09 agosto 2015

Domingo XIX de Tiempo Ordinario

Juan 6,41-51
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: 
– «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?». 
Jesús tomó la palabra y les dijo: 
– «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado. 
Y yo lo resucitaré el último día. 
Está escrito en los profetas: ‘Serán todos discípulos de Dios’. 
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. 
No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. 
Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. 
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. 
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. 
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Lo primero que el evangelio de Juan deja claro aquí es que Jesús era un ser humano. La gente lo veía y lo sabíatenía su padre y su madre, como todos los humanos. Este es uno de los grandes temas del IV Evangelio: dejar firmemente asentada la humanidad de Jesús. Porque cuando se escribió este evangelio, ya tenían fuerza algunos de los movimientos gnósticos a los que este evangelio se propone combatir. El peligro de los gnósticos no estaba en que negaran la divinidad. Todo lo contrario: lo que no admitían era la humanidad de Jesús.

El IV Evangelio habla de Jesús y de Dios utilizando el lenguaje de los sentidos: “ver”, “oír”, “comer”… Dios era tan trascendente para los gnósticos que era incompatible con la materia, con lo carnal, con lo que se puede percibir por los sentidos. El Evangelio ve en esto un peligro fuerte para la fe. Es el peligro de que la divinidad oculte a la humanidad de manera que deformamos a Jesús. Es ese Jesús tan sobrenatural y celeste, que eso no es un ser humano. Ahora bien, lo que entonces ocurre es que, no solo deformamos a Jesús, sino que además e inevitablemente deformamos a Dios.
Todo el que piensa que para acercarse a Dios tiene que alejarse de lo humano, ha deformado a Dios y a Jesús hasta tal extremo, que ya le es imposible creer y relacionarse con el Padre del que nos habla JesúsEl camino para acercarse a Dios es el camino que Dios hizo para acercarse al hombre: humanizarse. No hay otro camino. Ese camino nos da miedo. Porque nuestros instintos de “endiosamiento” son más fuertes que la sencillez propia de lo humano.
José María Castillo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario