05 julio 2020

El Dios de Jesús de Nazaret

EL DIOS DE JESÚS DE NAZARET. | DON QUIJOTE, PREDICADOR Y TEÓLOGO

1.- Es ya un tópico la afirmación de que las primeras generaciones cristianas fueron perseguidas bajo la acusación de ateas. La frase es excesiva, sin duda. El ateísmo de los cristianos no era, naturalmente, una simple y rígida negación de Dios, sino un rechazo absoluto de la pluralidad de dioses que el Imperio Romano honraba.

Y más: El Dios de los cristianos no era el Dios de los filósofos y de la sabiduría. Era el Dios de Jesús de Nazaret. Nada de cuanto la filosofía pudiera afirmar de Dios resultaba ajeno al pensamiento cristiano; pero la relación del hombre con Dios no se inspiraba en las afirmaciones filosóficas, sino en la revelación que de Dios había hecho Jesús de Nazaret. Y esto continua hoy vigente, hasta el punto que no faltan quienes hablan del cristianismo como de una anti-religión, siempre que por religión se entienda el entramado de relaciones entre el hombre y Dios, de acuerdo con los datos que la filosofía aporta sobre el Absoluto.

2. – El cristiano, por el contrario, se refiere al Dios revelado en Jesús que es siempre un Dios de salvación, desinteresado en su acercamiento al hombre, no dominador de éste, sino servidor de luces y estímulos para que el hombre se entienda a si mismo, entienda a los demás y acierte a valorar y servirse de las realidades de este mundo, con ánimo de crear una sociedad justa y fraterna. El cristiano acepta al Dios que se nos ha hecho presente en Jesús “no para condenar al mundo, sino para salvarlo”. La página del evangelio de san Mateo que hoy nos brinda la liturgia insiste en esta nota especifica de la fe cristiana: “Nadie conoce al Hijo más que el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

3. – El Dios de Jesús es Dios de iniciativa salvadora. Gratuito en modo total, sólo persigue el bien del hombre a quien se manifiesta. No busca la defensa de sus derechos; no reclama la sumisión de los hombres. Propone al hombre un mensaje de reconciliación en el que el hombre encuentra los datos mayores para la clarificación del misterio de la existencia y la promesa de una salvación que plenifica el vivir humano, lo asienta y lo libera de las caducidades a que la vida en el tiempo y en el limite esta siempre expuesta.

El Dios de Jesús es Dios de donación, de aproximación al hombre para que en su palabra indicara al mundo “el camino, la verdad y la vida”. Aceptar la palabra de vida es asumir la más radical verdad de la existencia humana. No es cargar con obligaciones impuestas desde el exterior, de manera despótica o arbitraria; es aceptar un modulo de comportamientos en cuyo seguimiento el hombre encuentra su mas radical realización. De ahí la afirmación de Jesús que el evangelio recoge: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrareis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero, y mi carga ligera”.

4. – El Evangelio de la liturgia de este domingo recalca que el espíritu que debe inspirar nuestra vida diaria y nuestra comunidad cristiana es la mansedumbre y la humildad porque ése es el espíritu de Cristo. El representante de Cristo que sea agresivo o soberbio puede hacer cualquier cosa menos presentar de nuevo (re-presentar) a Jesucristo. El yugo de Cristo es contrapuesto, en este Evangelio, al yugo de la Ley, porque el yugo de Cristo es, si es el de Cristo, un yugo suave y cuyas cargas tienen que ser percibidas como ligeras. Si el yugo que se nos presenta como el de Cristo nos resulta pesado o más pesado que el de la Ley es que ya no es el yugo de Cristo.

Quizás lo que más llamó la atención de la predicación de Cristo es que no era ni para santos, ni para “iniciados”. Nada tenían que hacer como oyentes de Jesús los muy sabios o los ya santos. Y no había manera de prepararse para entender esa predicación por medio de cursos especiales o técnicas escogidas. Escuchar el Evangelio era un asunto de vida y corazón. Porque el cristianismo no es una religión para saberla, sino una fe para vivirla.

Y ello es así porque el cristianismo no fue, en su origen, una religión, sino una revelación a la que la gente concreta respondía con una actitud de fe, actitud que modificaba y afectaba la vida entera. En el cristianismo no se pretende revelarnos qué podemos hacer nosotros por Dios, sino todo lo que Dios ha hecho por nosotros y todo lo que Dios está dispuesto a hacer por nosotros. En el fondo: Se trata de una revelación del amor incondicional de Dios; que es incondicional precisamente con quien no llena las condiciones. Como dice nuestro pueblo: “Amor con amor se paga”; ¿cómo responder al amor de Dios sino con amor?

5. – Contra todo lo que puede parecer a la vista de lo que sucede en nuestra vida diaria, el cristianismo no tiene que ver con cosas, y menos todavía, con las cosas, sino con las personas. El cristianismo no tiene por qué ser una religión de ritos, sino de relaciones. De las relaciones entre un Dios que lo pone todo, porque Él es amor incondicional, porque Él tiene siempre la iniciativa, y sus hijos pecadores.

El cristianismo es una fe para mansos, para pobres, para sencillos, para oprimidos y segregados, para aquellos que necesitan de Dios radicalmente, para ellos que necesitan de Dios como necesitan de la comida… y en la misma proporción.

Antonio Díaz Tortajada

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