08 abril 2014

Homilías 3, Domingo de Ramos, 13 abril

1.- ENTRAR EN JERUSALÉN ES “ENTRAR” EN LOS PLANES DE DIOS

Por Pedro Juan Díaz

1.- En este primer día de la Semana Santa recordamos el momento de la entrada de Jesús en Jerusalén. Jesús va allí a celebrar la Pascua. Todas las familias iban en peregrinación y se reunían en ese mismo lugar porque era donde estaba el Templo. Muchos peregrinos se encontrarán con familiares y amigos que les esperan después de un año. Van juntos a celebrar la Pascua. Se reunirán por familias en las casas. Repetirán palabras y gestos ancestrales que guardan todavía todo su significado y que permanecen en la memoria de los más ancianos. Unas palabras y gestos que serán transmitidos a los pequeños de cada hogar, donde se renovará, ante cada mesa compartida, la alianza de amistad y esperanza en la liberación definitiva de Dios.


2.- Los discípulos montan a Jesús en una borrica y entran por una calzada alfombrada por los ramos de olivo que la gente echa a su paso. Jesús entra con los vivas del pueblo. “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Y toda la gente que contemplaba aquello se preguntaba: “¿quién es este?”. Nosotros nos preguntamos también muchas veces: ¿Por qué Dios es así? ¿Por qué permite tanto sufrimiento de las personas, tanto mal? ¿Qué “tipo” de Dios (Mesías) es este? Quizá encontremos respuestas contemplando lo que Dios nos dice hoy en su Palabra.

3.- En la primera lectura, el profeta Isaías se define como un discípulo de Dios que escucha su Palabra cada mañana para descubrir su voluntad y cumplirla, por obediencia de amor. Y esto lo hace convencido de que Dios responde por él. ¿Responderá Dios también por nosotros? ¿Por qué no dará Dios un puñetazo encima de la mesa del universo y acabará con tanto mal, tanto dolor y tanto sufrimiento que domina a tanta gente? Leemos la Pasión y nos damos cuenta de que con su hijo no lo hizo. Y con nosotros tampoco lo va a hacer, porque se ha tomado muy en serio nuestra independencia y nuestra libertad. Y porque nos respeta, como personas libres que somos, y espera de nosotros mucho más. Quizás este Dios nos escandalice, como a los judíos de su tiempo, porque también nos enseña a amarle y a seguirle desde el sufrimiento, cuando las cosas no nos van bien; y porque pudiendo actuar “a lo grande”, lo hace desde lo sencillo y lo pequeño.

4.- San Pablo, en la segunda lectura, resume con una gran oración, que se convirtió en Himno de las comunidades cristianas, que Cristo no vivió como un gran señor, sino como un siervo, y eso le valió el favor de Dios. No nació en una corte, sino en un pesebre. No vivió entre lujos, sino entre los pobres. No murió “en olor de santidad”, sino crucificado como un bandido. Y todo eso por amor obediente a los planes de Dios, a los proyectos de su Padre, a lo que Dios quería de él, no a lo que él quería que Dios le diera. ¿Qué es más importante: lo que Dios quiere de mí o lo que yo quiero que Dios me dé? Jesús descubrió que entrar en Jerusalén era “entrar” también en los planes de Dios, y así lo hizo.

5.- La clave de toda la lectura de la Pasión está en la obediencia de Jesús a la voluntad de su Padre, ese “entrar” en sus planes, aunque en muchos momentos no los entienda, pero confía y se entrega. Y su Padre le demuestra el amor de Dios por todas las personas, por encima incluso de la traición de Judas, de la negación de Pedro, del juicio falso y arbitrario de los judíos, de la indiferencia de los romanos, de la violencia y la burla de todos, del sufrimiento y de la soledad del mismo Jesús en la cruz… Nuestra respuesta a esa entrega generosa y por amor, es darle gracias con nuestra vida y nuestra entrega a los demás en la salud y en la enfermedad, en la suerte y en la desgracia, en lo bueno y en lo malo. ¡Gracias, Padre, porque has dado tu vida por mi! ¡Aquí estoy para hacer tu voluntad!

