08 marzo 2014

Homilías para el 2º Domingo de Cuaresma, 16 marzo




POR LA PASIÓN ES EL CAMINO DE LA RESURRECCIÓN
1. Todo el mensaje de esta fiesta está bien expresado en las frases del prefacio que leemos en este segundo domingo de cuaresma: “Cristo, Señor nuestro, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria para testimoniar, de acuerdo con la Ley y los Profetas, que la pasión es el camino de la Resurrección”. Si lo leemos con calma, nos daremos cuenta de la riqueza del contenido que encierra este texto.
Primero, quiere situar el acontecimiento en su contexto de tiempo y lugar: “Después de anunciar su muerte a los discípulos”. Recordemos un poco: Cristo les había dicho a sus discípulos que se ponían en camino hacia Jerusalén, donde el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho, ser muerto y al tercer día resucitar. Pedro se había atrevido a amonestar seriamente al Maestro por estas palabras. Ellos, los discípulos, lo de la resurrección no lo entendían y lo de ser discípulos de un Maestro que iba a terminar vencido y ajusticiado en la cruz no podían admitirlo. En este estado de postración y desánimo de los discípulos, Cristo necesitaba hacer algo urgente para levantarles la moral. Por eso, sigue diciendo el texto que comentamos, que “les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria”. De hecho, el ánimo de Pedro subió hasta el cielo: “Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Ellos, por lo que se ve, no necesitaban ni tienda, ni saco de dormir; con seguir viendo “el esplendor de su gloria” se conformaban. Las palabras “de acuerdo con la ley y los profetas” están puestas ahí para explicar lo que también vieron los tres discípulos: “a Moisés (la Ley) y a Elías (los Profetas) hablando con Él”. La Ley y los Profetas ya habían anunciado a un Mesías sufriente, aunque la mayor parte de los judíos no lo hubieran entendido así. Y termina el párrafo con la frase que hemos puesto en la cabecera de este comentario: el propósito de la transfiguración era mostrar a sus discípulos que “la pasión es el camino de la resurrección”. Algo que los discípulos, por sí mismos, nunca hubieran entendido.
2. Abrahán marchó, como le había dicho el Señor. Sabemos que el camino que tuvo que recorrer Abrahán, a través del desierto, no fue precisamente un camino de rosas. La promesa que Dios le hacía sí era una promesa grande y tentadora: “te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición… Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo”. Pero no fue fácil para Abrahán, como sabemos, creer en la promesa. Lo hizo porque, a pesar de todas las dificultades, se fió de Dios. Fue su fe, su fidelidad a Dios, lo que hizo a Abrahán padre de todos los creyentes. El patriarca Abrahán es una figura signo, es el nómada de Dios. También para nosotros, hoy día, la figura del patriarca Abrahán sigue siendo una figura que puede iluminar y alentar nuestro camino de fe en las promesas de Dios. Tampoco nuestro camino de fe es, en este siglo veintiuno, un camino de rosas. San Pablo nos dice “que Él nos llamó a una vida santa”, dándonos su gracia, por medio de Jesucristo. Hoy día se necesita mucha gracia de Dios para creer en Dios y fiarse de Dios, como lo hizo el patriarca Abrahán. También nosotros necesitamos algún Tabor, para no desanimarnos en nuestra escalada cuaresmal hacia la Pascua de Resurrección. Miremos y escuchemos, durante esta cuaresma, al Hijo amado, al predilecto, para que Él nos dé fuerza y sea nuestra luz en la escalada cuaresmal.

