01 noviembre 2014

Reflexión al Evangelio de hoy 1 noviembre

Fernando Torres Pérez, cmf
       ¿Qué es un santo? Estoy seguro de que las respuestas serían muy variadas. Pero todas apuntarían a alguien que fuese bueno, que no cometiese ningún pecado, que tuviese un carácter dulce y servicial, atento y bonachón, que fuese sacrificado y mortificado, que hubiese renunciado a las cosas buenas de este mundo. Y seguiríamos así diciendo cosas buenas, o supuestamente buenas, que debería tener una persona para ser declarada santo. 
      La verdad es que ser santo se puede ser de muchas maneras. Hace mucho tiempo leí que el marinero se tiene que guiar por las estrellas pero no tiene que llevar su barco a las estrellas sino al puerto de destino. Y para hacer el viaje lo mejor y más corto posible tiene que tener en cuenta las condiciones de su propio barco y las condiciones de la mar. Importante observación. La podemos aplicar a lo de ser santo. 

      Cada uno tenemos un puerto de arribada. Cada uno el nuestro. Cada uno nuestra vocación en la vida, irrenunciable. A lo que Dios, padre bueno que quiere lo mejor para nosotros, nos ha llamado. Y cada uno tenemos nuestra barquilla. Todas diferentes. Todas salidas de diversos astilleros. Unas tienen mayores condiciones marineras, otras menos. A algunos todo se les ha puesto fácil en la vida: una buena familia, una buena educación, medios materiales suficientes, una buena salud... A otros parece que todo se les ha puesto cuesta arriba. Desde la mala salud hasta la pobreza material pasando por un mal ambiente social o, simplemente, ser cortito de mente...
      Cada uno de nosotros estamos en nuestra barquilla. Personal e intransferible. Cada uno tiene su puerto de llegada. Ser santo viene a ser enderezar el rumbo en la medida de las posibilidades de cada uno. Habrá quien tendrá bastante con salir de la droga y convertirse en una persona medianamente honrada. Otros tendrán más posibilidades. También se les exigirá más: más velocidad, un rumbo más derecho...
      Santo no es el perfecto. Santo es el que toma su barquilla, tal y como es, y trata de hacer lo mejor posible con su vida. Con sus dificultades. Con sus limitaciones. Pero lo intenta. Quizá no llegue a ser declarado santo canónicamente. Es lo de menos. Dios le acogerá con un gran abrazo de misericordia y cariño cuando llegue a su Reino. Y de estos santos hay muchos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario