11 agosto 2014

Comentario al Evangelio de hoy, 11 de agosto

Queridos amigos:
El libro de las profecías de Ezequiel comienza con escenas sorprendentes de vocación y misión. Ezequiel, desterrado con su pueblo fuera de las tierras de Israel,  contempla la Gloria del Señor e intenta describir esa experiencia tan extraordinaria con unas imágenes deslumbrantes.
Sabemos que «Dios está en todas partes». Sin embargo, en la época del profeta Ezequiel cada localidad, reino o nación era el espacio de una divinidad. Así Babilonia era el espacio exclusivo del gran Marduk, ¿cómo era posible entonces que el Señor después de haber sido derrotado en su propia ciudad, Jerusalén, se hiciera presente en el territorio del dios vencedor?
La aparición de la Gloria del Señor fuera de los límites de Israel y en tierra pagana era algo inadmisible. Ezequiel nos enseña que su presencia no está limitada a un espacio, por más sagrado que éste sea; que allí donde hay alguien necesitado de su presencia, allí está Él; Jesús lo dirá sin tener que recurrir a ninguna imagen extraordinaria: «donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy allí, en medio de ellos».             
El  texto del evangelio de Mateo nos presenta un NUEVO anuncio de la pasión. Jesús no quería que nadie supiera de su presencia porque deseaba estar a solas con sus discípulos para anunciarles, por segunda vez, su pasión, muerte y resurrección. Los discípulos con su visión triunfalista no entienden que el Mesías deba pasar por la cruz.
El relato sobre el impuesto que hay que pagar al Templo muestra claramente que Jesús no estaba obligado a PAGARLO. Esta obligación correspondía a los súbditos, no a los hijos del rey. El Señor del Templo era Dios. Jesús es su Hijo. Los que creen en Jesús participan de esta filiación. Su libertad –la de Jesús y la de sus discípulos– nace de su condición de hijos. Pero, junto a esta libertad, Jesús quiere expresar también una actitud de respeto frente a la posible obligación legal y frente al Templo, en cuanto que es la casa de Dios. Por eso Jesús paga los impuestos para no escandalizar ni entrar en conflicto con las autoridades judías.

Carlos Latorre
Misionero Claretiano

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