27 septiembre 2015

No es de los nuestros

Actualmente no es fácil encontrarse con árbitros imparciales. En los deportes o en la política o en la familia, por ejemplo, nos resistimos a aceptar con serenidad que a un futbolista se le castigue o se le enseñe la tarjeta amarilla o roja. Si se trata de políticos, rechazamos que un candidato nuestro sea corrupto o de vez en cuando diga algunas tonterías. O que en el interior de algunas familias haya miembros, que simpaticen con nosotros y, sin embargo, creen problemas. Esto sucede porque si “son de los nuestros”, difícilmente admitiremos que cometan errores. En tiempos de Jesús también sucedían hechos semejantes. El evangelio de hoy nos cuenta que los apóstoles se molestaron porque un señor echaba demonios en el nombre de Jesús.
¿Razón para actuar así?: que los apóstoles fueran a quejarse donde Jesús. Porque “no era de los nuestros”, porque tenían envidia, porque se volvieron celosos. En el fondo es por egoísmo.

En Europa en las últimas semanas ha habido ejemplos emotivos de países, que han reaccionado ejemplarmente abriendo sus fronteras ante la llegada masiva de refugiados e inmigrantes. En cambio, otros países han cerrado herméticamente sus fronteras colocando alambradas impidiendo incluso que sean lugar de paso. No me gustan las fronteras reforzadas, acompañadas de alambradas. Una revista se preguntaba el año pasado: ¿las fronteras son tan imprescindibles como dicen los pesimistas? ¿Son tan prescindibles como dicen los soñadores? ¿Hay alguna tendencia que nos lleve hacia un mundo sin fronteras o hacia otro con más o mejores fronteras?.
No me imagino a Jesús en mayo del 68 pintando en las paredes de las calles de París “Prohibido Prohibir”. Pero menos aún me imagino a Jesús siendo intolerante, excluyente, sectario, cerrado. Le percibo, le evoco con mentalidad abierta y amigo del diálogo. Un adjetivo que nos invita a una breve reflexión es el adjetivo “parroquial”, al cual en una acepción peyorativa se refiere a algo (hoja parroquial) o a alguien de mente estrecha, corta, que se relaciona con las mismas personas. Sin embargo, como Iglesia y como comunidad cristiana que es la parroquia, debiera distinguirse por su amplitud de miras, por su universalidad. Precisamente esta semana el Papa, Francisco, en su viaje a Cuba decía a los cubanos: ”Salir de las sacristías para servir y acompañar la vida”
“Porque no es de los nuestros” es el motivo que justifica la no colaboración. Pero muchas veces es simplemente un egoísmo disfrazado. La lucha de fronteras que arrecia en el mundo y en Europa puede ser una ocasión, una oportunidad para medir hasta donde llegan los principios, los criterios y los hechos solidarios de los ciudadanos, de todos nosotros.
En el texto evangélico de hoy Jesús se muestra duro con el escándalo. No obstante, en nuestros días se dice que nuestra sociedad no se escandaliza por nada: ni por el qué dirán, ni por mucho que se falte contra el quinto o el sexto o el séptimo mandamiento No es bueno escandalizarse por cualquier cosa, es decir, ser un pusilánime. Pero tampoco es bueno no escandalizarse por nada, pues esto supondría haber perdido la sensibilidad, la delicadeza, la emotividad: valores preciados y estimados.
Por fin sostiene Jesús en el evangelio de este domingo que quien da un vaso de agua no quedará sin recompensa. Un mensaje para la gente sencilla, con pocos o sin recursos. ¿Quién no puede dar lo equivalente a un vaso de agua?. Aún eso se tendrá en cuenta. Es una llamada al optimismo, una llamada a que todos, incluidos los más débiles, pueden cooperar a construir un mundo mejor.
Josetxu Canibe

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