6.- Todo esto rondaba la mente de Jesús al entrar en Jerusalén. Jesús va con sus discípulos y con su familia, no es la primera vez, ya ha subido varias veces, los evangelios nos cuentan al menos tres, pero esta será la “definitiva”. El ambiente está tenso, los enfrentamientos con los sacerdotes y con los fariseos se han ido repitiendo a lo largo de los meses y la tensión se respira en el aire. Sus discípulos piensan que es “meterse en la boca del lobo”, pero ven al Maestro seguro de sí mismo, decidido a afrontar una vez más el desafío de seguir siendo fiel a su Padre Dios, y siguen caminando hacia Jerusalén con Él.

7.- Entran en grandes grupos, después de horas, de días de andar a través de campos y caminos, de dormir al raso quizás, la ciudad se muestra ante ellos como la mejor de las recompensas. “¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén”.

8.- Una vez en Jerusalén, tiene lugar la celebración de la Pascua. En la noche del Jueves Santo, Jesús cena con sus discípulos y hace una Pascua nueva, la Pascua de la Vida. “Haced esto en memoria mía”. El Viernes Santo, Jesús yace colgado de una cruz, signo de maldición convertido en signo de salvación. El relato de su pasión que hemos escuchado, y que volveremos a escuchar el Viernes Santo, es estremecedor. Cristo, solidario con la humanidad que sufre, que lo pasa mal, con toda persona humana sedienta de salvación, de sentido y felicidad plena, se anonada, se abaja, se humilla, hasta someterse a la muerte, “una muerte de cruz”. Y por fin el Sábado, la gran noche, la gran Vigilia, la noche de la resurrección y de la vida; y el Domingo, la Pascua, el día del gozo y la alegría. Jesús ha resucitado. Nuestra vida tiene un sentido nuevo, profundo, auténtico. “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara. Celebremos y gocemos con su salvación”.

9.- Sin una mirada contemplativa guiada por la fe en el amor que Dios nos tiene, los hechos que celebramos se quedan en meros momentos del pasado, o en escenas de sufrimientos privados de sentido y de dimensión salvadora. Si no miramos con fe y con amor a este Jesús que se entrega por nosotros, no podremos comprender nada. Pidamos a Dios que esta semana nos llene el corazón del mismo amor con el que Jesús se entregó por nosotros, para que podamos manifestarlo a los que están cerca de nosotros todos los días del año.

2.- ¡VIVA EL HIJO DE DAVID!... ¡QUÉ LO CRUCIFIQUEN!

Por Gabriel González del Estal

1.- Sí, son dos expresiones que leemos hoy en la liturgia de este Domingo de Ramos. La primera ¡viva el Hijo de David! la leemos en la lectura inicial del evangelio, antes de la procesión. Poco tiempo después, en la lectura de la pasión, vemos que la misma multitud que aclamó a Jesús, en la entrada a Jerusalén, como Hijo de David, pide ahora a Pilato que le crucifique. Desgraciadamente, no podemos extrañarnos nosotros de la actitud de aquella multitud que se dejó manipular por la charlatanería interesada y corrupta de los jefes y líderes del momento. También a nosotros, los medios de comunicación y los jefecillos y líderes de cada momento nos manipulan hasta tal punto que hechos y opiniones que habíamos considerado siempre justas y razonables, de repente nos parecen anticuadas, injustas y hasta ridículas. Es evidente que la vida progresa, cambia y avanza, pero no es menos evidente que muchos cambios y progresos de nuestros días no favorecen ni enriquecen nuestra vida, ni nuestras costumbres. Tenemos la obligación de afinar nuestra mente, y nuestro paladar, para no comulgar con ruedas de molino, sólo porque así les interese a los que mandan comercial o políticamente. Los que aclamaron como Hijo de David a Jesús de Nazaret lo hicieron porque le veían como un profeta que venía a salvarles; cuando pidieron a Pilato que lo crucificara lo hicieron movidos por los intereses de los jefes y líderes del pueblo que veían en Jesús de Nazaret a una persona que denunciaba sus hipocresías, su prepotencia, y sus egoísmos e intereses políticos y religiosos. Se dejaron convencer y manipular ingenuamente por personas que no buscaban el bien del pueblo sencillo y humilde, sino sus propios intereses egoístas. También hoy, nosotros cometemos frecuentemente ese mismo error.

