Para Juan y sus contemporáneos Jesús es un caso desconcertante. Es uno cualquiera, a primera vista, pero algunos dicen de Él cosas decisivas. "Ese" que "está entre todos" y es "como los otros", sobresale por encima de todos. Algunos se dan cuenta y, cuando sucede, tienen la misión de dar testimonio de Él. Cuando a Jesús se le descubre surge inmediatamente la actitud de señalar con el dedo y anunciar el oráculo más importante de la historia: "Ese es..."
Jesús es Salvador. El cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es impresionante ver la concordancia que hay entre la experiencia primera de Jesús y los movimientos actuales. Jesús es Salvador; de Él viene esta oferta y vigor, que es don de Dios, gracias a la cual estamos salvados. Se tiene la experiencia de que él salva. Nos libera de la mentira, de la suciedad, la podredumbre personal y colectiva.
Gracias a Él está definitivamente aclarado que hay dos mundo antagónicos y que uno sólo es el verdadero. Los que, por Jesús, se ven lanzados a la verdad, al servicio, a rehacer todo desde los cimientos, a enfrentarse valientemente al reino de la injusticia, se sienten salvados en Él.
Gracias a Él está definitivamente aclarado que hay dos mundo antagónicos y que uno sólo es el verdadero. Los que, por Jesús, se ven lanzados a la verdad, al servicio, a rehacer todo desde los cimientos, a enfrentarse valientemente al reino de la injusticia, se sienten salvados en Él.
Jesús es más grande que todos nosotros. Los que nos sentimos salvados por Él, sabemos que es de Él de quien nos viene la salvación. Nos sentimos en solidaridad de Él, experimentando que Él mismo es la fuente de esa solidaridad. Podemos decir como Juan: "está delante de mí", y "es anterior a nosotros".
Jesús Burgaleta
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