpea y se la bastardea, se puede llamar familia a todo. ¡Cuánta familia herida! ¡Cuánto matrimonio deshecho! ¡Cuánto relativismo en la concepción del sacramento del matrimonio!
(Ante la situación de crisis de la familia hoy), ¿qué podemos hacer? Podemos hacer discursos, grandes declaraciones de principios, hay que hacerlos, ¿cierto? Tener las ideas claras: “esto que ustedes están proponiendo no es matrimonio, es una asociación”. A veces hay que decir las cosas muy claras. Pero la pastoral de ayuda, en este caso, debe ser cuerpo a cuerpo: acompañar. Y esto significa perder el tiempo. El gran Maestro de acompañamiento es Jesús.
Se ha devaluado el sacramento del matrimonio, inconscientemente se ha ido pasando a rito. El sacramento se queda en hecho social, sí, con lo religioso, bautizados, pero lo fuerte es lo social.
Facilitar la preparación. No se puede preparar al matrimonio a los novios con dos encuentros, con dos conferencias. Eso es un pecado de omisión de nosotros, los pastores y los laicos que verdaderamente estamos interesados en salvar a la familia. La preparación del matrimonio debe venir de muy lejos. Muchos se casan sin saber qué significa, las condiciones, qué prometen.
¡El para siempre! Hay que recuperar muchas cosas en la familia. Pero no hay que escandalizarse de lo que sucede en la familia.
En el Sínodo un obispo se hizo esta pregunta: ¿Somos conscientes los pastores de lo que un chico sufre cuando los papás se separan? ¡Son las primeras víctimas! ¿cómo acompañar a los chicos, cómo ayudar a que los padres que se separan no usen como rehenes a los hijos?
Cuantos hay que no se casan, conviven, o como he visto en mi propia familia, conviven part-time, de lunes a jueves con mi novia y de viernes a domingo con mi familia. Son nuevas formas totalmente destructivas y limitadoras de la grandeza del amor del matrimonio. Y como esas vemos tantas: convivencias, separaciones, divorcios… Por eso, la clave de cómo ayudar, es eso: cuerpo a cuerpo, acompañando, no haciendo proselitismo, porque eso no resulta. Acompañando, con paciencia, paciencia, una palabra hoy, una actitud mañana… les sugiero eso.
La Virgen María es la que sabe hacer de una cueva de animales un hogar para Jesús, con pañales y montañas de ternura (…) María es fundamentalmente madre. (…) Los cristianos no tenemos derecho a tener psicología de huérfanos, ¡tenemos Madre!
Crecer en la fe sin la ayuda de María es como crecer en la Iglesia-orfanato: una Iglesia sin María es un orfanato.
María es la que ayuda en el abajamiento de Jesús, lo baja del cielo y lo trae a convivir con nosotros. (…) en los momentos de turbulencia espiritual no queda otra que refugiarse bajo el manto de la Virgen. Nadie está maduro para prescindir de la madre. El cristiano no puede “aguacharse” porque tiene a María como Madre.
(Sobre la evangelización de los jóvenes) Parto de una frase de Benedicto XVI: la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción. La atracción la da el testimonio: vivir de tal manera que otros tengan ganas de vivir como nosotros, se interesen en preguntar por qué.
Nosotros (los cristianos) no somos salvadores de nadie, somos transmisores de Alguien que nos salvó a todos (…) y esto no sólo en las obras de caridad, en el trabajo de promoción, de educación, hacer cosas por los demás… no solo eso, sino testimonio de vida, cómo vivo yo: ¿digo que soy cristiano y vivo como pagano?
Me repito mucho en esto: una Iglesia que no sale es una Iglesia de exquisitos. Un movimiento eclesial que no sale en misión es un movimiento de exquisitos. En lugar de salir a buscar ovejas, se dedican en grupito a peinar ovejas, son peluqueros espirituales. ¡Eso no va!
No dejar la oración a la Virgen. En la confesión es una de las cosas que yo suelo preguntar: ¿cómo va tu relación con la Virgen? ¿El Rosario?
La tentación del cansancio es muy sutil, detrás de la tentación del cansancio de salir a la misión se esconde el egoísmo, se esconde en última instancia el espíritu mundano.
San Pablo hablaba de las dos virtudes que debe tener el cristiano: el coraje y el aguante. Coraje de ir adelante, y aguante de soportar el peso del trabajo, aguantar las contradicciones, el fracaso en la vida. Esto vale también para la oración: una oración sin coraje es una oración chirle, que no sirve.
Me impresionó que el director general de ustedes haya hecho referencia a la incomprensión que tuvo que pasar el padre Kentenich, y el rechazo. Ese es el signo de que un cristiano va adelante, cuando Dios le permite pasar la prueba del rechazo. Ese es el signo de los profetas, los falsos profetas nunca fueron rechazados.
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