09 febrero 2016

Cantar en Cuaresma: “Un buen samaritano”

«UN BUEN SAMARITANO»
Jesús se retrató de maravilla en la hermosa parábola del Buen Samaritano que nos refiere san Lucas 10, 30-37. Aparecen en la escena los más obligados a observar la caridad, y el extranjero hereje (Jn 8,48) de quien normalmente no se podía esperar más que odio.
Jesús pregunta: «¿Quién de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»Él dijo: «El que practicó la misericordia con él» Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10, 36-37).
El canto que ofrecemos a continuación es una sencilla catequesis de lo que no es y sí es ser «buen samaritano». El coro insiste suplicante: «Hazme, Señor, un buen samaritano».
La oración colecta del Domingo XV del T. Ordinario reza: «Oh Dios que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados para que puedan volver al buen camino. Concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa» El prefacio recomendado para este Domingo se inspira en la parábola del buen samaritano. Jesús es el Buen Samaritano que se acerca a toda persona que sufre en su cuerpo o en su espíritu. Es la Eucaristía y la Caridad. (Prefacio Común, VIII: El Buen Samaritano): «Porque Él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza»

El Papa Francisco, al convocar el Año de la Misericordia, habla de apertura y conclusión. Comenzará el 8 de Diciembre de 2015 con la apertura de la Puerta Santa, y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Al convocar el Año de la Misericordia le vienen a la mente al Papa Francisco las palabras cargadas de significado de san Juan XXIII en la apertura del Concilio para indicar el camino a seguir: «En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo pre ere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad […] La Iglesia católica… quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella»1
En el mismo horizonte se colocaba también el beato Pablo VI quien, en la Conclusión del Concilio, se expresaba de esta manera: «Queremos más bien notar cómo la religión de nuestro Concilio ha sido principalmente la caridad […] La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espirituali- dad del Concilio […] Una corriente de afecto y admiración se ha volcado del Concilio hacia el mundo moderno […] El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo en lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores, en vez de funestos presagios, mensajes de esperanza […] Otra cosa debemos destacar aún: toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades»2 (MV nº4), para que la Iglesia pueda seguir siendo lo que quiso su fundador: «casa de la misericordia y hospital de campaña». «Porque no necesitan médico los sanos, sino los enfermos» (Lc. 5, 31).
Oramos al Señor pidiéndole que nos haga buenos samaritanos: «Haz de mi corazón de piedra un corazón que sea humano y, al caminar junto a mi hermano, hazme, Señor, un buen samaritano» El Papa pone en guardia a la Iglesia ante la tentación de «pasar de largo» ante los gritos de la humanidad (Clausura del Sínodo de la Familia)

(1) Discurso de apertura del Conc.Ecum. Vat II, Gaude Mater Ecclesia, 11 de octubre de 1962, 2-3.
(2) Alocución en la última sesión pública, 7 de diciembre de 1965.

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