2.- Domingo de Ramos: quien no estrena no tiene manos. Este dicho popular indica que la gente sencilla siempre consideró la fiesta del domingo de Ramos como un día alegre y, religiosamente, muy significativo. Es el primer día de la semana grande, de la Semana Santa, y en esta semana conmemoramos los cristianos la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, a quien nosotros consideramos como nuestro Salvador. Las Procesiones de Semana Santa, comenzando por la procesión de este domingo de Ramos, son en muchas ciudades de España algo grande y muy significativo. Es verdad que en estas procesiones hay algo de folklore, de fiesta popular social, pero también es verdad que en las procesiones hay mucho de sentimiento religioso y de piedad sincera. Debemos cuidar los cristianos el sentido religioso de estas fiestas, celebrándolas con una especial alegría y con mucha piedad interior. El dicho popular seguía diciendo: al que no estrena se le caen las manos. Bien, levantemos, durante estos días, nosotros nuestras manos para aplaudir, aunque sólo sea interiormente, al Cristo que pasa a nuestro lado. Con su gesto y su mirada nos invita a considerar su vida, muerte y resurrección como un sacrificio de alabanza al Padre y de expiación por nuestros pecados.

3.- ¿CON QUE PERSONAJE NOS IDENTIFICAMOS?

Por José María Martín, OSA

1.- En el "Siervo de Yahvé" los judíos veían representado al pueblo de Israel perseguido e incomprendido por los otros pueblos. Los cristianos vemos en el "Siervo" la prefiguración del Mesías sufriente, que en la cruz recibe insultos y salivazos, que ofrece la espalda a los que le golpean. No es un loco ni un necio, sino alguien que se fía de Dios y cumple su voluntad. Por eso, no se acobarda ni se echa atrás ante el sufrimiento o la misma muerte. Sabe que el Señor le ayuda y que no quedará avergonzado. A pesar de la sensación de abandono y hasta desesperación que refleja el salmo 21 --¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?-- implora la ayuda de Dios y sabe de quien se ha fiado.

2.- El himno cristológico de la carta a los Filipenses refleja la entrega de Jesús, hasta vaciarse por nosotros. Este despojo lleva un nombre técnico en teología: es la "kenosis" de Cristo. Kenosis viene del griego "kenos", que significa precisamente "vacío". Se concretizó en una obediencia total a su misión, que era la voluntad del Padre. Y no sólo aceptó esta obediencia, sino que escogió también el vivirla hasta el final, "hasta la muerte y la muerte en la cruz", esta muerte que era reservada a los malhechores o a los esclavos. En este sentido, Jesús dio libremente su vida.

3. - El anonadamiento de Cristo es la puerta que conduce la glorificación. Por la cruz se llega a la luz. El centurión desvela todo el enigma que Marcos ha mantenido en secreto durante todo su evangelio. Sólo en la cruz se desvela el misterio. Ese Jesús crucificado es "verdaderamente el Hijo de Dios", es el Cristo, Mesías Ungido y esperado por el pueblo. Este himno nos introduce en el misterio pascual --muerte y resurrección de Cristo-- que vamos a celebrar en el Triduo Santo. Jesús en este domingo de Ramos es aclamado por aquellos que después van a quitarle de en medio. Todo esto ocurre porque Jesús se mete en el mundo, asume el dolor de todos los hombres que hoy son "crucificados". Jesús se empeña en estar en todos los líos, se sitúa en las entrañas de la vida, allí donde se juega el futuro de la humanidad. El mundo es su sitio. No le va la muerte ni la marginación -siempre injusta- . Lucha por acabar con todo aquello que degrada al hombre, que le humilla y hunde en el abismo. Fue valiente, por eso le mataron tanto el poder político como el religioso. Pero Jesús sigue muriendo hoy día... Nosotros seguimos crucificando a muchos "cristos" y gritando: "¡Crucifícalo!". ¿Con qué personaje de la pasión nos identificamos: con Pedro que le negó, con Judas que le traicionó, con el pueblo que no le acepta, o con Juan y las mujeres que le acompañaron?

