Señor Jesús, que conoces nuestras debilidades y lo lejos que estamos de lo que nos dijiste, acoge nuestros deseos, que son mayores que nuestras realidades:
• Señor Jesús: no dejes que proclamemos tus bienaventuranzas como un programa y no como una buena noticia porque no nos atrevemos a creer que pueda ser verdad la felicidad que prometen.
• Señor Jesús: que tu Iglesia sea “pobre y de los pobres”, empezando por nosotros. Que, ante la tragedia del consumismo y el cambio climático, cambiemos nuestro estilo de vida, no por un obligado decrecimiento a causa de la crisis, sino por el convencimiento de nuestra injusticia y por la llamada de tu Espíritu.
• Señor Jesús: que en medio de un mundo lleno de agresividades y violencia en nuestras vidas, que llega hasta los límites de la intransigencia, el fanatismo y la guerra, seamos hacedores de paz y de diálogo, desde nuestras familias y amistades hasta nuestra sociedad, nuestro país y hasta en las relaciones internacionales.
• Señor Jesús, que conoces nuestras obras y nuestro servicio a favor de tu Evangelio. Sabes que luchamos por mantenernos fieles. No permitas que descuidemos la alegría y todo lo que tiene de gozoso tu seguimiento.
• Señor Jesús; ayúdanos a fiarnos de los caminos extraños que, según el evangelio, dan acceso a la felicidad: la puerta estrecha de la sobriedad de vida; el compartir, como proyecto alternativo al poseer; la gratuidad como fuente de tu memoria.
Sabemos que lo tienes difícil con nosotros, pero tu paciencia es infinita y tu amor más grande que nuestra pequeñez. Empújanos siempre en la línea de aquello que deseamos y te hemos expresado en nuestras peticiones.