08 junio 2014

Homilías 3. La Santísima Trinidad 15 junio

1.- REAVIVEMOS NUESTRA FE EN DIOS, UNO Y TRINO

Por Antonio García-Moreno

1.- MISTERIO DE AMOR.- El libro del Éxodo nos narra hoy uno de esos encuentros íntimos entre Yahvé y Moisés. Encuentro del hombre con Dios en el que la ínfima pequeñez de la naturaleza humana entra en relación con la infinita grandeza del Altísimo. Misterio profundo de este Dios nuestro, Uno y Trino, esencialmente amor, comunicación permanente de benevolencia.


Tres divinas personas que se aman desde toda la eternidad. El Padre, que engendra al Hijo, y el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. Una sola naturaleza divina y tres divinas personas, que no son tres dioses sino un solo Dios. Iguales en todo, en la divinidad, en la gloria, en la majestad. Como es el Padre así es el Hijo y así el Espíritu Santo: increado, inmenso, eterno, omnipotente. En la Santísima Trinidad nada es anterior o posterior, nada mayor o menor, sino que las tres personas son coeternas entre sí e iguales.

Dios es compasivo, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad, en amor y fidelidad, en bondad y en verdad. Ante este profundo misterio de amor que eres Tú, mi Dios Uno y Trino, sólo nos queda postrarnos por tierra, en actitud de honda adoración.

Moisés se siente anonadado ante la infinita grandeza de Dios, ante ese misterio indescifrable que es el amor divino. Ese amor que es fuerte y abrasador, grande hasta los celos, ese amor siempre vivo, esa bondad que no conoce la traición ni el olvido, ese cariño que permanece eternamente el mismo, siempre fiel y leal, misericordia que se repite de generación en generación.

Animado por esa extraordinaria grandeza del amor divino, Moisés se atreve a interceder por su pueblo, a pesar de que ese pueblo es terco y contumaz, recalcitrante en su actitud de pecado, en su desobediencia a Dios... Del mismo modo yo me atrevo, díselo también tú, a hablarte confiadamente, a pedirte con sencillez. Perdona nuestros pecados, disimula nuestras villanías. A ti te es propio el compadecer y el perdonar, incansablemente. Compadécete, una vez más, de nosotros. Y haz que ante tu infinito amor y tu eterno perdón, se despierte en nuestros corazones un amor profundo y sincero que, con una entrega incondicional y generosa, corresponda a tu maravilloso misterio de amor.

2.- EL QUE CREA SE SALVARÁ.- Nicodemo temía a sus correligionarios, y a causa de ese miedo a que le vieran con el Rabbí de Nazaret, acude a verle cuando ya era de noche. Los fariseos, los ancianos y los escribas desconfiaban de aquel visionario que arrastraba a las gentes, como habían hecho en aquella época de expectación otros seudomesias. Nicodemo, fariseo él también, ha intuido, sin embargo, que el caso de Jesús de Nazaret es muy distinto. Por eso acude a conocerlo de cerca, para sondearle, para oírle hablar sobre su doctrina, para saber de modo directo cuál era su mensaje y cuáles sus propósitos.

Jesús le acoge amablemente y le habla. Sus palabras sorprenden y desconciertan a Nicodemo, pero poco a poco va descubriendo la grandeza del anuncio de Cristo. Así lo da a entender más tarde cuando recrimina a los demás miembros del Sanedrín que formulan un juicio precipitado contra Jesús, a quien ni siquiera habían escuchado. Más tarde, cuando Cristo haya muerto en la cruz, dará la cara y, junto con José de Arimatea, pedirá a Pilatos el cuerpo sin vida del Señor.

En aquella noche Jesús le habló de muchas cosas. Entre ellas, del grande amor que Dios tiene al mundo. Amor que se manifiesta y evidencia en la entrega del propio Hijo Unigénito, el Amado, como víctima de propiciación, como Cordero sin mancilla que se inmolaría para quitar el pecado del mundo. Ciertamente aquello era extraordinario, pues extraordinario fue el don que lo ratificó. Amor hasta llegar al extremo, hasta esa prueba definitiva e irrebatible que es dar la vida por la persona amada, hasta la última gota de sangre, en el patíbulo de la cruz.

Dios quiere que el mundo se salve. Dios no quiere condenar a nadie. En realidad, al final de todo, aquellos que sean arrojados de la presencia del Señor, lo serán por su propia culpa. Es decir, la sentencia condenatoria, más que una condena será el reconocimiento de una situación libremente querida y sostenida por el condenado. Pero el que cree no será condenado, sigue diciendo Jesucristo. Tomemos conciencia de esta verdad, reavivemos nuestra fe en Dios, Uno y Trino. Aceptemos con rendida humildad las verdades reveladas, seamos hijos fieles de la Iglesia y alcanzaremos la dicha sin inefable de ser amados por Dios y de amarlo eternamente.

