27 mayo 2014

Homilías 1- La Ascensión, 1 junio

1.- EVANGELIZAR UN MUNDO POSTMODERNO

Por José Maria Martín, OSA

1.- En el día de la Ascensión se nos recuerda la urgencia de transmitir la fe que profesamos y vivimos. No es fácil la tarea que nos asigna el Señor. Porque soplan vientos contrarios a todo aquello que esté relacionado con el espíritu. En un mundo en el que predomina lo superficial, lo epidérmico, el goce inmediato, la falta de referencias, resulta complicado anunciar el Evangelio. Pero Jesús nos dice: "Id y haced discípulos de todos los pueblos".


Da la impresión de que construimos la casa por el tejado. Nuestra catequesis es muy "sacramental" Se sigue bautizando a los niños. ¿Y después qué? Las Primeras Comuniones se han convertido en un acto social en el que la familia del niño/a quiere mostrar su poderío económico. Da la impresión de que lo único que importan son los regalos y el banquete. ¡Pobres niños! Les estamos privando de vivir la experiencia gozosa del encuentro con Cristo.

2.- Hasta la Confirmación corre el peligro de convertirse en lo que no es. El resultado es que son muchos los bautizados, pero pocos los evangelizados.

Como señaló Pablo VI –con gran acierto hace ya unos cuantos años-- en la "Evangelii Nuntiandi" la Iglesia es por esencia misionera. Ser testigos de Jesucristo supone anunciarle a El y enseñar a todos a guardar todo lo que El nos ha mandado. Apasionante..., sobre todo porque sabemos que estará con nosotros "todos los días hasta el fin del mundo" No nos quedemos mirando al cielo, ¡basta ya de lamentaciones!

3.- San Pablo, el "apóstol de los gentiles" se entusiasmó tanto en la misión que llegó a decir: ¡Ay de mí si no evangelizara! Por eso recomienda a Timoteo: "evangeliza, proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprende, exhorta con toda paciencia y pedagogía". Y advierte de que llegará un día en que escucharán a otros que les halaguen los oídos. ¿No es esto lo que estamos viendo y oyendo? Y ahora plantéate esta pregunta: ¿Crees en Cristo?; pues ¡anúncialo, no te guardes para ti solo este tesoro!

2.- LA ASCENSIÓN PARTE ESENCIAL DE NUESTRA FE

Por Antonio Díaz Tortajada

1.- Con este domingo se cierra, en la liturgia actual, el ciclo de la Pascua de Resurrección. Originalmente todo el misterio pascual se celebraba en la noche del sábado santo. Ese día se conmemoraba el nacimiento de Jesús, su muerte, su resurrección, su exaltación y la difusión del Espíritu Santo entre los miembros de su cuerpo, la comunidad.

Con el interés de ir desenvolviendo todo el misterio pascual en forma pedagógica, se fueron creando fiestas cristianas que le daban un nuevo sentido, adquirido en Cristo, a fiestas judías o paganas: Así nació el ciclo litúrgico anual que ahora conocemos. En este domingo la liturgia enfoca el tema de la ascensión.

2.- El relato que nos trae la Sagrada Escritura acerca de la ascensión es una catequesis que nos pinta, en un cuadro plástico visible, la glorificación o ascensión de Jesús. La ascensión no es una ida o cambio de lugar; en el mismo momento y lugar de la ascensión, según el relato, Jesús dice expresamente que Él no se está yendo para ninguna parte, sino que estará con nosotros hasta el fin de los tiempos.

La ascensión es ascensión en poder. Jesús "sube" únicamente como sube el que ayer no era sino un cualquiera y hoy está en el poder supremo. Y eso es lo que Jesús dice en el momento de la ascensión: A mí se me ha dado todo el poder entre el cielo y la tierra (que es la forma judía bíblica para decir: En el universo entero).

El relato de la ascensión que, como cada uno de los relatos del Evangelio, es una catequesis acerca de Jesús, intenta explicar, pintando un cuadro plástico, el momento en que los apóstoles y seguidores de Jesús se dieron cuenta de todo el Dios-hecho-carne que Jesús era. Y, en ese momento, Jesús "se elevó" a su vista, es decir que, desde ese momento, Jesús ya no era para ellos lo que siempre había sido, sino que, de allí en adelante, Jesús era el Señor Jesús, la plenitud de la divinidad hecha carne.

