15 febrero 2015

Comentario al Evangelio de hoy, 15 febrero

Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Hoy como ayer, la sociedad ha apartado a aquellas personas que puedan significar una amenaza o peligro para su seguridad o su orden. En el fondo de esta actitud defensiva está el miedo. El miedo a la delincuencia nos hace poner medidas de control y represión. El miedo a la inseguridad y al terrorismo interior o exterior, nos hace pedir más cárceles y cumplimiento integral de las penas. El miedo a los maltratadores nos hace pedir medidas de alejamiento y protección. El miedo a los manifestantes e indignados nos lleva a hacer leyes mordaza… Y del miedo, surge el rechazo de los mendigos, delincuentes, extranjeros, encarcelados, toxicómanos… A nivel religioso pasa lo mismo y se muestra no sólo en estos rechazos, sino también en el de los homosexuales, madres solteras, prostitutas, transexuales, divorciados, paganos, laicistas.

Los leprosos eran también personas apartadas de la sociedad, lo cuenta la primera lectura: “El que haya sido declarado enfermo de lepra, andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡Impuro, impuro! Mientras le dure la lepra, seguirá impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento” Todos estos miedos y peligros son reales y puede haber razones lógicas en algunas de las medidas no deseadas pero necesarias: la lepra se consideraba que era contagiosa.
Pero el evangelio nos sitúa en otra perspectiva, el primer milagro es tocarlo: “Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó”. Para Dios no hay gente impura ni excluida, todos están llamados igualmente a formar parte de su comunidad, ya que ha caducado la antigua división entre puro e impuro. No tengamos miedo, como no lo tuvo Jesús, a poner nuestras manos sobre aquellos que hasta hoy nos han causado repugnancia y rechazo. Jesús ve la realidad  desde la óptica del que está al otro lado, desde el excluido, el que vive al margen, detrás de la frontera, de los barrotes o de los muros. La sociedad tiene sus razones para actuar como actúa, pero  el amor nos pide romper la lógica normal de nuestros miedos para incorporarlos a la convivencia, recuperar su dignidad y hacer que se sientan aceptados por los demás y, por tanto, por Dios.

El segundo milagro es curarlo de su enfermedad física y el tercero integrarlo en la comunidad. A pesar de la prohibición, el leproso se acercó a Jesús, se puso de rodillas a sus pies para pedir ayuda, y dijo con absoluta humildad: “Si quieres, puedes curarme”. Es la oración de un auténtico creyente: Si quieres… Jesús responde: “Quiero: queda limpio”, su palabra es eficaz y transformadora, hace lo que dice. Y lo reintegra a la comunidad: “Para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés”. Es esta, una intervención social modélica, pero sobre todo una intervención  de salvación.
Jesús le dice: “No se lo digas a nadie. Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones”, provocando lo que temía: de todas parte vendrán a buscar sus milagros, pero sin la fe de aquel hombre. Lo único importante es la de fe, el milagro es algo accidental en la vida cristiana. Cada uno de nosotros también puede tener cierta lepra interior que nos deforma y nos aparta de los hermanos, no somos “los puros”. Querer curarse es la condición para acercarnos a Jesucristo y a toda la comunidad, la oración es simple: Si quieres… puedes limpiarme.
No es el miedo sino el amor la fuerza positiva de la Historia, se nos invita a ser alternativa, a no rechazar a nadie, en definitiva a creer en Dios y abrir nuestras puertas y nuestras mentes a todos los marginados del tipo que sean. Termino con unos versos que pueden servir de inspiración: J. A. Goytisolo: “Había una vez un lobito bueno,/al que maltrataban todos los corderos./Había también un príncipe malo,/una bruja hermosa y un pirata honrado./Todas estas cosas había una vez,/cuando yo soñaba un mundo al revés” y otros de Gloria Fuertes: “Qué inutilidad es ser/cualquier profesión discreta/no quiero ser florecilla quitameriendas,/quiero ser quitadolores,/Santa Ladrona de Penas,/ser misionera en el barrio/ser monja en las tabernas/ser dura con las beatas/ser una aspirina inmensa/que quien me cate se cure/rodando por los problemas./Hacer circo en los conflictos,/limpiar llagas en las celdas,/proteger a los amantes imposibles,/mentir a la poesía secreta,/restañar las alegrías/y echar lejía donde el odio alberga./Si consigo este trabajo,/soy mucho más que poeta.”

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