Nota importante.- El padre Antonio García-Moreno celebra este jueves, festividad de Jesucristo, Sumo y Eterno sacerdote, los 50 años de su ordenación y ha escrito un excelente testimonio que publicamos en la sección de Reportaje.

2.- EL MISTERIO DEL DIOS-AMOR

Por José María Martín OSA

1.- Dios ama al mundo. Celebramos el misterio de la Santísima Trinidad, celebramos que Dios es amor. Es el Dios del amor del que habla la segunda carta a los Corintios. Todavía no hace mucho tiempo que leíamos en los catecismos -y lo aprendíamos- que los enemigos del alma son tres: mundo, demonio y carne. Es una simplificación de algo tan terriblemente complejo como es el pecado del mundo. Con la fórmula antedicha llegamos a reducir la carne al sexo. Del demonio hemos creado un personajillo, muy malo, eso sí, pero ridículo. Y en cuanto al mundo, casi siempre lo reducimos al mundo de los espectáculos y frivolidades, o a un mundo tan maravilloso que "podría distraernos" de nuestro ser cristianos. De ahí ha surgido, sin duda alguna, esa actitud de miedo secular por parte de los creyentes, que les empuja a huir del mundo o a protegerse contra el mundo. Por eso resulta sorprendente releer en el Evangelio que Dios ama al mundo hasta el punto de haberle entregado su propio Hijo. Es cierto que, al decir esto, el Evangelio se refiere al mundo humano. Pero, por otra parte, esto tampoco significa que se refiera sólo a los hombres, sino al mundo creado por Dios y entregados al quehacer de la razón y sentimientos humanos. De este mundo -todo lo malo y peligroso que se quiera- se dice que es objeto del amor de Dios. Por eso mismo precisamente nos consta que también el mundo es objeto de salvación.

2.- Nosotros debemos amar al mundo. El amor de Dios es el que cambia y transforma, el que santifica cuanto ama. Y es de suponer que sólo una actitud de acercamiento y de amor al mundo -por parte de los creyentes- podrá salvarlo del pecado. Porque los que odian y desprecian al mundo sólo pueden contribuir a su destrucción y perversión. Sin embargo, el que ama al mundo es capaz, por amor, de reconstruirlo, de purificarlo, de santificarlo. Si un día nos decidiésemos a amar de verdad al mundo (a amarlo más que para apropiárnoslo o para explotarlo) es posible que descubriésemos como este mundo tan malo -tan enrarecido y empecatado, tan hostil y cubierto de injusticias- empezaba a ser mejor, a ser como Dios quiere. Si Dios ama al mundo, ¿por qué nosotros no?

3.- Dios está a nuestro favor. El juicio de Dios es para la salvación no para la condenación porque "la misericordia se ríe del juicio". El papa Benedicto XVI nos lo recuerda: "Es un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. El cristiano ve perfilarse ya en esto, veladamente el misterio de la Cruz: Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor". El que cree en Jesucristo tiene vida eterna. Dios ama con un amor tan grande las cosas que ha hecho y al hombre en particular, que cuando ve cómo la corrupción y la tiniebla del pecado ha entrado en ellos, quiere salvarnos. Y lo hace enviando a su propio Hijo, que muere en la cruz por todos los hombres. En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar vida al hombre y salvarlo. Como ha subrayado el Papa, poner la mirada en el costado traspasado de Cristo ayuda a comprender hasta qué punto Dios nos ama: "es allí en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Desde esta mirada el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar".

3.- La voluntad de Dios es salvarnos. Hay algo muy importante que nos enseña la Palabra de Dios de este domingo. Cristo no vino a condenar. Tampoco a "separar" los dos "mundos". El libro del Éxodo nos recuerda que es “un Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Viviremos rodeados del mal, como el trigo y la cizaña. Pero Cristo vino a salvar. Creer en El es empezar a vivir. Rechazar libremente la luz es rechazar la salvación, es escoger las tinieblas a la luz, juzgarse a sí mismo y firmar la propia condena. El evangelista Juan insiste en que no es necesaria una sentencia condenatoria de Dios. Tampoco la niega e incluso habla de ella en alguna ocasión. Pero es el mismo hombre quien por su obstinación en rechazar la Verdad y cerrarse a la salvación está ya juzgado. No obstante siempre nos quedará la oportunidad de mirar y admirar el amor manifestado por Jesucristo en la Cruz. De El nos viene la salvación. Creer en el Hijo significa aceptarlo como Salvador y dador de vida eterna. Quien así lo hace, participa ya ahora en la vida eterna que él ofrece a todos los hombres. Él vino a ofrecer a todos la vida eterna; la sentencia de condena se la da el que rechaza la vida y la salvación que el Hijo ofrece: éste permanece en la muerte y, por tanto, él mismo se condena. El mundo es objeto del amor de Dios. La voluntad de Dios es de salvación universal (no para unos cuantos) y no de condenación (¡y hay quienes todavía no se han enterado!). Su amor por el mundo es tan grande que "entregó a su Hijo único para salvarlo. “El Dios del amor y de la paz está con nosotros”, exclama Pablo en la carta a los Corintios.

