18 diciembre 2013

Reflexión, 18 diciembre

No podemos comparar la Anunciación a María (Lc 2, 1-20) con ésta de José porque la diferencia salta a la vista. Toda la perícopa que nos ocupa es redaccional. Es probable que este relato formara parte de una tradición oral previa a Mateo donde José desempeñaba un papel central.
La breve frase con la que comienza este texto, “La generación de Jesucristo fue de esta manera...” conecta con Mt 1,1 que dice: “Genealogía de Jesús, Mesías, Hijo de David, Hijo de Abraham” y explica el v.16: “Y Jacob, engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Mesías”. Pero no podemos considerar, como defienden algunos autores, que para Mateo este texto sea como una nota a pie de página explicativa de la genealogía.
El v.19 sitúa a José en el punto central del relato. José es justo porque no ha difamado a María, sospechosa de adulterio, con un proceso de divorcio. Todo el peso del texto recae en el mensaje que el ángel dirige a José, el hijo de David. Mateo vincula el nacimiento de Jesús a la historia entera de su pueblo, resumida y caracterizada en la genealogía, y pone el relato en relación con las escrituras judías del AT (1,22).
A Jesús se le llama Enmanuel. Esta alusión al ser-con-nosotros de Dios recorre todo el evangelio (17,17; 18,20; 26,29) e incluso podemos afirmar que Mateo creó una inclusión con esta referencia y el “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Aunque para Mateo, el nacimiento virginal no es central en su fe, es una afirmación que le ayuda a entender el “Dios con nosotros” como una acción real de Dios sobre Jesús en la historia. La actividad creadora de Dios, a lo largo de las generaciones de Israel, interviene ahora en la aparición de Jesús.
No vamos a entrar en el interrogante de si José conocía el embarazo de María por el Espíritu antes del anuncio del ángel; de si María, repudiada, quedaría expuesta a la vergüenza pública; de si José se comporta así con ella por cumplir la ley veterotestamentaria o por amor... porque Mateo no se plantea nada de eso. En la intimidad de una familia judía, interviene discretamente y “poderosamente” el Dios de Israel mediante su Espíritu y mediante un enviado. ¿Sentimos a Dios interviniendo así en nuestra historia? ¿Hemos preparado la llegada de Jesús a nuestra vida?
Ana Unzurrunzaga Hernández, ccv

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