12 agosto 2015

Sentido de la fiesta de la Asunción de María



(Tomado de alforjas de pastoral)

ASUNCIÓN DE MARÍA

SENTIDO DE LA FIESTA

De entre las cuatro solemnidades del calendario litúrgico en las que María es protagonista -1 de enero, maternidad divina; 8 de diciembre, inmaculada concepción; 15 de agosto, gloriosa asunción- o juega un papel decisivo -25 de marzo, anunciación del Señor-, podríamos decir que dos de ellas tienen referencias más cristológicas -maternidad y anunciación- y las otras dos las tienen más eclesiológicas -concepción y asunción-. Es cierto que para María -como para la Iglesia- todo es cristológico: ¡todo está en función del Cristo salvador! Pero con esta distinción quiero mostrar que en la comprensión de estos dos misterios de María entra un factor “ejemplar” para con la Iglesia que es importante: María es la primera redimida -inmaculada concepción- y es la primera glorificada -asunción-.

Este planteamiento de la solemnidad del 15 de agosto es una clave de interpretación de toda la liturgia de eta fiesta. ·Pablo-VI, en su magnífica exhortación sobre el culto mariano, resume así el sentido de la solemnidad: “Es la fiesta de su destino de plenitud y bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos teniendo en común con ellos la carne y la sangre” (Marialis-Cultus, n. 6).

Como en todas las solemnidades, la homilía de hoy tiene que ser global, debe tener en cuenta la globalidad del misterio que se celebra para explicarlo lo mejor posible. Por ello, las lecturas deben tomarse como un todo, a diferencia de los domingos.


POSIBILIDADES PARA LA HOMILÍA

Primera. Para la misa de la vigilia

Fácilmente podemos encontrarnos con dos celebraciones de la Asunción: una utilizando los textos de la misa de la vigilia (misa vespertina del domingo), y la otra los textos de la misa del día. No puede decirse que las variaciones sean fundamentales, pero sí merece la pena -si se presenta esta oportunidad- ser fiel a las perspectivas propias de los textos proclamados.

La primera lectura, con el salmo, y el evangelio de la misa de la vigilia, están relacionados entre sí por un tema: María es el arca de la nueva alianza, entronizada definitivamente en la ciudad santa de la nueva Jerusalén. La imagen del arca recibe su significado en las palabras de Jesús: “Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!” Si María es “arca de la nueva alianza” porque ha traído, como madre, a aquel que es, personalmente, la Alianza entre Dios y el hombre, lo es sobre todo porque ha “guardado” la Palabra definitiva de Dios a los hombres; no unas tablas de piedra con la ley escrita, sino la ley escrita en el corazón, la unción misteriosa del Santo. La fe de María se despliega en la gloria de su Asunción. Lo que ella ha guardado desde siempre se manifiesta, más allá de la muerte, inundando toda su persona. La Asunción de María, como nuestra glorificación escatológica, es el despliegue de esta comunión que ya ahora tenemos con Dios, en la fe, gracias a su don. “Nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente” (2 Cor 3, 18).

Segunda. Para la misa del día

También en esta misa conviene relacionar la primera lectura y el salmo con el evangelio. La imagen de la mujer apocalíptica es al mismo tiempo de lucha y de victoria, y la escena de la visitación es introducción al cántico del humilde glorificado, el Magnificat. Lo que estas lecturas destacan es el aspecto “pascual” de la asunción de María. La “victoria es de nuestro Dios”, y María es beneficiaria de esta victoria, “porque has creído”, y Dios se ha complacido en obrar en ella sus maravillas. Estrechamente unida a esta temática, escuchamos la lectura del Apóstol, que manifiesta la razón de fondo del misterio: “Cada uno en su puesto: primero Cristo como primicia; después, todos los cristianos”. La presentación del misterio de María como participación plena en el misterio pascual de Cristo es, posiblemente, la más justa teológicamente, y la que da más coherencia a la celebración. Con ella enlaza perfectamente la introducción a la Eucaristía, siendo al mismo tiempo un punto de partida exhortativo sobre el sentido pascual de nuestra existencia.

Tercera. A partir del prefacio

Como en muchas solemnidades, el prefacio propio es un esquema muy adecuado para presentar el misterio que se celebra. El de hoy es magnífico. El primer párrafo describe las perspectivas “eclesiológicas” del misterio: María asunta al cielo es “figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada” (anuncio de lo que seremos, inicio de la gloria de la Iglesia); “consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra” (el texto latino dice: ac populo peregrinanti certae spei et solacii documentum). Un comentario de este texto conduce fácilmente a las consecuencias de vida cristiana propias de la contemplación del misterio. El segundo párrafo concreta la perspectiva “cristológica”: María ha sido glorificada porque fue madre del “autor de la vida”. Esta afirmación enlaza perfectamente con los textos paulinos de las segundas lecturas.


MISA DOMINICAL 1983, 16

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