3.- EL DIOS QUE BAJA Y SE QUEDA CON NOSOTROS

Por Pedro Juan Díaz

1.- Últimamente pienso mucho en lo importante que es para los cristianos tener experiencia de Dios, para que nuestra fe se afiance en aquello que nos dice hoy Jesús en el evangelio: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”. Y es que cuanto más nos vamos acercando a Dios, más le conocemos y más descubrimos su amor, y no tantas cosas raras que a veces decimos o pensamos de Él.

2.- Y experiencia de Dios fue lo que vivió Moisés en el monte Sinaí, como nos ha contado la primera lectura, del libro del Éxodo. Allí, en aquel monte, “el Señor bajó en la nube y se quedó con él”. Dios toma la iniciativa y quiere darse a conocer. Es un Dios cercano, amigo del hombre, “compasivo y misericordioso”, que ha creado todas las cosas y a las personas para que vivamos lo más posible su proyecto de felicidad, que no es otra cosa que el reino de Dios. La respuesta de Moisés al descubrir a un Dios tan cercano es la adoración y la reverencia, pero no desde un servilismo y una sumisión, sino desde el reconocimiento de la pequeñez y la limitación humana, que no son obstáculo para que Dios se acerque a nosotros (bien sabe Él de que “pasta” estamos hechos).

3.- Esa experiencia de Dios que vive Moisés no es nada en comparación con lo que Dios tenía preparado para sus hijos e hijas. San Pablo dirá: “cuando llegó el momento culminante de la historia Dios envío al mundo a su hijo Jesús”. Y durante más de 30 años Dios estuvo tan cerca que fue uno de los nuestros, un hombre más, semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Y la experiencia de Dios se hizo carne en el rostro de Jesús de Nazaret. Y Dios paseaba por nuestros pueblos, caminaba por nuestras calles, hablaba con nuestros vecinos, jugaba con nuestros hijos, compartía nuestras alegrías y nuestras penas. Y todas las personas que se encontraron con Él fueron interiormente transformadas por esa experiencia de encontrarse con Dios cara a cara.

4.- Hoy en día, la presencia de Dios en medio de nosotros es a través del Espíritu Santo. La semana pasada celebrábamos Pentecostés, el envío de ese Espíritu que sigue acompañándonos y mostrándonos el rostro cercano de Dios. Un Espíritu que es el motor de nuestras vidas y de nuestras comunidades. Un Espíritu que nos une como hermanos y nos hace sentir una gran familia, más allá de los lazos de la sangre. Un Espíritu que, como decía San Pablo en la segunda lectura, nos invita a “tener un mismo sentir y vivir en paz”. Así es Dios, cercano, enamorado de nosotros, que quiere estar a nuestro lado como un enamorado quiere estar al lado de su amada. Así nos quiere Dios.

5.- Aquella experiencia que vivió Moisés se sigue repitiendo en el corazón de todas las personas que son capaces de reconocer al “Dios que baja y se queda con nosotros”. Ojala que esa experiencia nos ayude a conocerle mejor y a amarle más. Dios se nos da a conocer, se nos revela de manera cercana y cotidiana. Nosotros a veces deformamos su imagen, lo que Él es, porque nos falta experiencia de encontrarnos con Él en la vida y de conocerle tal cual es. Que esta celebración de la Santísima Trinidad nos acerque más al verdadero Dios en el que creemos, que tanto amó y sigue amando a sus hijos e hijas que se sigue dando a nosotros en la Eucaristía a través de su hijo Jesús, para que tengamos VIDA en abundancia.