4.- SER COMO NIÑOS CON NUESTROS RAMOS DE OLIVO

Por Antonio García-Moreno

1.- PASIÓN.- Tú, Señor, aceptaste rendidamente los extraños planes del Padre eterno. Él había proyectado una historia sangrienta para su Hijo unigénito... Uno de los suyos le traicionaría, uno de los doce que él había elegido de entre una gran multitud. Todo comenzaría en una noche densa, cuando estaba rezando, postrado en una soledad profunda, indefenso y asustado. Le atarían como a un bandido, alumbrando con antorchas que no lograban romper la negra noche.

Un juicio bien amañado, unos testigos falsos, una bofetada seca al menor intento de una contestación clara. Sometido al tribunal romano, viendo cómo los suyos, a los que tantas veces benefició, su mismo pueblo le negaba con rabia, pidiendo a gritos desaforados su muerte en una cruz. Y tú, Jesús, callabas, aceptando dócil como manso cordero cuanto quisieron hacer contigo, todo aquello que se veía abocar a un trágico final.

Nosotros también queremos aceptar los planes de Dios... Dilo con sinceridad, con espíritu de entrega, confiando plenamente en la voluntad divina: Sea lo que sea, Señor. Lo acepto, lo quiero, lo deseo. Sólo te pedimos que nos des fuerzas para vivir nuestra pasión de forma parecida a como tú viviste la tuya.

Cuando se acercaban, escondidos en la noche, te pusiste en pie. No para huir, sino para salirles al encuentro. ¿A quién buscáis? -preguntaste-. A Jesús Nazareno -dijeron-. Yo soy -contestaste-. Decidido a la entrega, fuerte, lejos del miedo y la angustia de antes, sereno y majestuoso. La fuerza de Dios había aparecido en la debilidad de tu carne.

Luego, ante Pilato, hablarás con acierto, dueño absoluto de la situación. Aparecerás ante los tuyos, esos que te rechazan, vestido con las insignias reales. Una corona, un cetro, un manto de púrpura. Y el pretor romano dirá solemnemente: He ahí a vuestro rey.

La cruz será tu trono, el primer paso ascendente hacia la exaltación que se aproximaba. Y detrás de la sangre cuajada, de las lágrimas resecas, detrás de tu figura doliente, el buen ladrón descubre tu grandeza de rey eterno. Acuérdate de mí cuando estés en tu reino -dijo aquel infeliz-. Y tú, imponente, seguro y victorioso: En verdad te digo que esta tarde estarás conmigo en el paraíso... Haz, Jesús, que también nosotros nos apoyemos en el brazo de Dios, caminando, sufriendo pero serenos, por nuestro propio Vía Crucis.

2.- HOSANNA AL HIJO DE DAVID. "Cuando se acercaban a Jerusalén…" (Mt 21, 1) Este relato, repetido por los otros evangelistas, es sin duda uno de los más entrañables y alegres de la historia de Jesucristo. En él intervienen los apóstoles y discípulos, el pueblo llano que seguía entusiasmado a Cristo, los niños que tanto le querían y admiraban. El marco escénico también contribuye a dar encanto y ternura, sencillez y magnificencia a un tiempo a este suceso. El descenso desde Betfagé hasta Jerusalén, hacia la Puerta Dorada probablemente, era un camino de bajada y subida que muchas veces habían recorrido los peregrinos procedentes de Galilea. Descendía por el monte de los Olivos, atravesaba el torrente Cedrón en el valle de Josafat, zona de sepulcros y de muerte, para ascender casi en línea recta a la explanada del Templo por la parte oriental, entrando por la Puerta Dorada, llamada también Puerta de la Misericordia, donde el sol encendía en aquellos momentos los mármoles de las columnas y capiteles, el pináculo, la nave central y los atrios del Templo.

