Hoy es martes, 28 de enero.
Profundizar en la oración es entrar en una relación personal con un Dios que nos va resultando más familiar. Con el que crece la confianza a la par que el asombro y la adoración, por quien es el Señor de la vida. Mientras dejo que el silencio se haga en mi interior, me hago consciente de que Dios está aquí, conmigo, guiando mi oración. Para tener un rato de intimidad y comunicación sencilla.
La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 3, 31-35):
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.»
Les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»
Y, paseando la mirada por el corro, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»
En este fragmento, es la propia familia de Jesús la que intenta frenarlo. Y es que la invitación de Jesús a seguirle, a menudo nos pone ante un conflicto con los más cercanos. Por decisiones que cambian la vida. Por gestos de gratuidad que no tienen sentido. ¿A qué me invita Jesús? ¿Me ha dado miedo alguna vez esa invitación que él me hace?
Jesús al escuchar que lo esperaban fuera, miró a aquellos que le rodeaban: discípulos, hambrientos, pobres, enfermos y buscadores sinceros de Dios. Con gran ternura, Jesús les dijo que sólo por seguirle, por cumplir con la voluntad de Dios, ya se habían convertido en su familia. Me detengo a mirar a los que me rodean, los que comparten conmigo la fe.
Jesús nos invita a vivir en comunidades y familias abiertas, que no se cierren sobre sí mismas en sus propios intereses. De algún modo los excluidos y los marginados y todos aquellos a quienes Jesús invita a seguirle, tienen las puertas abiertas para entrar. Y para mí, ¿cuál es el lugar de ellos en mi vida? ¿Se traduce en tiempo, en compromiso, en presencia, en dedicación?
Vuelvo a leer el texto. Ahora sintiéndome dentro de la escena. Como aquellos que estaban en el corro alrededor de Jesús. Escucho cómo Jesús pasa la mirada por quienes lo rodean. Y cómo se acerca a ellos haciéndoles formar parte de la intimidad de su familia, de su círculo más cercano. Siento la invitación a entrar en esa casa y en esa relación.
Gracias a Jesús sabemos que Dios es Padre y hoy descubrimos también que el mismo Dios se hace nuestro hermano. Puedo tener ahora un momento para dirigirme al Padre y darle gracias por esta oración, por la invitación a seguir a Jesús y por hacerlo con aquellos con los que comparto la fe. Puedo presentarle los nombres que forman parte de mi historia y pedir al Padre por cada uno de ellos.
Dios y Padre nuestro, aquí estamos para hacer tu voluntad.
Acoge nuestro deseo
y sostén con tu Espíritu nuestra oración.
Acoge nuestro deseo
y sostén con tu Espíritu nuestra oración.
Haz que sea realidad cotidiana
la promesa de nuestro bautismo:
pertenecer a tu familia día tras día,
hasta la consumación de los siglos.
la promesa de nuestro bautismo:
pertenecer a tu familia día tras día,
hasta la consumación de los siglos.