Tú, Señor, envías tu Espíritu cada día, a nosotros y al universo. Nosotros lo celebramos hoy de un modo especial y, aunque no necesitas que lo pidamos, nosotros lo hacemos para hacernos conscientes de esta maravillosa realidad. Por eso te pedimos:
• Que toda la Iglesia se sienta permanentemente inundada de tu Espíritu, para anunciar la Buena Noticia, hoy también, a todas las culturas y sensibilidades, con la fuerza, la libertad y la fresca espontaneidad de los apóstoles
• Que todos los responsables de la política, la economía y la cultura, se dejen llevar por tu Espíritu, presente en todo el universo y en todos los corazones, para hacer nuestro mundo más humano, por encima de todos los impedimentos, todos intereses y todas las ideologías.
• Que, a pesar de las diferencias de religión, de cultura, de lengua, de razas y de sensibilidad, los hombres y las mujeres de nuestro mundo se sientan unidos por tu Espíritu, que es espíritu de justicia, de paz y de fraternidad.
• Que todos nos hagamos conscientes de la presencia del Espíritu en todo lo creado para que respetamos la tierra, el clima y todos los vivientes, como humildes jardineros al servicio de la vida.
• Que, en el trabajo de la evangelización, sea posible una verdadera inculturación del evangelio en la diversidad de las culturas, escuchando al Espíritu que vive ya en ellas antes de que nosotros las hayamos encontrado.
• Que sea el amor, y no las ideologías, lo que nos construya como comunidad fraterna y universal al servicio de la vida buena de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo y nuestra sociedad.
Estos son nuestros deseos, Padre. Que seamos humildes servidores de tu Espíritu en todas las circunstancias de nuestra vida.
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