4.- CREER EN UN DIOS QUE ES COMUNIÓN Y FAMILIA

Por Gabriel González del Estal

1.- La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros. Este es el Dios en el que creemos los cristianos. Así lo decimos y así lo proclamamos cuando comenzamos nuestras eucaristías con estas palabras de San Pablo. Es una confesión explícita en el Dios Trinidad, en el Dios comunión y familia. No tenemos por qué intentar explicar teológicamente el misterio de la Santísima Trinidad, porque en ningún caso lo íbamos a conseguir del todo. El ser humano no puede entender, ni explicar a Dios. Un ser que es esencialmente infinito e inmenso no puede ser explicado con palabras humanas, siempre limitadas y finitas. Cuando hablamos del misterio de la Santísima Trinidad nos basta con creer lo que nos dice hoy San Pablo: que Dios, nuestro Padre, es gracia, es amor y es comunión. La gracia, el amor y la comunión nos la da el Padre a través de su hijo Jesucristo, enviándonos su Santo Espíritu. El Padre y el Hijo están unidos en una comunión indisoluble a través del Espíritu, que es Amor. El Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu Santo es amor; todo Dios es Amor. Pero tenemos derecho a pensar que también nosotros formamos parte de esta Familia que forman el Padre, el Hijo y el Espíritu. Porque somos hijos de Dios y, por tanto, hermanos de Cristo, vivificados por el Espíritu Santo. También nosotros, si vivimos en comunión con Dios somos linaje de Dios, formamos parte de la familia de Dios. También nosotros “en Dios vivimos, nos movemos y somos”, como nos dice el mismo San Pablo. Este es nuestro mayor orgullo y nuestra mayor responsabilidad. En esta fiesta de la Santísima Trinidad le damos gracias a Dios por permitirnos formar parte de su familia y, al mismo tiempo, le prometemos hacer todo lo posible para ser unos buenos hijos, a ejemplo de su Hijo.

2.- Tanto amó Dios al mundo. La esencia de Dios es amor, amor de padre. De padre y madre, porque en Dios no hay distinción de género. No todos los padres humanos, ni todas las madres humanas, se distinguen por el amor, pero Dios padre y madre sí se distingue por el amor. Para entender humanamente el amor del Dios padre y madre nos basta con fijarnos en la conducta del padre en la parábola del hijo pródigo, o del padre misericordioso. El amor del padre de esta parábola llega a extremos difícilmente aceptables en nuestros comportamientos humanos: es todo ternura, compasión, misericordia, perdón. No hay reproches, ni condenas, ni memoria del pecado del hijo. El amor de Dios es así; así nos dibujó Cristo a su Padre en esta parábola, así quiere Cristo que veamos nosotros a su Padre y a nuestro Padre Dios.

3.- No mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. También el Hijo es todo amor; no ha venido a condenar, sino a salvar. Los discípulos de Cristo debemos reprimir un poco, o un mucho, nuestros impulsos habituales para juzgar y condenar al prójimo. El Espíritu de Cristo debe manifestarse en nosotros más por nuestra facilidad en perdonar, que por nuestro empeño en condenar. Claro que nuestra inteligencia tiende fácilmente a juzgar y, en muchos casos, a condenar, pero nuestro amor debe inclinarse preferentemente al perdón y a la misericordia. Así fue el corazón de Cristo y así debe ser nuestro corazón.

4.- Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Así hemos querido reconocer a nuestro Dios todos los creyentes de las tres grandes religiones: judíos, cristianos y musulmanes. Así lo reconoció Moisés, así lo vivió Cristo, así lo escribió repetidamente Mahoma en el Corán. Que este nuestro reconocimiento del Dios compasivo y misericordioso no se quede sólo en un reconocimiento verbal y teórico, sino que así lo vivamos en nuestro comportamiento diario. Es la mejor confesión que podemos hacer del Dios Trinidad, del Dios familia, del Dios comunión.

5.- EL VISLUMBRE A UN SABOR DEL DIOS TRINO Y UNO

Por José María Maruri, SJ

1.- La fiesta de hoy parece despertar en nosotros el deseo de dar a conocer nuestros propios orígenes. La profunda raíz de nuestro ser:

--¿quién es ese ser del que estamos siempre viniendo como dice Zubiri?

--¿quién siendo todos nosotros muchos nos hermana en un amor común?

--¿quién habla sin palabras a nuestro corazón dando paz o remordimiento?

--¿quién es ese ser al que unas veces sentimos lejano en lo alto del cielo y otras más dentro de nosotros que nosotros mismos?

Felipe le dijo a Jesús: “Muéstranos al Padre y eso nos basta”. Sí, Señor, muéstranos a nuestro Padre, déjanos conocer ese rostro querido, siempre sonriente con nosotros.

