03 diciembre 2015

Jueves I de Adviento

Hoy es 3 de diciembre, jueves de la primera semana de Adviento, festividad de San Francisco Javier.
Cada día nos disponemos al encuentro con el Dios de Jesús. Respirando hondo, dejando que el aire del Espíritu entre hasta lo más profundo e inunde nuestro propio espacio, temporal, físico y espiritual. Deseamos ese abrazo transformante, que desde dentro, y desde fuera, nos abre al misterio. Aquí estoy Señor, quiero sentarme a tu lado, ¿puedo? Claro que puedo. Tú lo deseas tanto o más que yo. Y ahí estás esperándome.
La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 16, 15-20):
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

¿He pensado alguna vez que el Señor me quiere Buena Noticia para los demás? Y sorprendentemente no tengo nada que hacer para ello. ¿Soy capaz de creerlo?
Algo tan sencillo como esto se encuentra tras la invitación y mandato de Jesús. Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. Sólo tengo que creer, confiar, y dejarme hacer por su misericordia. Fijar los ojos en él para mirar donde él mira y aprender a mirar como él. Todo lo demás vendrá por añadidura. A él le corresponde actuar, a mí quitar estorbos y dejarme disponer por él.
Vuelve a leer estas palabras de Jesús que hoy se dirigen a ti personalmente. Y a todos los buscadores de Dios. Deja brotar el agradecimiento resucitado al reconocer todo lo que Dios hace en ti y a través de ti. Eres Buena Noticia. El abrazo del Dios de Jesús te transforma en Buena Noticia para los otros. Y así eres capaz de llegar a toda la creación.
Hazte consciente de nuevo de dónde y con quién estás. Jesús se sienta a la derecha de Dios. Y tú le acompañas. Es un lugar privilegiado. Ahí Dios saca lo mejor de ti. Te convierte en evangelio vivo. Háblale de tus sentimientos y emociones en este rato. Pídele que aumente tu fe para ver que eres Buena Noticia, porque así lo quiere Dios.
Termina en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, sintiéndote abrazado por los tres.
Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

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