07 octubre 2014

Comentario al Evangelio de hoy, 7 octubre

Fernando Torres Pérez, cmf

      Este relato evangélico se ha usado casi siempre para hablar de la importancia de la oración. Siempre a partir de establecer esa dicotomía entre acción y oración. ¡Cómo se alguien se pudiese entregar a la acción continua al servicio de los demás sin un buen fundamento de fe! Quizá haya que empezar diciendo que esa dicotomía acción-oración es un poco falsa. La vida cristiana es una y no implica que unas horas nos dediquemos a una cosa y otra a otra. No hay más que una motivación para el cristiano: el reino y los hermanos. Y a eso nos entregamos en alma, vida y corazón. 

      Por eso, hoy voy a hacer una lectura un poco diferente de este relato y de las diversas posiciones adoptadas por Marta y María. Y quizá aplicarlo a algo que nos puede pasar en el mundo actual y quizá a veces en nuestras organizaciones (parroquias, cáritas, ONGs). En este relato vemos cómo las dos hermanas acogen a Jesús en su casa. Una se preocupa de preparar lo material: la comida, el cuarto, la cama para que duerma el invitado. Todo lo que necesite para sentirse bien. La otra simplemente se sienta a sus pies y le escucha. Y de esto dice Jesús que es “la mejor parte.”
      Así vista la historia me hace pensar que a veces nuestras organizaciones son perfectas en su funcionamiento. A los necesitados les llegan las mantas, los alimentos, las medicinas. Les enviamos todo lo que necesitan. Cáritas es en muchos países una organización de prestigio. Está muy bien organizada. Hace bien su trabajo. Incluye también muchas veces un servicio de estudios prestigioso que estudias las causas de la pobreza y la marginación social y su evolución a lo largo del tiempo. 
      Pero no hay que olvidar que lo nuestro no es una oficina dispensadora de servicios. Lo nuestro es un servicio a los hermanos. Y lo que más necesitan es precisamente ser escuchados en sus cuitas no ser recibidos por un oficinista que les da sí todo lo necesario pero con la frialdad de la burocracia. Lo que necesitamos todos es que nos miren, que nos escuchen, que nos regalen tiempo y cariño. Lo de Marta es importante, por supuesto. Pero sin lo de María se queda en nada. El hermano al que servimos es un hermano no un objeto. Conviene no olvidarlo. Es, como han dicho tantos santos, Cristo mismo.  

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