Tocaste al leproso que se te acercó
porque tu compasión
se desborda al vernos
y lo tuyo no es poner trabas al amor.
Y pronto empezó tu itinerario
por las afueras
sin poder entrar en ciudades
y poblados
ni dejarte ver en plazas y sinagogas.
Aceptaste la periferia sin temor
y sin queja
para poder acoger a los nadie
de la religión, sociedad y cultura.
No hiciste problema
de tal situación impuesta
ni te justificaste ante condiciones
tan adversas,
sino que viviste la vida
con libertad y alegría.
Y nosotros tan preocupados
de nuestro nombre y familia,
de nuestros títulos e historia,
de nuestra dignidad y honra,
de nuestras buenas apariencias
y de quedar bien en la plaza pública.
¡Qué contraste de vidas!
Florentino Ulibarri
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