Todo lo que el pueblo judío esperaba, desde hacía mil años, se había cumplido en la persona de Jesús: Dios se había hecho plenamente presente entre su pueblo y el Mesías-ungido de Dios, un judío, había sido exaltado como Señor del universo.

Si la ascensión revela algo solamente sobre Jesús, no podría formar parte de la esencia de nuestra fe aquí y ahora. La ascensión es parte esencial de nuestra fe porque revela algo sobre el hombre en general y sobre cada hombre. Nos revela en qué acabará la vida humana. Nos revela que la vida humana no acabará en muerte, o con el triunfo del dinero, o del poder, o de la violencia. La vida humana acabará, nos lo dice nuestra fe, en una ascensión, en una exaltación, acabará en una asumpción plena del hombre por parte de Dios. San Pablo resume esta idea en una forma maravillosa diciendo que al fin de los tiempos nosotros poseeremos a Dios como El nos posee y entonces Dios lo será todo en todos.

En la segunda lectura de este domingo, Pablo nos dice que, con la ascensión de Jesús, nosotros sabemos cuál es la esperanza a la que Dios nos llama, es decir, sabemos qué nos espera.

3.- A propósito de la ascensión, quisiéramos realizar tres subrayados: La segunda "venida" del Señor no significa que el Señor se ha ido, eso contradeciría lo que el Evangelio afirma: "Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos". Cuando hablamos de una segunda "venida" expresamos que aún esperamos la manifestación gloriosa de Jesús como Señor del universo y la creación entera. Expresa, esa idea, que aún esperamos la plenificación del Reino de Dios que ya está sembrado aquí y que aquí tiene que producir su cosecha. Por eso decimos "venga a nosotros tu Reino", en cada “padrenuestro” que rezamos.

En segundo lugar escuchemos la advertencia de los dos hombres vestidos de blanco en el relato de la primera lectura: ¿Qué hacemos mirando al cielo? No tenemos nada que estar mirando allí. Cristo está con nosotros hasta el fin de los tiempos, aunque parezca no estar como antes. Es nuestra obligación hacer todo lo que podamos para que su reino llegue. En donde hagamos reinar al amor ha empezado a reinar Dios, porque Dios es amor.

Y, tercer subrayado, todo el poder en el universo ha sido entregado a Cristo. Ya no hay nadie más que tenga poder; nadie que no sea parte de Cristo tiene poder. Todo el poder que nosotros le estamos asignando a alguien, bueno o malo, se lo estamos quitando a Cristo. Nada, pues, de espíritus poderosos de ninguna clase; el poder le ha sido entregado a Cristo y nadie puede arrebatarlo de su mano.

Quien descendió, subió. Se cumplieron las palabras de María: "Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes". El humilde Jesús, fue exaltado por el Dios de la gloria y la belleza.

Hoy es el día de la victoria de la pobreza sobre la riqueza, de la humildad sobre la soberbia, del abajamiento sobre el ensalzamiento.

La Iglesia ascenderá, después de descender. Cuanto más humildes seamos, cuanto más pobres y desprendidos... cuanto menos nacionalistas, cerrados y sectarios... Hoy Jesús nos envía al mundo entero, con una mentalidad auténticamente católica, abierta al todo y a todos.

3.- PRESENCIAS DEL SEÑOR

Por José Maria Maruri, SJ

1.- “Al verlo ellos se postraron…”, postura solo admitida ante la divinidad. “Pero algunos vacilaban…” Y no sin razón, vacilaban ante el misterio del hombre-Dios. Hoy el día del reconocimiento por parte de los discípulos de que ese Señor Jesús que ha andando con ellos por los campos de Palestina es eso: el Señor, el único Señor, Dios mismo.

Se postran ante Él. Y El mismo les dice que tiene todo poder en el cielo y en la tierra. San Pablo –le acabamos de oír—dice: “se sentó a su derecha”. Y una nube, siempre símbolo de los divino, se lo quita de la vista.

2.- La resurrección de Jesús ha sido una luz que poco a poco se ha ido abriendo paso en las tinieblas del corazón de los discípulos y han empezado a comprender aquellas palabras de Jesús: “El Padre y yo somos uno” “El Hijo del Hombre es el Señor del Sábado” Y “Yo soy”, la definición de Yahvé en el Antiguo Testamento.