Gabriel González del Estal


SUBIR AL ENCUENTRO CON DIOS Y BAJAR AL ENCUENTRO CON EL HERMANO
1.- Emprender un camino interior. El domingo pasado considerábamos un aspecto importante de la existencia humana: la tentación y el peligro de autodestrucción que ocasiona el pecado. La liturgia de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta la otra cara de la vida: también Dios nos tienta y trata de seducirnos para que vivamos total y plenamente. La historia de la salvación comenzó con la fe de un hombre, Abrahán. A través de su obediencia todos hemos sido bendecidos. Era la voz de Dios la que le ordenaba salir. Era la voz de Dios la que le invitaba a la alianza. Era la voz de Dios la que le hacía nuevas promesas: una tierra y una gran descendencia. Abrahán se puso en camino. Era un viaje espiritual, una nueva orientación de su vida, un cambio interior. Abrahán dejó sus dioses, sus ídolos y empezó la hermosa aventura del encuentro de Dios. Lo encontró, creyó, y obedeció. Su confianza en Dios y su disponibilidad para hacer la voluntad de Dios es un ejemplo para todos nosotros. Lo material y las nuevas obsesiones nos han quitado el deseo y la libertad para este viaje interior, espiritual, que es la búsqueda de Dios. Abrahán no pidió seguridades ni garantías. El Señor era su seguridad y su garantía, su guía y su paz. Igual que él dejó “sus ídolos”, también nosotros podemos abandonar “nuestros ídolos” y emprender el camino de renovación interior.
2.- Orar es escuchar a Dios. Puede que cada uno tengamos una imagen distinta de Dios; quizá ese rostro de Dios nos hable de temor, de amenaza o de castigos. Hoy la palabra de Dios nos urge para que descubramos el verdadero rostro divino: rostro de vida y solamente de vida. Subir a la montaña es el proceso simbólico de acercamiento a Dios. En la montada surgen las Teofanías. Y subir es costoso, hace falta ascesis, dejar el peso que nos estorba. El que ora descubre quién es de verdad Dios. El ámbito de la divinidad –lo blanco, la luz– inunda al hombre. Descubre cómo culmina la ley y los profetas en Jesús. El gozo del Espíritu trastorna a Pedro. El momento crucial de la oración está en escuchar a Dios. Él ya sabe qué nos apremia. No intentemos marearle con nuestras voces. Más bien oramos para escucharle, para afinar nuestro oído. Elías lo oyó en la brisa que apenas movía las hojas. En la oración vamos percibiendo la voluntad de Dios, crecemos en ganas de construir el Reino, logramos dar paso a los gritos de los pobres, como Moisés. Ellos dos, Moisés y Elías, están presentes en la transfiguración porque supieron escuchar la voz de Dios. Representan la ley los profetas, es decir la palabra de Dios anunciada al pueblo.
3.- Bajar a la vida. ¡Qué hermoso! A uno le gustaría estar siempre así. La tentación de evadirse del mundo acecha. Menos mal que Jesús se acercó, y tocándolos les dijo: Levantaos, no temáis. Las palabras de ánimo en el coloquio final son necesarias en toda nuestra vida. Ten confianza, no temas. Pero, ¿dónde, en qué país de la tierra se encuentra hoy este monte bendito? No es ya un lugar geográfico. Es un lugar humano. Donde quiera se reúne la comunidad creyente, hay un Tabor. Hay también otra clase de montes santos. Son los miembros dolientes de la humanidad, los pobres y pequeños, en quienes Cristo te espera para transformarte y para transfigurarlos. Y son los grupos humanos que luchan por la paz y la justicia. Si el movimiento primero fue subir, el que cierra el tiempo de oración es bajar del monte. Bajar a la vida a encontrarnos con el parado, con el enfermo, el necesitado, el compañero que sufre de soledad o que, sin más, quiere pasar un rato charlando con alguien.

José María Martín OSA

LA FE… NO ES MERENGUE
El domingo pasado, si recordáis, hablábamos de que la CUARESMA interviene para removernos por dentro (convertirnos) con el objetivo de que lleguemos a la Pascua del Señor con las cosas, más o menos claras, de lo que conlleva la vida de un cristiano.
Uno, cuando lee y escucha atentamente el relato de la transfiguración del Señor, no puede menos que correr el riesgo de situarse al lado de Pedro: la fe merengue y dulce. ¿Morir tú, Señor? ¿Resucitar? ¿De qué nos hablas? ¿Qué dices?
El Señor les llamó (como con nosotros lo hizo en el día del Bautismo )pero no les había advertido de la crudeza y riesgos de ser sus amigos. De que les habrían de señalar por seguir su causa o que, incluso, serían tomados por locos al pretender instaurar un reino de Dios con unos esquemas tan sencillos y tan radicales a la vez como los que les proponía el nazareno.
Pero también es verdad que, los creyentes, necesitamos de estos revulsivos del monte Tabor para seguir adelante. Aquello de “Señor; qué bien se está aquí” lo vivimos de muchas maneras y en muchos momentos cuando (a solas o en comunidad) nos hacemos los encontradizos y cercanos a Jesús.
Ciertamente, y sobre todo en estos tiempos donde a veces se mira a la iglesia con recelo (al igual que le ocurrió a Jesús en su tiempo), y donde cuesta asumir un estilo de vida marcado por el compás del evangelio BUSCAMOS una experiencia de Dios que nos ayude y fortalezca en la fe para seguir adelante. Lo malo no son las dificultades, las zancadillas o aguijonazos que sentimos constantemente para caminar como creyentes ni, tan siquiera, la indiferencia con la que otras veces topamos para llevar la Buena Noticia a nuestros ambientes. Lo negativo y, lo más peligroso, esestacionarnos en “lo nuestro y con los nuestros”. En subirnos a la azotea de la comodidad, quedarnos en la altura y resistirnos a bajar al llano que es donde está la cruz y el yunque donde se acrisola nuestra fe.
La CUARESMA, por ello mismo nos invita a contemplar ese Jesús iluminado por Dios para que, cuando lleguen las espinas, comprendamos que la acidez es algo que camina en paralelo a la dulzura aparente del mensaje cristiano.
¡No tengamos miedo! Si el Señor lo dice, nosotros intentaremos romper silencios y vacíos, prejuicios y temores sabiendque, toda resurrección,implica un poco de pasión con sabor agridulce.
Que la Eucaristía, que celebramos en este segundo domingo de Cuaresma, sea un estar y sentirnos en el Monte Tabor y escuchar como aquella vez: “Este es mi Hijo, mi amado, escuchadle”

Javier Leoz

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