06 enero 2015

Liturgia de la Epifanía del Señor

Antífona      cf. Mal 3, 1; 1Crón 29, 12
Ya viene el Señor del universo y trae en sus manos la realeza, el poder y el imperio.
Oración colecta     
Dios nuestro, que en este día manifestaste tu Hijo unigénito a todos los pueblos, guiándolos por medio de una estrella, condúcenos a quienes te conocemos por la fe a la contemplación de la hermosura de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
1ª Lectura    Is 60, 1-6
Lectura del libro de Isaías.
¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora. Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti. Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor.
Palabra de Dios.

Comentario
Los camellos eran los animales usados por las caravanas comerciales, para hacer largas travesías. La llegada de comerciantes extranjeros que venían en caravanas de camellos simbolizaban lo extraño, lo exótico, ya que seguramente traerían mercancías valiosas y productos desconocidos. Con esta imagen, el profeta anuncia a la ciudad su nueva condición: será rica y luminosa, no si se cierra en sí misma, sino si permanece abierta a quienes vienen de lejos.

Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-13
  1. ¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!
Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes, para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud. R.
Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra. R.
Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sabá le traigan regalos; que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones. R.
Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes. R.
2ª Lectura    Ef 3, 2-6
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios.
Comentario
En las nacientes comunidades cristianas, convivían judíos y paganos. Tal vez algunos cristianos de origen judío se considerarían superiores por pertenecer al pueblo de la Alianza. La Carta afirma que todos somos herederos de una misma promesa y que todos somos miembros del cuerpo de Cristo.

Aleluya        Mt 2, 2
Aleluya. Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorar al Señor. Aleluya.
Evangelio     Mt 2, 1-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”. Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. “En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel’”. Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”. Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
Comentario
Los “magos”, sabios de Oriente, concurrieron desde lejos con sus regalos. Ellos no tenían las Sagradas Escrituras para conocer a Dios. Estos extranjeros, representantes de los pueblos lejanos, encontraron las señales de Dios en aquello que era su ocupación habitual: mirar las estrellas. El Rey que nace se muestra a todos. Los sabios de su propio pueblo –los escribas– no se movieron ante su llegada, pero los extranjeros paganos, en cambio, demostraron decisión y dinamismo.
Oración sobre las ofrendas        
Señor, mira con bondad las ofrendas de tu Iglesia que ya no son oro, incienso y mirra, sino Jesucristo mismo, que en estos dones se manifiesta, se inmola y se nos da como alimento. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Antífona de comunión        cf. Mt 2, 2
Vimos la estrella del Señor en Oriente y hemos venido con regalos a adorarlo.
Oración después de la comunión
Que la luz celestial, Señor, nos guíe siempre y en todo lugar, para que contemplemos con fe pura y vivamos con amor sincero el misterio del que has querido hacernos participar. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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