03 enero 2012

Todo un año por delante




Publicado por Entra y Verás

Ante el mostrador de una heladería no siempre resulta fácil elegir el sabor. Todos parecen a cual más apetitosos. Al final optamos por uno con la promesa de que el próximo día tomaremos del otro no menos apetitoso que el elegido.
El comienzo de un nuevo año se parece en parte al trance de la heladería. Un mostrador con múltiples sabores en el que nosotros vamos a elegir la manera de afrontar los 366 días que tenemos por delante. Bien es cierto, que en este caso no siempre vamos a poder elegir el sabor, pero sí la actitud con la que nos vamos a comer el helado. El año es, pues, como un helado sorpresa que poco a poco vamos consumiendo, escasos 100 gramos compuestos por 366 ingredientes. A medida que pasan los días, tenemos que mantener siempre despiertos nuestros sentidos para acoger la novedad, para ver la mezcla de los acontecimientos, unos más dulces y otros más amargos. Pero lo importante es poder llegar al final firmes, sin desfallecer a pesar de las dificultades u obstáculos que puedan presentarse.
Tienes, tengo, tenemos un año por delante. Esa expresión está demasiado trillada y parece el premio de consolación del brindis de nochevieja con la familia política más que un planteamiento vital. Hay que idear la forma de tomar las riendas de la vida y decirse a uno mismo que este año lo voy a vivir yo con los que me rodean. No me voy a permitir ni por asomo caer en la tentación de dejarme arrastrar por la corriente de la rutina, ni de la desazón, ni da la crisis. Voy a disfrutar cada momento, sin perder nunca el norte aunque surjan dificultades.
En el evangelio, María y José, orgullosos y ufanos, como cualquier padre o madre con su hijo en brazos, escuchan lo que dicen de su hijo. De la misma manera, para nosotros que nos decimos seguidores de Jesús, lo nuestro tiene que ser la sonrisa, la alegría interior, el corazón saltando de gozo porque arde en un amor que no tiene límites. Tomar con esa actitud las riendas de la vida, el helado de 12 sabores en la mano, y comenzar a tomarlo sólo es posible si de verdad Dios habita en nosotros. Un Dios que no va a dejar de sorprendernos, que no va a permitir que nos anclemos, que nos amoldemos a pesar de que nos parezca que ya no estamos para esos trotes, que las cargas de la vida son ya demasiadas para poder esbozar una sonrisa, que cada vez nos cuesta más mantener los compromisos. La savia divina, que corre por nuestras venas impide que cerremos nuestros ojos a nuevos retos y sueños. Dios también nos habla desde los problemas que brotan por primera vez, y desde los nuevos pasos que queremos dar, desde los nuevos sabores que queramos conocer. Ese este magnífico Dios con nosotros cuyo nacimiento estamos celebrando y junto al que queremos comernos el helado del 2012. Ya vale de vivir un cristianismo silencioso, de brazos caídos y sonrisas comedidas. Ya vale de mirar con sospecha todo lo que suene a gozo, a disfrute. Dios se ha encarnado para que seamos felices, para que pintemos este mundo de colores llamativos, para que seamos capaces de sembrar alegría y esperanza a manos llenas.
La firmeza, la valentía y el convencimiento no se consiguen a fuerza de ensayar en el espejo, o de mantener diálogos con el cuello de nuestra camisa, donde nosotros estamos de acuerdo con nosotros mismos, sino que se fortalece en el trato con los demás, en las situaciones complejas. Celebramos la Jornada Mundial de la Paz. Sembrar sonrisas no es tan fácil como sembrar discordias, blanquear sonrisas no se consigue a fuerza de dentífricos dorados, sino a base de un compromiso firme que permita que a nadie le prohíban sonreír, que tomemos en serio que debemos intentar siempre que los demás sean más felices que nosotros.
Quizá el frío del invierno haga que no pensemos demasiado en los helados pero ojalá que en este año que comenzamos no nos dejemos llevar por la corriente, que tomemos las riendas de la vida y nos comprometamos a la vez que abanderamos una sonrisa dejando que la alegría interior vaya iluminando todo cuanto a diario nos ocurre e imponiendo a cada una de nuestras palabras la obligación de no llegar a la boca sin haberse empapado antes en la sonrisa. Tienes, tengo, tenemos todo un año por delante. Feliz año nuevo.

Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)