Y algunos vacilaban, como nosotros vacilamos ante el pensamiento de que la encarnación el que bajó a la Tierra, Dios, sube hoy al cielo, hombre, hombre de carne y hueso, carne transfigurada, pero carne, sube Dios palpable y visible

Y algunos vacilaban, ¿no habían de vacilar?, judíos que por temor a caer en la idolatría no admitían ninguna representación de Dios, vacilaban de postrarse ante Jesús de Nazaret.

San Pablo entiende muy bien que esa vacilación sólo se puede cambiar en firme FE gracias a una revelación de Dios, y así la pide para que podamos aceptar que ese Jesús que se sienta a la diestra de Dios es por tanto igual a Dios

¿Qué andáis ahí parados?, ¿qué hacéis ahí pasmados?, ¿podían estar de otra manera ante una revelación como esa? Pasmados deberíamos estar nosotros si llegáramos a captar con el corazón que Dios es carne de nuestra carne y huesos de nuestros huesos.

Esta es la buena nueva de los Evangelios, que no sólo Dios está con nosotros, sino que es uno de nosotros.

3.- Y ese Señor Jesús que esta sentado junto al Padre, al parecer ausente, está presente con nosotros hasta el fin de los tiempos. Tal vez se ha insistido, no demasiado, sino unilateralmente en esa maravillosa presencia del Señor Jesús en la Eucaristía, donde Él está esperando nuestra visita de amigo, donde nos invita a comer juntos a su mesa como hermanos.

Pero hay otras presencias del Señor Jesús de las que Él mismo nos ha dejado constancia en el Evangelio. “Donde dos o tres se reúnan en mi nombre allí estaré yo entre ellos.

-- Hijos y padres que se reúnen a rezar

-- O padres solos, el matrimonio, que bastan dos para que Jesús esté entre ellos.

--Jóvenes que comparten sus preocupaciones religiosas en el monte, en un albergue o una tienda de campaña

--Jóvenes novios a los que preocupa su relación antes del matrimonio

Allí está siempre Jesús, que no limita su presencia a la reunión litúrgica, si no que nos acompaña en la casa, en el monte, el paseo, en el bar.

4.- “El que me ama cumplirá mis mandatos y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada”

El Señor Jesús vendrá a cada uno de nosotros, no a estar, como está el hombre de la calle, en su trabajo, en una reunión, sino a morar, como está el hombre solamente en su hogar donde está tranquilo, está a sus anchas, está a gusto, siente el calor familiar. Por eso nunca estamos solos aunque nadie nos acompañe.

Y está el Señor Jesús a nuestro lado todos los días,

-- cada día en todo aquel que tiende su mano solicitando ayuda.

--en el enfermo o anciano que pide comprensión y compañía

--hasta en el que nos pide un vaso de agua… “porque lo que hicisteis a uno de estos mis pequeños hermanos a mi lo hicisteis”

5.- El Señor Jesús se va al Padre, pero está con nosotros todos los días, por eso como los discípulos debemos quedarnos llenos de alegría porque en ningún sitio ni hora vamos a estar lejos de Él, en la iglesia, en casa, con los amigos, por las calles, en la soledad de las horas muertas, en el sanatorio, en la carretera conduciendo.

El Señor Jesús se va pero esta despedida no le aleja de nosotros, sino que intensifica sus presencias.

4.- ¡HAS CUMPLIDO, SEÑOR!

Por Javier Leoz

1.- Solemnidad de la Ascensión del Señor. Es el broche de oro al paso de Jesús por la tierra aunque, Pentecostés, nos deje una ráfaga de su Espíritu y nos anime a pregonarlo a los cuatro vientos.

Desde su Nacimiento en Belén hemos visto el brillo de sus ojos, la grandeza divina de sus obras, la profundidad de sus palabras, el Dios humanado.

Con los reyes y con los pastores, también nosotros un día le adoramos. Lo hemos visto crecer en Nazaret y hemos comprobado, en propia carne, en los “palestinas personales” lo difícil que resulta (cuando no se rebaja con agua o se adultera) el acoger y seguir su reino a rajatabla.