Mateo ve en este acontecimiento la realización del vaticinio del profeta Zacarías, que anunciaba la llegada del Rey de Israel, avanzando hacia el monte Sión, lleno de mansedumbre y majestad, sentado sobre un borrico. La Iglesia repite cada año en todo el mundo, también en el camino que baja de Betfagé hacia Jerusalén, esa procesión de hombres y de mujeres, de niños con ramos de olivos y con palmas, que aclaman al Señor con júbilo y entusiasmo. Sólo los orgullosos sonríen con ironía o protestan indignados, los que no tienen fe, los que sólo miran con los ojos de la carne porque están ciegos en el alma. A ellos el Señor, cuando le piden que acalle a la multitud, les contesta: "Si éstos callaran, las piedras gritarían". Y es que las piedras son más blandas y sensibles que el corazón de los orgullosos y los soberbios... Nosotros deseamos ser como niños, tomar nuestros ramos de olivo y seguir a Jesús por el camino, aclamándolo con entusiasmo, mientras que miramos con envidia al borrico que marcha orgulloso con tan noble carga...

5. - NUESTRO MEJOR AMIGO ENTREGÓ LA VIDA POR MÍ, POR TI…

Por José María Maruri, SJ

1.- Hoy damos comienzo a la Semana Santa. En ella se descubre en toda su hondura el drama del hombre ante Dios. Drama de vida y de muerte, de traición y de eterna felicidad.

San Juan de Ávila dejó escrito que era necesario que la lanza del centurión romano abriese el corazón de Cristo para que a través de esa herida pudiéramos los hombres vislumbrar el amor infinito del Padre que entrega a su Hijo por nosotros, y del Hijo, Jesucristo, que se entrega a la muerte por nosotros.

En esta Eucaristía –como en todas—vuelve a repetirse en símbolo y en realidad aquel acto de entrega de Jesús. Y nosotros que, como los discípulos y los judíos, unas veces hemos aclamado a Cristo con entusiasmo como Rey y después le hemos traicionado y abandonamos tantas veces, nos convertimos, por nuestra debilidad y en nuestro pecado en protagonistas de la Pasión, tal como la hemos escuchado en el Evangelio. Insisto que ante la Pasión de Jesús no podemos ser meros espectadores o como auditorio pasivo. Cada uno de nosotros estábamos allí, entre aquellos judíos o aquellos discípulos, porque Jesús ofrecía su vida también por cada uno de nosotros. Y es que, para cada uno de nosotros es el relato de cuando nuestro mejor amigo entregó y perdió la vida por todos, por mí, por ti.

2.- La narración de la Pasión es de San Mateo, más cercana a la de San Marcos, y algo más alejada de la de San Lucas que sigue una tradición más antigua. En esta no se suaviza todo lo que sea violencia y dramatismo, como hace Lucas. Ahí están los sufrimientos, los azotes, la coronación de espinas. Y el largo y dramático relato de la crucifixión. Pero los tres evangelistas resaltan el señorío de Jesús, que da permiso para su prendimiento y responde con autoridad a los sumos sacerdotes. Y sobre todo resplandece la infinita misericordia del Señor en tales momentos, llamando al traidor por su nombre, curando la oreja del sirvo del pontífice, perdonando a los que le crucifican, y prometiendo el paraíso al buen ladrón. Jesús se manifiesta así como reflejo del amor y de la misericordia del Padre hacia nosotros.

6.- ¡QUÉ HORAS NOS AGUARDAN!

Por Javier Leoz

En el pórtico de la Semana Santa, con el Domingo de Ramos, se entrecruzan dos sentimientos: el gozo (al ver cómo Jesús es aclamado) y la tristeza (mañana todo será llanto). Y, por esa puerta, adentrándonos en Jerusalén acompañamos a Jesús que nos invita a vivir con El auténticas horas de pasión, entrega, amor, donación, sacrificio, muerte…y resurrección. ¿Seremos capaces de meternos de lleno en la solemnidad de la Pascua? ¿Somos conscientes de que, nuestro ser cristiano, arranca y nace de la Pascua del Señor?