No sé si alguno de vosotros recordará una célebre novela del Padre Alarcón, “Jeromín”, sobrenombre de Don Juan de Austria, que en su infancia atisba, a través de ramas y jaras al Emperador Carlos V retirado en Yuste. O la emoción al sentir sobre su cabeza la mano imperial cuando Carlos V yace en el lecho de muerte. Algo en el corazón de Jeromín le hace saberse dependiente de aquel gran hombre que se va de este mundo, sin que nadie le haya dicho aún que es su padre. Así busca nuestro corazón a Dios y no descansa hasta encontrarse con Él.

2.- Pero el rostro de nuestro Padre Dios, uno y trino, queda siempre de lo que no entendemos. ¿Hay que avergonzarse por ello? Hombres irrepetibles como San Agustín cayeron de rodillas adorando a un Dios demasiado grande para que lo entienda el hombre.

Te quiero pero no te entiendo, ¿hay algo malo en ello? ¡Cuántas personas a las que queremos no las acabamos de entender! Cuántos padres y madres podrían repetir esta frase pensando en hijos y eh hijas a los que quieren, pero no entienden del todo. ¿Y qué hay de malo en ello?

3.- De Dios nos basta saber que es amor y por eso no pudo nunca existir en soledad, y tuvo que ser comunidad, hogar y familia.

Lo importante es descubrir lo que es vivir creyendo en un Dios que es Trinidad:

--lo que significa creer en un Dios padre de todos

--en un Dios que es todo actitud filial hacia el Padre y todo actitud fraternal hacia todos aquellos hacia los que se vuelca el amor del Padre.

-- en un Dios que es comunión, es decir lazo de unión entre el Padre y el Hijo, entre los hombres y Dios, y entre los hombres entre sí.

Vivir esos amores amando a Dios y a los hombres, porque, ¿qué hay de malo, Señor, si te quiero pero no te comprendo?

Amemos a Dios y amemos a los hermanos, porque en ese amor a los hombres hay un vislumbre a un sabor del Dios Trino y Uno, por el que podemos alcanzar algo de Dios.

6.- DE MISTERIO EN MISTERIO

Por Javier Leoz

Fe, con formulación antigua pero siempre vigente, es “creer lo que no se ve”. Ya San Agustín concluía “y la recompensa es ver lo que uno cree”. En este día, en el Misterio de la Santísima Trinidad, ensalzamos, sentimos, palpamos y proclamamos el inmenso amor de Dios que, lejos de quererlo para sí, lo comparte, lo manifiesta en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

1.- ¡Dios es amor! Y lo declaramos en ese trípode de tres personas distintas pero con un común denominador: el amor que existe en todas ellas. Ese color, el amor, define este Misterio indescifrable pero que llega a lo más hondo de nuestras entrañas: ¡Dios es familia! ¡Dios es comunicación mutua! ¡Dios es comunidad!

Hoy al cantar la gloria de la Trinidad proclamamos que en su nombre hemos sido bautizados; que todos los sacramentos que edifican a la Iglesia los iniciamos invocando su presencia; que toda la vida de nuestra Iglesia, y de nuestra existencia cristiana, está precisamente marcada por este Misterio: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

2.- ¡Dios es amor! Y, en esta solemnidad, vemos que lo penetra y lo abarca todo. Dios se hace Padre, Cristo se hace hermano, y el Espíritu comparte –hasta el último día- nuestra vida. ¿Puede ofrecer y enseñar más la Santísima Trinidad? ¡Si! Puede, y lo sigue haciendo: un amor sin fronteras, sin fisuras, sin contraprestaciones, sin pedir nada cambio. Dios, en su ser Trinitario, nos regala un impresionante don: la unidad. Quien proclame la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu, a la fuerza deberá de trabajar para que –su vida- sea fraternidad, comunión y reconciliación.

3.- Es fácil, cantar, signar y anunciar este Misterio Trinitario. Es más difícil llevarlo a la práctica. ¿Por qué no ser yo distinto a los demás? ¿Por qué no puedo actuar libremente? ¿Por qué tengo que respetar la autonomía y el pensamiento del otro? ¿Qué sentido tiene vivir en comunidad cuando “yo soy yo”?

Son interrogantes que, al contrastarlos con la Trinidad de Dios, concluimos que nos cuesta ser familia; compartir sueños y utopías; guardad la comunión –no sólo la apariencia o en formas- de una vida sensata, alegre y armonizada por la batuta de un amor sin límites.

-Hoy, no puede ser de otra manera, damos gracias a Cristo porque –a través de El- comprendemos, tocamos y amamos la grandeza de Dios

-Hoy, y así lo debemos de hacer siempre, nos sentimos seducidos y empujados por el Espíritu para ser valientes cristianos; a no dejarnos arrebatar ni menospreciar verdades de fe que son el sustrato de nuestro “abc” cristiano.

