02 noviembre 2014

Vísperas 2 de noviembre

2 de noviembre de 2014, domingo de la semana XXXI del Tiempo Ordinario. Conmemoración de todos los fieles difuntos.
Oración de la tarde (vísperas I) 


V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
Por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO
Tú, Señor, que asumiste la existencia,
la lucha y el dolor que el hombre vive,
no dejes sin la luz de tu presencia
la noche de la muerte que lo aflige.


Te rebajaste, Cristo, hasta la muerte,
y una muerte de cruz, por amor nuestro;
así te exaltó el Padre, al acogerte,
sobre todo poder de tierra y cielo.

Para ascender después gloriosamente,
bajaste sepultado a los abismos;
fue el amor del Señor omnipotente
más fuerte que la muerte y que su sino.

Primicia de los muertos, tu victoria
es la fe y la esperanza del creyente,
el secreto final de nuestra historia,
abierta a nueva vida para siempre.

Cuando la noche llegue y sea el día
de pasar de este mundo a nuestro Padre,
concédenos la paz y la alegría
de un encuentro feliz que nunca acabe. Amén.

Antífona 1: El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma.

SALMO 120: El guardián del pueblo
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te aguarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
Por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma.

Antífona 2: Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

SALMO 129: Desde lo hondo a ti grito, Señor.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de tí procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
Por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Antífona 3: Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

CÁNTICO
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
0de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
1y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
Por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

LECTURA BREVE: (1 Co 15, 55-57)
¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo! 

RESPONSORIO BREVE:
V/. A ti, Señor, me acojo, no quede nunca yo defraudado. 
R/. A ti, Señor, me acojo, no quede nunca yo defraudado. 
V/. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. 
R/. No quede nunca yo defraudado. 
V/. Gloria al Padre, al Hijo y al espíritu Santo. 
R/. A ti, Señor, me acojo, no quede nunca yo defraudado. 

Antífona Magnificat: Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera.

MAGNIFICAT:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el todo poderoso ha hecho obras grandes en mí,
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
Por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona Magnificat: Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera.

PRECES
Oremos al Señor Jesús, que transformará nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo, y digámosle: 
Tú, Señor, eres nuestra vida y nuestra resurrección. 
Oh Cristo, Hijo de Dios vivo, que resucitaste de entre los muertos a tu amigo Lázaro, 
— lleva a una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu sangre preciosa. 
Oh Cristo salvador, destruye en nuestro cuerpo mortal el dominio del pecado por el que merecimos la muerte. 
— para que obtengamos en ti la vida eterna. 
Oh Cristo redentor, mira benignamente a los que, por no conocerte, viven sin esperanza, 
— para que crean también ellos en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. 
Tú que, al dar la vista al ciego de nacimiento, hiciste que pudiera mirarte, 
— descubre tu rostro a los difuntos que todavía carecen de tu resplandor. 
Tú, Señor, que permites que nuestra morada corpórea sea destruida, 
— concédenos una morada eterna en los cielos. 

PADRE NUESTRO

ORACIÓN:
Escucha, Señor, nuestras súplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, se afiance también nuestra esperanza de que todos tus hijos resucitarán. Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

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