24 noviembre 2014

Cantar en Adviento

Con el Adviento comienza el Año Litúrgico. «A Ti, Señor, levanto mi alma», reza la antífona de entrada del primer domingo de Adviento. La comunidad revive y actualiza los misterios de Cristo desde la Navidad hasta la cumbre de la Pascua. Las últimas semanas del Tiempo Ordinario nos han conducido a una nueva frontera, el futuro del mundo, polarizado en torno a Cristo, Señor y rey del Universo.
El Adviento comienza con las I Vísperas del domingo más próximo al 30 de Noviembre y acaba con las I Vísperas de Navidad. La actitud permanente de la esperanza cristiana invade nuestra experiencia religiosa, la envuelve, la inunda y alcanza una nueva dimensión. Nos pone en talante gozoso de vigilancia, espera y acogida.
En el Adviento, por ser un tiempo litúrgico fuerte, la comunidad cristiana está más predispuesta a prepararse y colaborar. Podemos aprovechar esta disposición para aprender cantos nuevos y romper la rutina musical habitual. El Adviento tiene diferentes aspectos teológicos que tenemos que tener en cuenta a la hora de elegir y preparar los cantos para la celebración.

Hay que dar un relieve especial en Adviento a los cantos del Ordinario que tiene resonancias y armónicos de expectación: «Bendito el que viene en nombre del Señor» (Santo); «Ven, Señor, Jesús» (Aclamación al Memorial); «Venga a nosotros tu reino» (Padre Nuestro).
La Iglesia en su pedagogía maternal condensa la espera larga de la humanidad en el más breve de los tiempos litúrgicos, el Adviento, cuyas cuatro semanas pasan a prisa y vuelan en un ritmo crecientemente acelerado.
La música en el tiempo de Adviento es una música alegre, propia del que tiene esperanza, pero es una alegría sobria, retenida, no plena, de manera que no se anticipe la alegría del tiempo de Navidad.
El canto de “La corona de Adviento” se va popularizando cada vez mas y convirtiéndose en uno de los signos expresivos de este tiempo de espera y de esperanza. Cada Domingo se canta con su estrofa mientras se van encendiendo las velas correspondientes. Así, la luz va creciendo a medida que se va acercando la Navidad.
El Adviento es un tiempo mariano por excelencia. En María se concentra y culmina la expectación del mundo. Ella es nuestro mejor modelo: oración, entrega, vigilancia, espera, amor inefable. Nos lleva de la mano al encuentro del Salvador. Con Ella la Iglesia ora suplicante: «Ven a nuestro mundo; ven, Señor, no tardes».
María es la puerta del cielo y la estrella del Adviento. La Iglesia, desde hace mil años, canta la antífona mariana Alma, Redemptoris Mater, común al tiempo de Adviento y Navidad. Es una de las más conmovedoras plegarias a la Virgen; Ella viene a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse:
«Madre del Redentor, virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen. Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores»
Diciembre, con el Adviento y la Navidad, es para los cristianos un auténtico «mes de María».
Antonio Alcalde

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