XV Jornada de la Vida Consagrada
2 febrero 2011
Queridas hermanas,2 febrero 2011
Queridos hermanos:
La próxima Jornada de la Vida Consagrada, en la festividad de la Presentación de Jesús en el templo, es una buena ocasión para celebrar con gozo y agradecer con humildad el don que el Señor ha hecho a nuestras vidas y, a través de ellas, a su Iglesia.
Todos recordáis que uno de los objetivos que señaló el Papa, al instituir esta Jornada en 1997, era precisamente invitar a las personas consagradas “a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas,…y hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en el mundo”.
Celebrar con gozo y agradecer al Señor la responsabilidad de nuestra presencia misionera en la Iglesia; para quien la vida consagrada es “un don precioso y necesario también para el presente y el futuro porque pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su misión” (VC 3). No sólo tenemos, pues, una historia llena de servicios extraordinarios a la evangelización, sino una historia futura por construir, con la que estamos comprometidos, sabedores de nuestras pobrezas y debilidades, pero conscientes también de la fuerza del Espíritu que nos apremia y la confianza de la Iglesia que continúa envíándonos.
Os invito a releer con gratitud, las palabras que, en varias ocasiones, Benedicto XVI ha dedicado a la vida consagrada en los últimos meses. Así, aludiendo a nuestro quehacer evangelizador nos decía: “Deseo expresar mi vivo agradecimiento por lo que hacéis en la Iglesia y con la Iglesia a favor de la evangelización y del hombre”. Nos definía como “buscadores de Dios”: ¡Sed siempre buscadores y testigos apasionados de Dios¡” y ha recordado la multitud de fronteras, en la Iglesia y en el mundo, donde le buscamos con fidelidad a nuestros propios carismas. Y concluía renovando su envío: “la misión forma parte de vuestra identidad; os impulsa a llevar el Evangelio a todos, sin fronteras…Id, por tanto, y con fidelidad creativa haced vuestro el desafío de la nueva evangelización. Renovad vuestra presencia en los areópagos de hoy para anunciar, como hizo San Pablo en Atenas, al Dios ‘ignoto’.” (A los Superiores Generales 26 novbre 2010).
Estas palabras entroncan bien con el lema escogido en España para celebrar esta Jornada: Firmes en la Fe. Jóvenes consagrados, un reto para el mundo, que se inspira en el encuentro de Benedicto XVI con los jóvenes de todo el mundo en la JMJ del próximo agosto.
“Firmes en la fe”: será siempre el desafío y el anhelo esencial de nuestras vidas consagradas: permanecer arraigados en la roca que no se desmorona ni cede ante los vientos y las tempestades; llamados a dar testimonio del primado absoluto de Dios, del sentido trascendente de la vida y de los valores que ello comporta, ofreciendo a nuestra sociedad un estilo de vida alternativo donde prive la centralidad de Dios.
Firmes en la fe para ser signos de gratuidad y amor en una sociedad que corre el peligro de verse asfixiada en la confusión entre lo efímero y lo útil, atestiguando la sobreabundancia de amor que impulsa a “perder” la propia vida para ganar la verdadera. (cfr Benedicto XVI, 2 febrero 2010)
La fe como adhesión personal a Jesucristo, amado apasionadamente, que no se confunde con la intransigencia ni el fundamentalismo, sino que provoca una relación personal con el Dios vivo, que nos elige para enviarnos al mundo; la vida consagrada expresa así la búsqueda de Dios y del hombre que es esencial a su identidad.
Firmes en la fe para ser signos de gratuidad y amor en una sociedad que corre el peligro de verse asfixiada en la confusión entre lo efímero y lo útil, atestiguando la sobreabundancia de amor que impulsa a “perder” la propia vida para ganar la verdadera. (cfr Benedicto XVI, 2 febrero 2010)
La fe como adhesión personal a Jesucristo, amado apasionadamente, que no se confunde con la intransigencia ni el fundamentalismo, sino que provoca una relación personal con el Dios vivo, que nos elige para enviarnos al mundo; la vida consagrada expresa así la búsqueda de Dios y del hombre que es esencial a su identidad.
Firmes en una fe en Jesucristo de la que brota un compromiso efectivo por la justicia, la paz, la creación, la reconciliación entre los pueblos, construyendo puentes en medio de las divisiones de una sociedad fragmentada.
Firmes en la fe en el Dios de Jesucristo, fundamento de nuestra esperanza. En esta esperanza nos gozamos, y desde ella nos encaminamos al futuro. Puesto que, como ha recordado el Papa, “la vida consagrada no podrá morir ni faltará a su Iglesia: ha sido querida por el mismo Jesús como parte inamovible de su Iglesia.” (5 noviembre 2010)
“Nacer de nuevo para una esperanza viva” afirmábamos en la Asamblea de CONFER del pasado Noviembre. “Nacer de nuevo”, es decir, dejarnos “revitalizar” por el Espíritu, una tarea de conversión siempre presente, que nos haga, en fidelidad creativa, descubrir nuevos modos de recorrer hoy los caminos del seguimiento de Jesucristo, y cómo llegar a ser escuela de comunión y esperanza para un mundo a quien Dios en su amor nunca abandona. “Porque la Iglesia tiene necesidad de una vida consagrada que afronte con valentía y creatividad los desafíos del tiempo presente” (Benedicto XVI, a los RR de Roma, diciembre 2005)
El lema de nuestra Jornada hace referencia explícita a los jóvenes consagrados. Una realidad que demuestra que la vida religiosa sigue teniendo un atractivo particular en nuestro tiempo, que puede llenar vidas exigentes y engendrar felicidad en su entorno. La donación gratuita y generosa de la propia persona fascinada por la llamada del Señor, la felicidad de su consagración, la vida en comunión fraterna, el entusiasmo por el anuncio de Jesucristo y el servicio a los más pobres, son los retos de estos jóvenes religiosos a la cultura de hoy. Como son los de los religiosos y religiosas de corazón joven para amar y apasionarse por el Evangelio, desgastados en la alegría y en el gozo de servir a Dios y al hombre, llenos de años de experiencia, pero disponibles para acoger la voz del Espíritu que nos hace “nacer de nuevo”; así la vida religiosa recobra su juventud y renace para “una esperanza viva”. Esta es la exigencia de nuestro tiempo y el fruto del permanecer “firmes en la fe”, porque nos hemos dejado seducir por Jesucristo.
Quisiera para terminar, dirigirme con gratitud, desde la comunión eclesial, a las comunidades cristianas con las palabras de Bendicto XVI: “si la vida consagrada es un bien para toda la Iglesia, algo que interesa a todos, también la pastoral que busca promover las vocaciones a la vida consagrada debe ser un compromiso sentido por todos: obispos, sacerdotes, consagrados y laicos”. (5 noviembre 2010)
Elías Royón, S.J.
Presidente de CONFER
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