ASTUCIA
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Os puede desconcertar, mis queridos jóvenes lectores, la lectura del evangelio del presente domingo. Hablo de las sentencias finales, pues la historieta tiene una cierta gracia. Que a uno le despidan de la empresa multinacional es una casi común realidad de hoy en día. Se le llamará reducción de personal, liquidación o desplazamiento de lugar de producción, se le llamará como se quiera, el caso es que hay gente que, de la noche a la mañana, se encuentra de patitas en la calle, aunque no la hayan echado de una productora global donde laboraba. A veces, como en el caso de la parábola, el interfecto se lo merece. No os habrá chocado la narración, de aquí que, tal vez, no os hayáis fijado en las sentencias finales. Voy a dedicarles unas cuantas líneas a algunas, no a todas.
Es posible que en catequesis, en clases de religión o en actividades semejantes, se os recomiende la piedad, a veces insulsa. No hay duda que desde pequeños os han dicho que debéis evitar las peleas entre hermanos o compañeros. También que no digáis mentiras. Es evidente que estos consejos son buenos, pero sinceramente, si os quedáis con su sólo cumplimiento, ser cristiano pensareis, resulta un poco aburrido. Una vida bastante pasiva. Yo no sé, mis queridos jóvenes lectores, si conocéis un poco la panorámica espiritual de hoy en día. Me temo que os hablan más de la superabundancia de CO2 o del agujero de la capa de ozono, cuestiones que no os niego son importantes, pero se pretende ignorar la penuria de valores de honradez, el atractivo que tiene la heroicidad del martirio y otras muchas cosas más, precisas todas ellas, para vivir en plenitud el cristianismo. A mí personalmente, me preocupa más una realidad acuciante: con frecuencia, cada uno procura por sí mismo, el simple filete de una cualquiera de nuestras comidas, vale más que lo que puede consumir durante todo un día, mucha gente del Tercer Mundo. Aquella sabrosa carne, o aquel apetitoso pastelito, conseguido gracias al gran comercio o a industrias multinacionales, opresoras de naciones que poseyendo riquezas naturales no están capacitadas para administrárselas, en las que estamos sumergidos, resultan ser alimentos injustos. (No pueden faltar en la dieta los hidratos de carbono -los macarrones que tanto os gustan- ni la fruta con su fibra, no hay que olvidarlo. Pero ¿os habéis dado cuenta de que cuando estáis diciendo que no queréis aquel plato de pescado azul, el de mejor valor alimenticio, estáis despreciando a tanta gente joven que debe contentarse con una ración de manioc, adornado con insectos secos? No os extrañe que el Señor, a una tal riqueza de la que gozamos, la llame injusta.
3.- ¿Qué solución nos propone? ¿Debemos irnos al bosque a vivir de vegetales silvestres? ¿Debemos dejar de comer y caer en la consabida anorexia? Ambas actitudes serían erróneas y nada solucionarían. Con nuestras riquezas, aquel dinero que os dan para chucherías o para poder ir al cine, ganaos amigos, es decir, colaborar en ayuda al Tercer Mundo o al Cuarto Mundo, que tal vez esté próximo a vosotros. Dejar de pretender que os compren ropa de marca o de beber refrescos caros. El organismo humano necesita agua, (se dice que un 80% de él se compone de H2O), pero no es preciso que venga vehiculado en cualquier cola. Con lo que dejáis de gastar, al darlo generosamente, os procuraréis amigos pobres, anónimos. Serán ellos los que, al morir vosotros, os abrirán las puertas del Reino de los Cielos.
Os he dicho que seguramente no os han recomendado que aprendáis a practicar una virtud cristiana que, como tal, es bastante desconocida: la astucia. Los antiguos pueblos semitas la apreciaban en gran manera, aunque a veces, como en el caso del comportamiento de Jacob con su hermano, vaya acompañada de trampa engañosa, proceder que no es bueno. Nosotros, frecuentemente, ignoramos esta picardía, de aquí que, siendo tantos los cristianos, observemos lamentablemente, como dirigentes y organizadores de la cosa pública sean amos tiránicos, que gobiernen de acuerdo con intereses personales o de partido, más que procurando el bien común general. Mis queridos jóvenes lectores, no os toca ahora pretender ser dirigentes políticos o líderes sindicales, pero podéis influir en vuestra clase, en vuestro taller, en vuestro equipo, en vuestra pandilla, preparándoos para influir cuando seáis adultos en el bien colectivo.
4.- En otro momento el Señor Jesús nos pidió que fuéramos astutos como serpientes, no lo olvidéis, aunque, para que no nos alejáramos de la nobleza, nos dijo que cándidos como palomas. Vivir un cristianismo así, honrado, fiel, austero, pero con un buen puñado de astucia se convierte en una existencia más interesante que un viaje a la Antártica o una expedición al Amazonas. Sin olvidar que de unos tales desplazamientos podemos conseguir fotografías o traernos souvenires, pero nunca la seguridad de que tenemos reservada, para cualquier momento en que nos llegue, una plaza eterna en la compañía feliz del equipo de Jesús o de la pandilla de María, que es lo mismo.
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