1. Jesús va a la cabeza. No se esconde. Hoy, su rostro es halagado por miles de palmas pero, en viernes santo, será abofeteado por la burla, la incomprensión o el escarnio. En ninguna de las dos situaciones, Jesús, se echó atrás. Sabía que, su misión, iba a ser probada por diversos contrastes: gloria y desdicha, triunfo y fracaso, júbilo y desnudez.

Con Cristo, en este domingo de ramos, iniciamos una impresionante peregrinación hacia el culmen de su misión. Vamos con El y, además, lo hacemos siguiendo sus indicaciones. El Señor quiere celebrar la Pascua ¿por qué no vivirla, especialmente este año, como si fuera la primera vez? ¿Por qué no vivir intensamente cada gesto y cada oración, cada palabra y cada silencio que nos conducen hacia el rostro auténtico de Dios?

2. En el inicio del Domingo de Ramos se encuentran los vítores y las aclamaciones, pero allá al fondo –sobre un montículo- Jesús divisa el horizonte donde, el próximo Viernes Santo, se alzará una cruz exponente del mucho amor que Dios nos tiene. Una cruz que, lejos de estar vacía, estará colmada por un cuerpo que, en esas horas, será olvidado, insultado, silenciado y traicionado.

Hoy, la alegría, hace que se sacudan palmas al viento. En la tarde de Viernes Santo, las voces enmudecerán por cobardía. La cruz se alzará en la más absoluta soledad (con la sola presencia de Juan y de María) y, como alabarderos, aun lado y otro, dos ladrones que –ante iguales ofertas- responderán de formas diferentes.

3. Hoy con esta manifestación pública de nuestro afecto a Jesucristo expresamos esa gran procesión que, como cristianos, estamos realizando a la Jerusalén celeste. ¿Servirán de algo nuestros ramos bendecidos? ¿Sonarán a sinceros nuestros cánticos jubilosos? ¡Por supuesto que sí! Frente al intento, por diversos estamentos, de coartar nuestra libertad religiosa; de planificarnos una sociedad sin más perspectiva que sus propias murallas….los cristianos sabemos que, una ciudad, nos aguarda al final de nuestra existencia: el cielo.

Jesús, si se aventuró a dar estos pasos finales que le llevaron a la muerte, es porque así lo creía: era paso previo y obligado para cumplir su misión; para introducirse en la Patria celeste y, para que junto con El, también nosotros podamos participar de esa conquista. ¿Y aún hay quien se resiste a aclamar a Jesús como Señor y como Rey?

4.- Que nuestras gargantas, en este soportal de la Semana Santa, entonen cánticos de alegría y de alabanza: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Porque necesitamos un poco de cielo, un poco de Dios, un poco de eternidad. Porque, entre otras cosas, necesitamos seguir a Jesús por ese camino que nos lleva derechos a la comunión con Dios Padre.

¡Feliz Semana Santa, hermanos! ¡Felices horas de pasión, muerte y resurrección! ¡Las necesitamos más que nunca!

7.- JESÚS QUISO DEJAR CLARO QUE ERA PACÍFICO

Por Ángel Gómez Escorial

1.- En los años setenta del siglo pasado, cuando Jesús de Nazaret quiso ser transformado en un revolucionario al estilo de entonces, se interpretó la entrada triunfal en Jerusalén como un ataque guerrillero contra el poder establecido. Las consecuencias de esa insurrección habrían sido la condena, tortura y ejecución de Jesús. La verdad es que esta teoría no tiene la menor posibilidad histórica, porque la guarnición romana vigilaba desde lo alto. Cualquier problema de orden público era dominado enseguida con enorme dureza. Por el contrario los actos de contenido religioso –procesiones, romerías con cantos y las típicas subidas al templo—no producían inquietud alguna y dejaban que se desarrollasen, aunque algunas veces produjeran algún tumulto por la multitud que participa en ellas. Los militares romanos ya sabían lo que se traían entre manos y desde luego no hubieran permitido nada parecido a un ataque revolucionario. Otros tratadistas del mismo tinte revolucionario relacionaron también la actitud guerrillera de Jesús con la expulsión de los mercaderes del Templo.