Y, por si todo ello fuera poco, nos hemos sentido dignificados y ayudados por Aquel que no ha hecho otra cosa sino hacer el bien.

Precisamente por eso, porque el hacer el bien no siempre cae a todos bien, fue injustamente incomprendido, malinterpretado y convertido en objeto de burla. ¿Acaso hemos olvidado sus horas más amargas de pasión y de muerte? El amor, ciertamente, tiene dos caras de una misma moneda: gratitud e ingratitud. Jesús, en la cruz, nos enseñó que en la prueba y en la soledad, en el abandono y en la obediencia es donde se puede dar la talla como siervo para llegar al límite de la perfección. La Resurrección, el triunfo de la vida sobre la muerte, fue el sello particular de un Dios que dejó al mundo boca abierto: ¡Si Jesús resucitó, el hombre correrá su misma suerte!

2. Pero hoy, en el día de la Ascensión, el sentimiento es contradictorio: duele que el Amigo se vaya. Duele y, seguramente, les dolió en las entrañas a aquel grupo de confidentes y de entusiastas que pensaban que el reino de Dios estaba a la vuelta de la esquina. Nos duele a nosotros; quisiéramos una presencia más impactante y sonora de Jesús en el mundo: ¡son tantas cosas las que nos sacuden y preocupan! ¿Es ahora, Señor, cuando vas a instaurar tu Reino? ¿Ahora te vas, Señor, cuando en el mundo se debaten problemas que afectan a nuestro modo de concebir y estructurar la sociedad, la familia, el amor y hasta la misma escala de valores? ¿Ahora te elevas, Señor?

La Ascensión del Señor es el último misterio de su presencia terrena. Por el contrario, es el primero que nos toca a nosotros. La hora de partir, no hacia lejanos continentes (aunque también) y sí hacia esos lugares que están distantes del Evangelio; de descender a esos corazones tibios en la fe y que viven codo a codo con nosotros y a los cuales tan difícil nos resulta proponerles e invitarles al encuentro con Cristo.

3.- Estamos en el Año Eucarístico. Jesús asciende al encuentro de Dios pero se ha quedado de una forma entrañable, viva, alimentadora y transformadora en la Eucaristía. Que, ya desde ahora, le pidamos que el Espíritu Santo nos haga transmitir por los cuatro costados de nuestra vida la alegría de la fe. Que sepamos valorar aquella esperanza de la que San Pablo nos da buena cuenta y por la que dio hasta su misma vida.

Solemnidad de la Ascensión. No nos quedaremos con los ojos mirando al cielo. Entre otras cosas porque, sabemos que Dios, nos necesita como “otros cristos” anunciando sin temor ni vergüenza, con pasión y con entusiasmo la novedad del Evangelio.

Vete a los cielos, Señor, pues has cumplido más que sobradamente.

TE VAS, SEÑOR, PERO TE QUEDAS

Te vas, Señor, pero te quedas en el Evangelio 

Te vas, Señor, pero vives en los que te amamos

Te vas, Señor, pero hablas en los que dan testimonio de Ti

Te vas, Señor, pero te dejas comer en la Eucaristía 
      

Te vas, Señor, pero te haces audible por la oración
      

Te vas, Señor, pero te dejas adorar en el Sagrario

Te vas, Señor, pero te dejas abrazar en el prójimo

Te vas, Señor, pero te dejas ver en el que sufre

Te vas, Señor, pero te haces visible en el amor

Te vas, Señor, pero gritas en el que habla en tu nombre

Te vas, Señor, pero vendrás en un nuevo soplo del Espíritu

Te vas, Señor, pero nos enviarás la fuerza de tu presencia

Te vas, Señor, pero nos darás el hálito de tu vivir

Te vas, Señor, pero andarás en los pies de tus enviados

Te vas, Señor, pero tu nombre será universalmente conocido

Te vas, Señor, pero vivirás en los que guardan tus mandamientos

Te vas, Señor, pero tu Iglesia es signo de tu presencia

Te vas, Señor, pero tu partida nos hace madurar

Te vas, Señor, pero tu Ascensión es suerte que nos aguarda

Te vas, Señor, pero tu vida en el cielo es plenitud de felicidad

Te vas, Señor, pero tu estar en el cielo, es garantía y seguridad de todo lo que nos espera 

cuando se vive, como Tú lo has hecho, primero en la tierra

Te vas, Señor, pero más que nunca…vemos que te quedas.

