MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos hermanos a la celebración de la Santa Misa en este IV Domingo de Adviento.
Hoy la liturgia adquiere un color mariano, y más en este año en que solamente nos separa un día para la Navidad. El recuerdo de la Madre no interrumpe ciertamente el ritmo del Adviento ni la dinámica de la preparación a la Navidad. María fue la que mejor vivió el Adviento y la Navidad.
Con esos sentimientos, preparémonos también nosotros, como María, para recibir a Jesús en esta Santa Eucaristía. De pie, cantamos...
MONICIONES A LAS LECTURAS
OPCIÓN 1: Monición única para todas las lecturas
Tanto la primera lectura como el salmo responsorial recuerdan la alianza que el Señor hizo con el rey David al asegurarle que su dinastía se mantendría para siempre en el trono de Judá. Esa promesa se cumplirá en Jesús, el Mesías esperado cuyo Reino no tendrá fin, el Hijo del Altísimo concebido en el vientre de una humilde muchacha de Nazaret. Éste es el misterio que, según la carta a los Romanos, Dios había mantenido en secreto desde la eternidad y ahora es anunciado como Buena Noticia a todas las naciones. Escuchemos atentos.
Opción 2: Moniciones para cada lectura
Primera lectura (Samuel 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16)
Después de construir una morada para Yahveh, el libreo de Samuel recoge la gran promesa del reino mesiánico hecha por Dios a David por el profeta Natán. Escuchémosla.
Salmo responsorial (Salmo 88)
El salmo 88 nos invita a una alabanza agradecida a Dios y también a recordar la promesa hecha a David. Nos unimos al salmista contestando todos:
Segunda lectura (Romanos 16, 25-27)
Pablo se siente orgulloso de haber sido el designado para anunciar a las naciones el misterio de Cristo, escondido desde los siglos, y ahora revelado para que todos los pueblos lleguen a la fe.
Evangelio (Lucas 1, 26-38)
Escucharemos ahora el relato del anuncio más importante en la historia de la salvación, dirigido a una joven Virgen de la estirpe de David, en cumplimiento de la promesa escuchada en la primera lectura...
Presentación de las Ofrendas
Ahora que nos acercamos más a la Navidad, ofrezcamos, con el Pan y el Vino, nuestro corazón para que el niño Jesús pueda nacer en él.
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