Pero Jesús quiso dejar claro que era pacífico. Entró en Jerusalén sobre un borriquillo y no a lomos de un impetuoso caballo blanco, rodeado de su guardia de corps. El cortejo real era festivo y propio de una romería. Las gentes le saludaban con ramos de olivo –señal de paz—y palmas. Y, desde luego, fue un gran éxito. Y si bien a las fuerzas de ocupación romana el asunto no les importó nada, no ocurrió así con el conjunto de las autoridades religiosas de Israel, que entendieron perfectamente que esa entrada era religiosa y que añadía un talante de paz y de fiesta muy deseado por el pueblo, pero odiado por el sistema oficial del Templo, ya que era todo un cambio. Y fue esa entrada triunfal lo que precipitó la persecución y muerte de Jesús.

2.- La Iglesia y su liturgia –que derrochan gran sabiduría—han puesto en la misa de hoy ese relato completo de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo para que –digámoslo así—no haya duda sobre que celebramos hoy. Por eso, la liturgia tiene una lectura de júbilo, asociada a la procesión de Ramos y el relato íntegro de la Pasión. En este ciclo A hemos escuchado la Pasión según San Mateo que nos da la idea de que dicha Pasión es testimonio de la voluntad salvadora universal de Dios y de su amor representado en el sacrificio y posterior victoria de Cristo Jesús. Estaréis de acuerdo conmigo que esta lectura en conjunto emociona y deja el alma perfectamente preparada para vivir la Semana Santa –Semana Grande se decía antes--, de la que el Domingo de Ramos es pórtico “físico” e inicio “psicológico”

3.- La paz de Jesús se verá reflejada horas después en su retirada, en su marcha a Betania para descansar con sus amigos, Marta, María y Lázaro. Ante su éxito –y en términos estrictamente religiosos—Jesús podría haber pedido a los Sumos Sacerdotes y Senadores “que le tuvieran en cuenta” dentro de la “religión oficial”. Y quien sabe si esa imposible pretensión de Jesús –fue una de las tentaciones de Satanás en el desierto—de “oficializar” su mesianismo hubiera tenido éxito. Pero tanto Jesús como los líderes religiosos de Israel sabían que eso era imposible. Jesús pedía la vuelta a la religión original de Amor que el Padre esperaba. Los fariseos y saduceos alimentaban un sistema social, político y con formas religiosas, que nada tenía que ver con la misión de Jesús de Nazaret. Por eso, llegada la tarde, Jesús se retiró a Betania a esperar el desenlace de su Misión. Por eso es importante hoy, tras la bendición alegre de los ramos, leer y meditar íntegra la Pasión de nuestro Maestro

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

DOMINGO DE RAMOS

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- El encuentro de este domingo, mis queridos jóvenes lectores, recuerda dos tradiciones litúrgicas. La primera parte compuesta de la proclamación de la Palabra, bendición de ramos y entrada solemne, tiene su origen en la iglesia de Jerusalén, la iglesia madre. La segunda, toda ella celebrada dentro del recinto, es fiel a la tradición de Roma, la que preside a la Iglesia Católica. Esta última es semejante a la de cualquier domingo. Una es rica en colorida, la otra repleta de austeridad.

2.- Una de las entradas de Jesús en la Santa Sión, tuvo mucha importancia. Era el cumplimiento de las profecías, la purificación del lugar santo y el auto-reconocimiento de su mesianidad. Esta actitud irritó a los que mandaban en el Templo. Aunque el cogollo de este lugar, el Santuario, había conseguido con su vaciedad, expresar que la Fe de Israel era en un Dios espiritual, los atrios que lo rodeaban también participaban de su santidad. En el lugar más santo ya no estaba ni el Arca de la Alianza, ni el Propiciatorio, ni las tablas de la Ley, ni la vara de Aarón, ni nada que pudiera insinuar idolatría, que pudiera estimular la imaginación de un dios material o mágico. Jesús no se entrometió allí. Pero los soportales que circundaban la gran explanada, participaban, de su religiosidad, y lo que empezó siendo una ayuda para el peregrino que no podía ofrecer limosnas más que en moneda propia del lugar, o víctimas que era incapaz de trasportarlas desde su domicilio, acabó convirtiéndose en un espacio de negocio que lo profanaba. Explicados estos detalles, comprenderéis la importancia que tuvo para las gentes, la entrada que celebramos hoy.

