15 noviembre 2014

Recursos Domingo XXXIII Tiempo Ordinario

HASTA DÓNDE DEBE PENETRAR EL REINO
Hasta configurar el proyecto personal de cada uno. De ahí la RESPONSABILIDAD que todos tenemos para llegar a ser quienes somos en favor de los demás, empezando por los últimos de la “carrera” del mundo. Todo un caudal de bienes recibidos, como personas individuales, como Iglesia y como comunidad, que no podemos derrochar, lo mismo por presunción que por miedo o rutina.
UN TEXTO
UNA DE ARENA…
Un viejo albañil estaba cansado de trabajar. Así que le comunicó a su jefe que había decidido jubilarse, dejar el negocio de construir casas y pasar el resto de sus días con su esposa para, así, poder disfrutar de su familia. Echaría de menos el sueldo, pero… necesitaba retirarse. De todas formas, podrían sobrevivir.

El jefe se entristeció porque era un excelente obrero, pero le pidió como un favor personal construir una casa más: la última. No podía decir que no y, desganado, el albañil accedió. Pero su corazón no estaba en el trabajo. Ya no era como antes. Trabajó durante meses sin entusiasmo, incluso utilizó materiales de inferior calidad a los habituales. Era totalmente consciente de que no lo estaba haciendo tan bien como sabía, pero nada le preocupaba, no tenía la más mínima motivación. Aunque era una manera muy triste de acabar después de tantos años de profesión, lo único que deseaba era terminar esa casa de una vez para pasar a una vida más tranquila.
Cuando el albañil finalizó la obra, el jefe fue a ver la casa. Después de inspeccionarla, sacó una llave de su bolsillo y se la dio al albañil mientras le decía:
¡Esta es tu nueva casa! Es mi regalo para usted por tantos años de trabajo!
… Y OTRA DE CAL
Cierta vez una joven decidió consultar a un sabio acerca de sus problemas. Después de un largo viaje, finalmente llegó hasta el paraje donde aquel maestro vivía:
- «Maestro, vengo a usted porque estoy desesperada, todo me sale mal y no sé que más hacer para salir adelante.
El sabio le dijo
- No puedo ayudarte con esto… sin embargo ¿sabes remar?
Un poco confundida, la joven contestó que sí. Entonces el maestro la llevó hasta el borde de un lago y juntos subieron a un bote. Comenzó a remar hacia el centro como le había pedido el maestro.
– ¿Va a explicarme ahora cómo mejorar mi vida? -dijo la joven advirtiendo que el anciano gozaba del viaje sin más preocupaciones.
– Sigue, sigue -dijo éste- que quiero llegar al centro mismo del lago.
Cuando llegaron al centro exacto del lago, el maestro le dijo:
- Arrima tu cara todo lo que puedas al agua y dime qué ves…
La muchacha, pasó casi todo su cuerpo por encima del borde del pequeño bote, tratando de no perder el equilibrio y acercó su rostro todo lo que pudo al agua, aunque sin entender mucho para qué estaba haciendo esto. De repente, el anciano la empujó y la joven cayó al agua. Al intentar salir, aquél tomó su cabeza con ambas manos e impidió que ella llegara a la superficie. Desesperada, la joven manoteó, pataleó, gritó inútilmente bajo el agua hasta que, casi a punto de morir ahogada, el sabio la soltó y le permitió subir a la superficie y luego al bote. Al llegar arriba la mujer, entre toses y ahogos le gritó:
- ¡¡Usted está loco!! ¿No se da cuenta de que casi me ahoga?
Con el rostro plácido, el maestro le preguntó:
- Cuándo estabas bajo el agua ¿en qué pensabas?, ¿qué era lo qué más deseabas en ese momento? – ¡¡¡¡En respirar, por supuesto!!!!
Bien, cuando pienses en seguir adelante, con la misma vehemencia con la que pensabas en respirar, en ese momento y no antes, estarás preparada para lograrlo…

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