-Hoy, al contemplar la Trinidad de Dios, nos incorporamos con Cristo, por Cristo, en el Espíritu y por el Espíritu a esa gran familia en la que –el Padre- siempre tiene un lugar para cada uno de nosotros sus hijos.

4.- Muchas cosas hemos celebrado en este tiempo de la Pascua. Hoy, aun con el fuego de Pentecostés ardiendo en lo más hondo de nuestros corazones, sentimos que la intimidad de Dios nos es revelada en esta fiesta de la Santísima Trinidad. Preguntaban a San Juan Evangelista en su ancianidad: “Dinos algo sobre Dios…” Y, el discípulo amado de Jesús respondía: “¡Dios es amor! ¡Amaos!” ¡Gloria a la Trinidad!

5.- ¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para que, siendo tres personas tan distintas

actúes como un único Dios, santo y verdadero?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para que, revelándonos tu intimidad,

el amor que habita en tus tres habitaciones

viváis en un solo Espíritu, como Padre e Hijo

como si fueras una única morada?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para no ser algo solitario, sino en compañía,

viviendo en comunidad que ama

en familia que camina en la misma dirección?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

Tu secreto, Trinidad Santa, es la comunión

No existe el “yo” en Ti, sino el “nosotros”

No existe lo mío, sino lo nuestro

No existe mi bien, sino el bien de todos

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

Tu secreto es la enemistad con el egoísmo

Tu secreto es la búsqueda de la unión

Tu secreto es la verdad transparente

Tu secreto es la voz que se comunica

Tu secreto los tres corazones fundidos en uno:

UN SOLO DIOS Y PADRE

UN SOLO DIOS E HIJO

UN SOLO DIOS Y ESPÍRITU

UN SOLO DIOS VERDADERO

que, al descubrirse tal y cómo es,

sólo nos dice: ¡MI TRINIDAD ES AMOR!

¡MI FAMILIA VIVE EN EL AMOR!

¡MI FUERZA ES EL AMOR!

¡MI SECRETO ESCONDIDO ES EL AMOR!

7.- "DIOS DE LOS ASTROS"

Por Ángel Gómez Escorial

1.- En la bendición solemne de la Misa de Pentecostés --el domingo pasado-- se alude al "Dios de los Astros". Es una definición de fuerza y poder. Los astros son nuestro referente de lejanía, grandeza y dimensión. Solo pensar en la inmensidad del espacio interestelar nos da vértigo. Y es obra de Dios, quien a su vez lo mantiene. La mención de Dios de los Astros nos estremece y nos traslada a realidad de nuestra evidente pequeñez. Y, sin embargo, la dimensión histórica --además de transcendente-- del mensaje de Cristo es la descripción de Dios --del Dios invisible-- como Padre. Ya hemos dicho muchas veces que el termino Abba, en arameo, tiene una traducción que equivale a nuestro "papá" o "papaíto". Cristo nos enseña a llamar al ser omnipresente y omnipotente papaíto. Somos sus hijos y el ejerce su amor y ternura para con nosotros. Y ahí nos surge una primera paradoja de difícil entendimiento.

Y es que dicen muchos sabios que la confirmación de la veracidad del hecho cristiano es que su "discurso" es una continua paradoja. No se dan facilidades para construir una narración lógica y fácil del creer. El misterio de la Santísima Trinidad es, a simple vista, una gran paradoja: un Dios Único que contiene tres Personas y que ellas se han manifestado históricamente. ¿Es Uno, o son Tres? ¿Puede Uno ser Tres? La aplicación de principios coherentes y creíbles a una narración siempre responden al deseo de no descubrir su falsedad. Si ponemos una excusa por haber llegado tarde, buscaremos "resortes narrativos" que resulten verosímiles, aunque no sean ciertos. La paradoja es lo que lleva al hombre a volver sobre sus pasos y reflexionar. Porque si lo que oye no parece una locura, ni es obra de locos, se estará abriendo un mundo más grande que el de nuestra medianía.

