24 marzo 2014

Martes 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación

Solemnidad de la Anunciación: Lucas 1,26-38: Darás a luz un hijo

La solemnidad de la Anunciación es, sobre todo, una fiesta del Señor. La liturgia la llama precisamente «Anunciación del Señor». De hecho, lo más importante es el anuncio de la concepción de Jesús, es decir, el comienzo de su vida humana, con la que nos ha traído la salvación. 








Foto: Martes 25 de Marzo –3° del Tiempo de Cuaresma  

Solemnidad de la Anunciación

Isaías 7,10-14; 8,10: Miren la virgen está encinta

Salmo 39, 7-10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad 

Hebreos 10,4-10: Esta escrito: ‘Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad’ 

Lucas 1,26-38: Darás a luz un hijo

Foto: Martes 25 de Marzo –3° del Tiempo de Cuaresma 

Solemnidad de la Anunciación

Lucas 1,26-38: Darás a luz un hijo

La solemnidad de la Anunciación es, sobre todo, una fiesta del Señor. La liturgia la llama precisamente «Anunciación del Señor». De hecho, lo más importante es el anuncio de la concepción de Jesús, es decir, el comienzo de su vida humana, con la que nos ha traído la salvación. 

Con todo, es también, al mismo tiempo, una fiesta de Nuestra Señora, porque la persona a la que se dirigió el ángel era María. 

La liturgia nos presenta en el evangelio la narración de este acontecimiento: un relato dotado de una riqueza espiritual inagotable. El relato está preparado por la primera lectura, donde se refiere un oráculo del profeta Isaías dirigido al rey Acaz, que se encontraba en una gran dificultad; y por un pasaje de la Carta a los Hebreos, que muestra la actitud con que Cristo entró en el mundo. 

Benedicto XVI (S.S. emérito):
La Anunciación a María representa mucho más que ese particular episodio evangélico, por otro lado fundamental: contiene todo el misterio de María, toda su historia, su ser, y al mismo tiempo habla de la Iglesia, de su esencia para siempre; como también de cada creyente en Cristo, de cada alma cristiana llamada. En este punto debemos tener presente que no hablamos de personas del pasado. Dios, el Señor, nos ha llamado a cada uno de nosotros, cada uno es llamado por su nombre. Dios es tan grande que tiene tiempo para cada uno de nosotros, me conoce, nos conoce a cada uno por el nombre, personalmente. Es una llamada personal a cada uno de nosotros. Pienso que debemos meditar varias veces este misterio: Dios, el Señor, me ha llamado a mí, me llama, me conoce, espera mi respuesta como esperaba la respuesta de María, esperaba la respuesta de los Apóstoles. Dios me llama: este hecho debería hacernos estar atentos a la voz de Dios, atentos a su Palabra, a su llamada hacia mí, para responder, para realizar esta parte de la historia de la salvación para la que me ha llamado» (Benedicto XVI, 4 de marzo de 2011).

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