3.- Jesús se dirigió esta vez solemnemente desde su residencia habitual cuando estaba en Judea: la casa de sus amigos, los hermanos, Lázaro, Marta y María hacia Jerusalén. Era momento álgido, pero se mostró Él a su manera, con la humildad que le era propia. En otros tiempos el borrico podía gozar de prestigio, por entonces los poderosos viajaban a caballo. Le acompañaban al señor los Apóstoles. Seguramente nadie se fijó en Él hasta que, acabada la subida, montó en el jumento y al poco, empezó a descender. La falda de la montaña que llamamos de los olivos, por la abundancia de estos árboles, era lugar de recreo. La gente no estaba ocupada en solucionar sus pequeños problemas sin tener tiempo para nada, como ocurre hoy, estaba en situación apta para descubrir cosas mejores. Se propagó la noticia de quien pasaba por el camino y con ingenuidad se apresuraron a aclamarle. Gritaban hosanna, como en nuestros tiempos hubieran dicho viva o bravo. Cortaron palmas y ramas de olivo y las agitaron, como ahora hubieran aplaudido. Todo solemne, pero sencillo, quien le reconocía no era gente importante, ni poderosa: era el pueblo con sus criaturas ingenuas, las que si callaban, exigirían que hablasen las piedras.

4.- Celebrar esta entrada en la acción litúrgica, debe hacerse con espíritu alegre y fervoroso. Lamento observar que algunos portan sus ramos sin entusiasmo, colgados de la mano, casi arrastrándolos. A los niños más pequeños les han comprado palmas elegantes, con trenzados, las levantan sin saber porque lo hacen. Me decepciona que una vez sus padres han lucido a su retoño y le han sacado la correspondiente fotografía, se vuelven a casa. Por TV observo la procesión en Roma, en la plaza de San Pedro, miro las caras de la juventud. También la bajada hacia Jerusalén de los fieles de la Santa Ciudad. Los forasteros van emocionados, los religiosos y religiosas recogidos en oración, la juventud con su fanfarria, bombo y platillo incluido, atruenan el ambiente. No hay ni rastro de aburrimiento.

5.- ¡Cuánto me gustaría que os reunierais la gente joven, que trayendo ramos grandes, los levantarais como el deportista que triunfa levanta su trofeo, que cantarais con entusiasmo himnos, a Jesús reconociéndolo como vuestro Maestro, Señor y Amigo! Letras como “Christus vincit, Chistus regnat…” cantadas en sus diferentes versiones, penetrarán en vuestro corazón y lo llenarán de Esperanza.

6.- Porque comprobareis que los triunfadores envejecen y declinan sus cualidades, los conjuntos musicales, pierden creatividad, a los líderes políticos se les descubre que no son tan limpios como un día se supuso. Pero la honradez y lealtad del Señor, nunca desaparecen. Tal vez no entusiasmará histéricamente a quinceañeros o quinceañeras, pero nunca os engañara, nunca os traicionara, nunca os abandonará.

Como ejemplo, la lectura evangélica de la Pasión de Cristo, será una demostración de lo que es capaz de aceptar el Señor por los que ama. Cuando queda fija en la imaginación la imagen de Cristo carente de todo y crucificado, tantas cosas que satisfacen nuestra vanidad, nos damos cuenta de que no tienen ningún valor…

7.- La lectura de la Pasión no es un aguafiestas, su testimonio es el patrón con el que mediremos el valor que tiene lo que hacemos y de que, gracias a su sacrificio generoso, del que todos nos podemos aprovechar viviendo en la Iglesia y participando sacramentalmente, podremos, en nuestra vida, realizar grandes cosas por el Reino de Dios.

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