23 junio 2016

Domingo 26 de junio: Homilías 2

¿Mandamos bajar fuego del cielo? 
Jesús ha tomado la decisión de ir a Jerusalén, y de camino entran en una aldea de Samaría donde los discípulos tienen que prepararle alojamiento. Pero no los recibieron, porque los samaritanos no se tratan con los judíos, como sabemos por el episodio evangélico de la Samaritana. En este caso además iban camino de Jerusalén, ciudad santa judía que competía con Garizin samaritana. 
La reacción de Santiago y Juan es fulminante. «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo para terminar con ellos?» Jesús los regañó, y les invitó simplemente a marchar hacia otra aldea. No conocemos el contenido de la reprimenda del Señor ni su argumentación. El evangelista constata simplemente su rechazo absoluto de la violencia para anunciar al Padre y construir el Reino. 

Este episodio todavía en vida de Jesús pone de relieve un peligro que ha convertido en tragedia la historia de la humanidad: el fanatismo, el radicalismo, la intransigencia que han acompañado a veces a la religión. ¡Ay de mi si no evangelizo!, confiesa S. Pablo, porque está convencido de que la Buena Noticia de Jesús hará felices también a otras personas como ha ocurrido con él. Pero evangelizar no es aplastar, imponer, despreciar a quienes viven desde otras opciones humanas o religiosas, negar la fraternidad a todos los seres humanos en su pluralidad. 
La arrogancia de los discípulos se pone más de relieve cuando piensan que “pueden mandar bajar fuego del cielo”. ¿Ellos? ¡Menuda autosuficiencia! El fanatismo religioso muchas veces proviene del error de identificar a las personas que son religiosas, su verdad sus instituciones, sus ritos, que por humanas son siempre limitadas, con Dios al que se refieren que es el único absoluto. 
Hoy tiene particular importancia esta escena porque se ha recrudecido la violencia que tiene un rostro religioso. Las Religiones, y cualquier creyente dentro de ellas, tenemos que clamar que Dios no aplasta ni excluye ni menos mata, sino que ofrece una vida nueva y abraza toda realidad humana. 
Si quieres… 
Es más. Jesús llama al seguimiento apelando siempre a la libertad. En los pasajes evangélicos en que alguien se acerca a él para preguntarle qué hacer con su vida siempre antepone a la respuesta un condicional: “Si quieres…”. 
En la segunda lectura litúrgica Pablo explica en un lenguaje más teológico cómo vive a todo pulmón a libertad, tema central de sus cartas más importantes. Invita a todos los cristianos a apreciar la libertad, a no sentirse obligados. «Hermanos, vuestra vocación es la libertad». Vocación es ante todo una llamada a ser libres, no responder forzados por la ley sino bajo el signo del amor, el Espíritu que Jesús nos ofrece y entrega. 
Diálogos para discípulos de todos los tiempos 
Después de rechazar el radicalismo y la intolerancia para que no haya confusiones, ya puede entablar Jesús sus diálogos sobre la radicalidad del seguimiento en el camino del Reino. El radicalismo es intolerancia, la radicalidad es llegar a las raíces huyendo de la superficialidad. Aquí se reanuda la línea que escuchamos el domingo pasado, en el que advertía que seguirle a él por su mismo camino tiene un precio. Cada uno y cada día tiene que cargar su cruz. Jesús es feliz con discípulos libres pero nunca engañados ni forzados. 
Lo importante de los diálogos con varias personas reunidos en los párrafos siguientes no es la casuística concreta de los candidatos que salen a escena sino el fondo de la cuestión: la respuesta del discípulo no admite reservas. Nuestro “sí” está muchas veces seguido de un “pero”…, hecho de supuestos y sobreentendidos. Lo que los Ejercicios de san Ignacio llaman un “segundo binario”. 
Los casos presentados llaman la atención, pero sólo pretenden representar algunas de las muchas excusas que se suelen alegar desde la infinita capacidad humana de poner reservas a la llamada: responsabilidades, compromisos, necesidad de tener sentido común o disponer de tiempo. Jesús recuerda con cariño pero con rotundidad que podemos perderle de vista en el camino si el seguimiento no es radical e incondicionado. 
La supervivencia humana busca seguridades. Jesús afirma que el seguimiento está motivado porque el Reino nos seduce, no porque se vayan a obtener favores especiales que den seguridad o bienestar a nuestra vida. No vende la moto en una estudiada publicidad prometiendo el oro y el moro. Lo que nos puede ocurrir es que no tengamos siquiera un lugar para reclinar la cabeza. La disponibilidad ha de ser total aunque nos deje ya como adultos del Reino sin el techo del cobijo materno. 
A quienes somos maestros en mantener y compatibilizar la vida vieja (“déjame primero”) con la novedad del Reino se nos exige una ruptura con el pasado si éste nos paraliza con las cosas ya muertas para nosotros pero de las que eludimos desprendernos porque nos anclan en lo que entonces nos aseguraba. Se argumenta de manera provocativa a través del caso más impactante para un hijo: su padre muerto. 
Lo mismo a quienes están permanentemente mirando atrás, personal o grupalmente como los israelitas al salir de Egipto. Mirar atrás no vale para el Reino, que implica novedad, vida nueva, creatividad. Pensamos confiar quizá en Jesús, pero a la vez “primero” nos volvemos hacia la circuncisión, es decir, las viejas normas y tradiciones sociales que puedan tranquilizar la conciencia “por si acaso”. Han tenido un valor relativo en otro momento, pero hoy se pide mirar adelante para no perder el núcleo del mensaje evangélico. 
El Vaticano II fue un Concilio que abrió puertas y ventanas para dialogar con el mundo moderno, pero sufrió posteriores dificultades a causa entre otros motivos de quienes tenían miedo de dejar lo que ya estaba quedando atrás desde los nuevos signos de los tiempos. 
Jesús Mari Alemany Briz, S.J. 

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