2.- La existencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo la expresa Jesús en muchos lugares de los Evangelios. Hoy mismo, en el texto de San Juan, Jesús da --digámoslo así-- el posicionamiento entre el Padre y el Hijo. La mención de Dios como Padre procede del Antiguo Testamento y lo cierto es que todo el "conjunto narrativo" veterotestamentario no es otra cosa que la historia de un Padre amantísimo dando continuadas oportunidades a un pueblo desobediente para que vuelva a su Amor. Eso sigue ocurriendo dentro del Pueblo de Dios pues nuestras infidelidades y arrepentimientos no dejan de ser una imagen muy similar a las que continuamente se lee en el Antiguo Testamento. En tiempos de Cristo, la religión oficial de Israel "sufría" el efecto del politeísmo pagano. Frente a religiones que tenían muchos dioses había que enfatizar la unidad exclusiva y sin fisuras del Dios Único. A su vez, la filosofía helénica planteaba una idea de Dios inaccesible y solitario. Esto, contradictoriamente, también influyó en los judíos. De hecho quedaba ya muy lejos en el sentir de los judíos ese Dios próximo y dialogante, que tiene como amigo a Moisés o negocia con Abrahán la salvación de Sodoma y Gomorra.

3.- Jesús, en definitiva, fue condenado y muerto por "hacerse" Hijo de Dios. Jesús vino al mundo a comunicar un nuevo conocimiento de Dios. Y dicho conocimiento nos expresa la existencia de tres Personas que conviven en el Amor y en la Palabra. Dios ya no es para nosotros ni lejano, ni solitario. La Trinidad Beatísima no es otra cosa que una nueva dimensión del conocimiento íntimo de Dios que nos ha sido revelado por Jesucristo. Y la aceptación de esa realidad no es fácil, pero no imposible. Siempre hemos dicho que situados nosotros en la presencia de Dios podemos ver las cosas de otra manera. Esa presencia nos ayuda y nos ilumina. Para optar por dicha presencia debemos tener amor y humildad en nuestros planteamientos. La presencia se acrecienta mediante la oración. Y la oración solo puede abrirse hacia Dios con espíritu humilde y con el corazón lleno de amor.

4.- Además hay otras cosas. Si admitimos a Dios con todo su poder no es difícil ver una realidad multipersonal en Él, como una capacidad para asumir diferentes formas y personas dentro de la misma substancia. El misterio de Uno y Tres puede comenzar a entenderse por ahí. Pero además nos da la visión de un Dios que no vive en soledad. Un acto de comunicación amorosa engendró al Hijo y que esa corriente de amor es el Espíritu Santo. Es posible que la idea de Dios de los Astros, de la que hablábamos al principio esté todavía muy dentro de nuestros esquemas y solo podamos ver a un Dios lejano, poderoso y extraordinariamente solo. Eso último no es perfección divina. Sea como sea recomendamos --como decíamos antes-- humildad en nuestras posiciones personales al respecto. Cada uno de nosotros debe definir su camino de búsqueda de la realidad divina, ayudado por la Iglesia y por los hermanos. Y, sobre todo, amparados en la confianza de que Jesús no nos va a negar una ayuda para mejor encontrar dicho camino. En su presencia, en su cercanía, vamos a convertir una paradoja en "el encanto cotidiano que es la Sabiduría de Dios.

4.- Los textos sagrados de la misa de hoy son muy breves en su extensión, como puede comprobarse, pero no así en su contenido profundo. La descripción de las relaciones de Dios con Moisés, narradas en el capitulo 34 del Libro del Éxodo. Moisés en presencia de la magnificencia de Dios pide que adopte al pueblo elegido a pesar de su "dura cerviz". Es lo que decíamos antes sobre el "trabajo continuo" de Dios Padre buscando la adhesión de sus hijos rebeldes. Merece mención especial hoy el Salmo responsorial, no está sacado del Salterio, como suele ser habitual, si que procede de la oración de Daniel contenida en el capítulo 2 de su Libro y que constituye un vibrante ejercicio de bendición a Dios, tal como citamos en la monición de entrada.

Es Pablo en la Segunda Carta a los Corintios quien nos ofrece la clara bendición Trinitaria, que forma parte del contenido de la Misa. "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros" es el principio de todas las misas. La contribución es importante también en contenido: Cristo es la gracia, el Padre es el amor y el Espíritu la comunión, la interrelación entre las personas de la Trinidad Santísima y con nosotros mismos. Y San Juan en el Evangelio define la misión encargada por el Padre al Hijo: "Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él". La esencia trinitaria está en estos textos que hemos leído bien y sobre los cuales nos conviene reflexionar.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Me temo que muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, y también los que no sois jóvenes, os preguntéis ¿y a mí qué me importa la Santísima Trinidad? ¿No es suficiente con creer en Jesucristo y obrar como Él nos enseñó? Esos artículos tan largos, donde te vas por las ramas, no son lenguaje de hoy. Más de uno me lo ha dicho, pero yo continúo. Y lo que escribiré hoy, no será excepción. Que sepáis algo sobre esta verdad cristiana que enriquece nuestra mente, aunque sea muy poquito, ya que, no lo olvidéis, es un misterio, os interesa, creo yo, por dos razones.

