22 agosto 2015

“No robarás”

Vivir la justicia y la caridad
Nos encontramos ante el séptimo mandamiento. Lo primero que tenemos que hacer es definirlo para evitar confusiones sobre qué significa: “no robar”.
Partiendo de la definición de la RAE: “quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno. O hurtar de cualquier modo que sea”. Reduciríamos el robar simplemente a quitar algo a alguien.
Pero el Catecismo de la Iglesia en los números 2401-2463, nos da una definición mucho más amplia del sétimo mandamiento. No consiste simplemente en no quitar algo a alguien, porque sería un reduccionismo, sino en descubrir uno de los principios fundamentales de la vida social: “el destino universal de los bienes”(cf. Gn 1,26-29). Un principio que nos recuerda que los bienes de la tierra han sido entregados a toda la humanidad. Y que deben llegar a todos según los principios de la justicia y la caridad.
No elimina la propiedad privada, sino que recuerda que no es un derecho incondicional y absoluto y que el límite a la misma lo pone el destino universal de los bienes, fundado en el bien común (Gaudium et Spes, 26).

Debemos tener una amplitud de miras en este séptimo mandamiento, que nos lleva a descubrir que “no robarás” es, sobre todo, vivir la justicia y la caridad.
Porque se roba la vida cuando no es defendida desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. Se roba la alegría cuando no damos oportunidad para crecer. Se roba la esperanza cuando nos dejamos avinagrar por las dificultades, la crítica o la indiferencia. Se roba cuando no pagamos nuestros impuestos o quien los gestiona no lo hace honradamente en búsqueda del bien común sino por intereses partidistas o personales.
Se roba cuando no realizamos nuestro trabajo bien. Robamos a las generaciones futuras cuando no cuidamos la casa común que es la creación (Laudato si’ 1).
Lo importante, desde este “examen de conciencia” sobre el séptimo mandamiento, no es quedarnos simplemente en lo que significa: “no robarás”, sino en animarnos sobre todo a superar actitudes que en muchos momentos nos salen automáticamente, fruto del pecado, pero que con la ayuda de Dios podemos ir superando, empezando un camino de conversión. El primer paso: dejémonos mirar por Dios, por su misericordia y ternura para que así miremos el mundo que nos rodea.
Y así descubramos donde debemos devolver lo “robado”: ¿Dónde debemos devolver alegría y esperanza?, ¿a quién debemos devolver nuestro cariño?, ¿dónde tenemos que trabajar con más perseverancia?, ¿de qué necesitamos desprendernos y compartir con los más pobres?, etc.
Guillermo Tejero. Vicario para Asuntos Económicos (Málaga)

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