01 octubre 2015

Comentario al Evangelio del jueves, 1 de octubre



Queridos amigos:
Esta vez es el Señor quien designa y envía discípulos a misionar por las aldeas de Palestina. Son 72, como 72 eran las naciones paganas que no conocían a Dios, es decir, los envía a todo el mundo.
La misión universal que Jesús encomienda a su Iglesia no empezará en realidad hasta después de la Pascua, pero la presencia de tan numerosos evangelizadores demuestra que la misión la ha iniciado el mismo Jesús durante los tres años de anuncio de la Buena Nueva por la región de Galilea. Y el camino hacia Jerusalén que recorre Jesús con sus discípulos se convierte en modelo del camino que la Iglesia debe seguir a lo largo de los siglos. La Iglesia nacida para evangelizar, como ahora tan insistentemente nos recuerda el Papa Francisco, encuentra en el texto bíblico de hoy su inicio. El rechazo de Jesús y de sus enviados tendrá consecuencias irreparables.

La liturgia nos propone hoy este bello texto del evangelio de Lucas justo en el día en que honramos a la Patrona de las Misiones  Santa Teresa del Niño Jesús, fallecida en el monasterio del Carmelo de Lisieux, en Francia,  a los 24 años víctima de la tuberculosis.
El Papa Pío XI la canonizó en 1925 y este mismo Papa la proclamó, junto con san Francisco Javier, patrona universal de las misiones, pese a que durante su vida religiosa jamás salió fuera los muros de su convento de Lisieux,   aunque deseó ardientemente ser misionera.
Ya minada por la tuberculosis, Teresa recibe de la enfermera el encargo de pasear al menos un cuarto de hora. El paseo no hace sino cansarla más todavía, pero ella obedece dócilmente la absurda receta. Un día, su hermana María le hace ver lo inútil de tal ejercicio y nos lo cuenta así:
«Un día en que la vi pasearse, muy fatigada, por el jardín, cumpliendo la obediencia, me recordó su doctrina sobre la reversibilidad de los méritos, aun de los actos más simples: camino, me dijo, por un misionero. Pienso que allá abajo, muy lejos, alguno de ellos pueda estar agotado por sus correrías apostólicas, y para disminuir sus fatigas, yo ofrezco las mías a Dios».
Teresa había sido designada por la Madre Inés para hermana espiritual del seminarista Mauricio Bellière, que fue misionero en África. Y la Madre María de Gonzaga le dio un segundo hermano espiritual a Teresa, el P. Adolfo Roulland, misionero en China. En ellos volcó Teresa sus ilusiones de ser misionera y a través de ellos acompaña hoy desde el cielo a todos los que dan a conocer a Jesús en todos los rincones del mundo.  Ojalá que a todos los que leemos estas líneas nos conceda el deseo de dar testimonio de Jesús allí donde estemos.
Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano

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