1º domingo de Cuaresma
Introducción a la celebración
Hermanos,
hemos comenzado a prepararnos para la próxima Semana Santa. El miércoles hemos
recibido cenizas sobre la cabeza como signo de conversión y penitencia. Las lecturas bíblicas, hoy nos muestran en
qué consiste esa conversión y penitencia: en luchar y rechazar, como Jesús en
el desierto, las permanentes insidias del demonio, y aferrarnos a la Palabra de
Dios, nuestra tabla de salvación.
Comencemos
cantando…
Saludo
y acto penitencial
Queridos
hermanos, ¡bienvenidos al encuentro del Señor! Que su amor lleno de perdón y
misericordia suscite en nosotros plena confianza en su bondad y salvación. Que
su paz y alegría estén siempre con cada uno de ustedes.
Y
que, tomando conciencia de nuestra pobreza y debilidades, nos pongamos ante
Dios para pedir perdón por lo malo que hacemos y por lo bueno que dejamos de
hacer.
Señor, ten misericordia de nosotros, porque hemos
pecado contra ti.
Repetimos: Señor, ten misericordia de nosotros, porque
hemos pecado contra ti.
Dios
Todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos dé
la vida eterna. Amén.
Liturgia de la palabra
Primera lectura (Gn 2, 79-; 3, 1-7): Comcluidos los cielos y la
tierra, Dios crea su obra maestra, el hombre, que deberá aprender a crecer y
madurar a imagen y semejanza de su Hijo muy amado, Jesús, primogénito de toda creatura, modelo y prototipo de todo ser
humano.
Salmo
(Sal 50, 3-6. 12-14. 17): El hombre, por su debilidad, cae en rebeldía contra
su Creador y Padre, pero Dios no nos abandona, siempre estará con los brazos
abiertos esperándonos para darnos su perdón y salvación. Decimos con el salmo: ¡Piedad,
Señor, pecamos contra ti!
Segunda
lectura (Rom 5, 12-19): Por la desobediancia de
Adán y Eva entró el pecado en el mundo, pero por la obediencia fiel de Jesús,
todos somos salvados y redimidos.
Evangelio (Mt 4, 1-11): Tentado como nuestros primeros padres,
el Hijo eterno de Dios hecho hombre, enfrentó la situación para enseñarnos a
rechazar el mal con la fuerza de la Palabra de Dios.
Oración
de los fieles
Hermanos:
aleccionados por la Palabra de Dios y conscientes de que, con su ayuda, todo lo
bueno es posible, así como al principio, pidamos perdón por nuestros pecados,
supliquemos ahora fortaleza y perseverancia en el seguimiento de Jesús.
A
cada intención pedimos: “Devuélvenos,
Señor, la alegría de tu salvación”
ü Señor Jesús, modelo del hombre nuevo: anímanos y
ayúdanos a seguirte fielmente por el camino de la verdad y la santidad. Oremos.
ü Verbo eterno del Padre, tú no te quedaste en
palabras, sino que encarnaste lo que enseñabas: fortalece nuestra voluntad para
vivir cuanto creamos. Oremos.
ü Tú eres el amor del Padre en acción redentora: que
esta Cuaresma nos anime a seguirte fielmente, con la cruz al hombro, venciendo
tentaciones y cobardías. Oremos.
ü Jesús, luz de Dios para todo hombre, que también
nos quieres como sal y luz de un nuevo mundo: danos ser buena levadura en el
hoy y aquí que vivimos. Oremos.
ü Jesús bendito, nuestros difuntos viven junto a ti
en torno al Padre: concédeles eterno descanso y que ellos rueguen para que no
nos cansemos en tu seguimiento. Oremos.
Oremos:
Señor Jesús, tan Dios como tu Padre, tan hombre como nosotros, venido a
mostrarnos la verdad y el amor de Dios y a luchar contigo contra toda acechanza
del mal, que unidos codo a codo en tu Iglesia y ayudados por tus ángeles y
santos, logremos construir un mundo nuevo como antesala feliz del cielo. Amén.
Presentación
de las ofrendas
Por
nosotros mismos, ¿qué somos? Todo cuanto somos, tenemos y podemos es don de
Dios. Por eso en estos momentos, devolvemos a Dios lo que él nos dio cuando
dijo: “les doy las plantas, las semillas, los animales, las fuerzas de la
naturaleza. Hagan producir todo eso para bien de todos ustedes”. Y aquí
presentamos pan y vino, frutos de la tierra elaborados con el ingenio y las
fuerzas que también de él recibimos, y él acepta complacido como si fuera
nuestro, y nos lo devolverá hecho Cuerpo y Sangre de su amado Hijo Jesús para
nuestra comunión. ¡Cuánta ternura de este Dios puro amor por sus creaturas! Cantamos…
Comunión
Dios
y Padre que todo nos da, ahora nos devuelve el pan y el vino trastocados en el
Cuerpo y la Sangre de su amado Hijo Jesús, porque nos quiere una sola cosa en
él como bien lo dijo Jesús: “Padre, como tú en mí y yo en ti, quiero que ellos
sean uno en nosotros”. La Misa es fiesta de común-unión: todos nosotros en
Jesús y, unidos en él, todos uno con el Padre en la unidad del Espíritu Santo,
rechazando toda tentación de división y enfrentamiento entre hermanos.
Cantemos…
Despedida y bendición final
La
Misa no termina aquí en el templo, sino que ¡ahora la empezamos a vivir!,
remando sin descanso contra la correntada del mal, que sólo busca destruir la
obra de Dios dividiendo y enfrentando a sus hijos. Hoy vimos cómo el demonio
quería apartar a Jesús de la misión que el Padre le encomendaba. Busquemos la
unidad de los hijos de Dios. ¡Que esta Misa y Comunión nos den fuerzas para conseguirla
a lo largo de la semana!
Y que el Señor nos bendiga y nos proteja, tenga
piedad y nos muestre su rostro, nos mire siempre con amor y nos conceda su paz.
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