2º domingo
de pascua
Introducción
En
este 2º domingo después de la fiesta de Pascua, seguimos con la alegría de la vida
nueva que Jesús nos conquistó con su muerte y resurrección. Esta nueva
aparición del Resucitado provoca en Tomás y en los otros la necesidad de
profesar a boca llena su divinidad, confirmada ahora por la resurrección que,
como decía san Agustín, nos valió más la duda de Tomás que la fe de los
otros, porque con ella y la confesión posterior nos quitó la espina de duda que
habría surgido en nuestra mente.
Comencemos esta misa alabando a Dios por su
misericordia. Cantamos…
Saludo de bienvenida
Jesús
resucitado vuelve hoy a congregarnos en torno de su altar, donde nos iluminará
con su palabra y nos alimentará con el sacramento de su Cuerpo y Sangre.
Nosotros somos los que creemos en él sin haberlo visto ni antes ni después de
su Pasión y Resurrección, como decía Pedro en su primera carta a los cristianos
de la provincia de Asia, y sin embargo, le creemos, lo amamos y lo seguimos.
Que la gracia y la paz de Jesús resucitado
permanezcan con ustedes.
Acto penitencial
Para que no volvamos a desconfiar como Tomás, ni
que cedamos a la tentación de soltar los remos, reconozcamos nuestros pecados y
pidamos perdón:
Piedad, Señor, pecamos contra ti.
-
Por nuestros egoísmos, que no nos dejan ver las necesidades del prójimo.
-
Por nuestro orgullo y soberbia, que nos dividen y enfrentan entre hermanos.
-
Por nuestras ambiciones desmedidas, que nos hacen perder de vista los bienes
eternos.
Dios omnipotente tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos dé la vida eterna. Amén.
Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Hech
2, 42-47): Lucas, autor de los Hechos de los Apóstoles, nos muestra cómo vivían
aquellos primeros cristianos de la ciudad de Jerusalén, que eran un verdadero
espectáculo que atraía a muchos.
Salmo (Sal
117, 2-4. 13-15. 22-24): Alabemos al Señor por sus maravillas entre nosotros.
Segunda lectura (1Ped
1, 3-9): Pedro escribe desde Roma a la comunidad de la provincia de Asia, para
confortarlos en la lucha que deben soportar por ser cristianos.
Evangelio (Jn
20, 19-31): A la semana del primer día de la Resurrección, Jesús vuelve al
Cenáculo, desea la paz a los suyos y brinda a Tomás la oportunidad de sacarse
las dudas del alma, quien toca con sus manos las llagas de la crucifixión.
Oración de los fieles
Aquellos apóstoles y discípulos no necesitaban
decirle ni pedirle nada a Jesús; con volver a verlo y escucharlo bastaba y
sobraba, ¡qué más! Nosotros, si bien somos los felices que creen sin haber
visto ni oído nada, necesitamos contarle al Señor sobre nuestros gozos y,
sobre todo, sobre nuestras esperanzas.
Comunión
Demos gloria a Dios, iniciando el eterno
intercambio del Cielo, cuando él sea todo en todos, ¡y todos nosotros en él!
Vayamos a comulgar cantando…
Despedida y bendición final
Hoy Jesús resucitado vino para fortalecer nuestra
fe, como lo hizo ante Tomás y sus compañeros. Vino también para ayudarnos a
crecer en el amor fraterno, como en aquella primera comunidad de Jerusalén.
Ahora bien, hoy vivimos otros tiempos y culturas, otras realidades y
circunstancias, pero seguimos teniendo hambre de Dios, de su amor y de fe
verdadera. Para que con nuestra fe y caridad seamos luz del mundo y sal de la
tierra:
Que
el Señor nos bendiga y nos proteja. Amén.
Tenga
piedad y nos muestre su rostro. Amén.
Nos
mire siempre con amor y nos conceda la paz. Amén.
Que
la bendición de Dios omnipotente Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre
todos y permanezca con cada uno de ustedes. Amén.
¡Vayamos
en paz y demos gracias a Dios!
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