Amén.

5.- REINA EN EL CIELO Y EN LA IGLESIA

Por Ángel Gómez Escorial

1.- El VII Domingo de Pascua acoge, desde hace algún tiempo, a la Solemnidad de la Ascensión. Es obvio que en algunos lugares esta gran fiesta litúrgica sigue situada en el jueves de la VI Semana. Pero parece oportuna su posición en la Asamblea Dominical pues, sin duda, engrandece al domingo, pero también el domingo --el día del Señor-- universaliza la celebración. Contamos en los textos de hoy con un principio y un final. Se leen los primeros versículos del Libro de los Hechos de los Apóstoles y los últimos del Evangelio de Mateo. En los Hechos se va a narrar de manera muy plástica la subida de Jesús a los Cielos y en el texto de Mateo se lee la despedida de Jesús que, sin duda, es impresionante: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Es el mandato de Jesús a sus discípulos y el ofrecimiento de si mismo, de su cercanía, hasta el final de los tiempos. Interesa ahora referirse, por un momento, a la Segunda Lectura, al texto paulino de la Carta a los Efesios donde se explica la herencia de Cristo recibida por la Iglesia. Dice San Pablo: "Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos". Es, pues, la confirmación del mandato de Jesucristo

2.- Vamos a volver al texto del Libro de los Hechos porque aparece un detalle de mucho interés que expone, por otro lado, cual era la posición de los discípulos el mismo día en el que Jesús se marchar, va a ascender al cielo: esperaban todavía la construcción del reino temporal de Israel. Parecía que la maravilla de la Resurrección, que ni siquiera la cercanía del Cuerpo Glorioso del Señor, les inspiraba para entender la verdadera naturaleza del Reino que Jesús predicaba. Y es que faltaba el Espíritu Santo. Va a ser en Pentecostés --que celebramos el próximo domingo-- cuando la Iglesia inicie su camino activo y coherente con lo que va a ser después. Tras la venida del Espíritu ya no esperan reino alguno porque el Reino de Dios estaba ya en ellos. Y así se lo anuncia también: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo".

3.- Para nosotros, hoy, esa cercanía del Espíritu dos debe servir como colofón de todo el venturoso tiempo de Pascua. La Resurrección nos ha ofrecido el testimonio de la divinidad del Señor Jesús. Pero, al igual que ocurrió con los Apóstoles, nos falta todavía algo para entender mejor al Salvador. Sabemos que ha resucitado y "que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama", como dice San Pablo. Pero este Dios Padre, además, "desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro". Es muy necesario, leer y meditar, todo esto para sentirnos más cerca de Jesús y de su Iglesia.

4.- La Ascensión no es un puro simbolismo. Se trata del final de una etapa y es la que Jesús quiso pasar en la tierra para construir la Redención y poner en marcha el camino hacia al Reino. Bajó primero y volvió, luego, al Padre. Y de acuerdo con su promesa sigue entre nosotros. Su presencia en el Pan y en Vino, en la Eucaristía, es un acto de amor supremo. Y nadie que reciba con sinceridad el Sacramento del Altar puede dejar de sentir una fuerza especial que ayude a seguir junto a Jesús y a consolidar el perdón de los pecados. Hoy debemos reflexionar sobre como ha sido nuestro camino en la Pascua, de como hemos reconocido en el mundo, en la vida, en la naturaleza, el cuerpo de Jesús Resucitado. Y de como, asimismo, nosotros hemos subido un peldaño más en la escala de la vida espiritual. Pero, nos faltaran motivos y fuerzas. Y esas nos las va a dar el Espíritu de Dios, pero conviene que analicemos nuestro propio sentir y talante al respecto, para que nos aproveche más y mejor esa llegada del Espíritu. Probablemente, seguimos pensando en el reino temporal, en las preocupaciones de la vida cotidiana: el trabajo, en el dinero, en el éxito, en nuestros rencores y miedos. Pues si es así, no importa porque definiremos la esencia de dicho reino temporal. Una vez conocido, será más fácil de arreglar. Y será el Espíritu quien nos haga ver lo verdaderamente importante. Esperemos, pues. Con alegría y emoción. Solo nos queda una semana de espera.

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