20 marzo 2014

Comentario al Evangelio de hoy, 20 marzo

Queridos amigos y amigas:
¿Qué preferís ser: cardos o árboles? Según Jeremías, uno es un cardo, no cuando se muestra antipático, sino cuando pone su confianza en las fuerzas humanas. Es un cardo porque está condenado a vivir en el desierto. Por el contrario, uno es árbol cundo confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Porque eso es como plantar un árbol junto a un arroyo de agua: En año de sequía no se inquieta ni deja de dar fruto.

A veces pienso que la nuestra es, en buena medida, una “cultura-cardo”. Produce cosas maravillosas, pero es muy autosuficiente, busca en la carne su fuerza. Por eso, no verá llegar el bien. Vivirá en una permanente contradicción: logros en el campo técnico y fracasos en el campo humano. El comienzo del siglo XXI ha sido revelador. Hoy no estamos mucho mejor que hace cuarenta años. Quizá seguimos soñando con que aparecerá un remedio maravilloso a nuestros males, olvidando que si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto. La parábola del pobre Lázaro y del rico Epulón que Jesús cuenta con imaginación oriental, es una clave para entender nuestro momento presente. Podemos leerla desde muchas perspectivas. En las últimas décadas, Epulón representa a los países ricos del Norte y Lázaro a los países ricos del Sur. Sé que esta aplicación se presta a mil manipulaciones, pero descubro en ella algo que me parece muy real. Cada vez que nos preguntamos cómo superar las contradicciones de nuestra cultura “epulónica” (consumista, satisfecha), olvidamos que existen millones de Lázaros con quienes compartir la suerte. Y que esos millones de Lázaros son hoy los profetas que Dios nos manda para abrirnos los ojos. ¿Hace falta algún signo más poderoso que éste?
¿Por qué se originan los conflictos en nuestro mundo? ¡Porque hemos construido una humanidad en la que los más fuertes se aprovechan de los más débiles, en la que no nos hemos tomado en serio nuestra condición de hijos de Dios y de hermanos! No hay nada más “realista” que esto. Todo lo demás, aunque invoque razones pragmáticas, acaba colocándonos ante las cuerdas de la guerra, del hambre, de la violencia. Si el hombre no es un “hermano” para el hombre, acaba siendo un “lobo”. Hobbes tenía bastante razón.
Vuestro hermano en la fe:
Fernando González

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