2.- En primer lugar, para tener alguna noción de nuestras verdades y poder contestar a compañeros que os hablan desde visiones diferentes, principalmente desde la islámica. Mahoma vivió en un tiempo en que muchos de sus contemporáneos, habitantes del desierto, tribus beduinas o comerciantes de caravana, daban culto a muchos dioses. Inculcó un radical monoteísmo, purificando muchas costumbres. Solo hay un Dios, (en árabe se pronuncia Alá, o Allah, como en francés sería Dieu o en inglés God). Pese a que tenía conocimientos bíblicos, tanto judíos como cristianos, (de ahí el reconocimiento de Jesús, de María su madre, el relato de la Anunciación es precioso, y de muchos personajes del Antiguo Testamento) a los musulmanes tanto la Trinidad Divina, como nuestro aprecio y veneración a la Virgen, les suena a politeísmo. En este aspecto debemos reconocer que ciertas manifestaciones de nuestra religiosidad, no son demasiado correctas (léase arrodillarse al paso de una imagen o, como escuché un día a un buen fraile que le decía a una monja en Asís: están diciendo misa y no puede acercarse a la tumba de San Francisco, dígale desde aquí mismo un Padrenuestro, que vale lo mismo). A un amigo musulmán le pedía me ayudara a trasportar una cruz, si no se lo privaban sus convicciones religiosas, y me contestó: no tengo inconveniente, para mí no es más que dos trozos de madera unidos. Le contesté que para mí, también lo eran. El reconocimiento que le daba, era de otro orden. Dilucidar estos aspectos, es importante.

3.- También para nosotros mismos es muy importante, tener nociones que nos demuestran que Dios ha querido darnos una cierta idea de la hondura de de su realidad, gratuitamente, por puro cariño. Si no supiéramos nada de Él, excepto su existencia, pasaría como ocurre a veces en otros terrenos de la vida ordinaria. Os reís, por ejemplo, de alguna chica, diciendo que es tan pobre, tan pobre, que no es nada más que guapa. Pero su hermano puede contestarnos que sois superficiales y que, dentro de aquella belleza, hay una persona culta, una profesional eficiente y una generosa colaboradora de una ONG. De la misma manera, las jóvenes podéis despreciar a un chico, diciendo que va siempre de guaperas y no sirve más que para que te lleve en su despampanante coche. Pero un compañero, os puede contar que es un eficiente ejecutivo, que viste así porque se lo exige la empresa, que da clases gratuitas de alfabetización y lengua a emigrantes desafortunados y que asesora a una organización que ayuda legítima y generosamente a obtener papeles, a los que carecen de permisos de residencia. No podemos precipitarnos y contentarnos con superficiales juicios, sin caer en el ridículo.

4.- Contentarse con las puras apariencias es injusto y denigrante. Dios no quiso comportarse con la reserva que lo hace un agente de servicio secreto de espionaje. Lo decía Jesús: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer (Jn 15,15). Al amigo se le abre la casa, se le invita, se le explica cómo es uno etc. Si el Señor, de su proceder quiere que tengamos conocimiento y nos incorpora a su misión, es señal de que somos predilectos suyos. Me tocó un día acompañar a un amigo que, por su cargo y las circunstancias políticas de aquellos momentos, debía tener protección. La compañía de una escolta, que se mantiene próxima, pero a una discreta distancia. Que no dialoga, que lleva un arma, pero no confía su corazón al protegido, resulta incómoda, pese a su utilidad. Puedes saber el calibre de su revólver, pero no si tiene y quiere a sus hijos, por ejemplo.

5.- Uno de estos días, trataba de ayudar, sicológica, técnica y espiritualmente, a una persona. Me preguntaba ella, en un determinado momento, que pensaba un cristiano de su situación y trataba yo de explicársela. Le podía decir que rezara, es una persona piadosa, pero no lo entendía. No estaba enterada que Dios es Padre, que Jesús con su doctrina y Pasión nos ha salvado, que le Espíritu Santo nos ilumina y ayuda en la vida. Como esto no lo sabía, me preguntaba: pero ¿cómo debo rezar?

Nadie va por el mundo proclamando a voces las intimidades de su amigo, pero cuando nos habla cordialmente, nos confía que ha estado en su casa, que ha comido con él y su familia, que le deja sus libros y hasta le presta el coche…

Adentrarnos en el misterio de la Santísima Trinidad, lo poco que podemos, nos desvela lo afortunados que somos. Por marginados que nos tengan, mientras seamos confidentes de Dios no podemos dejarnos llevar por la depresión y sí gozar de la suerte de ser sus elegidos.

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