09 febrero 2014

Un mundo nuevo; proyecto común

En una conversación entre personas creyentes, y que participan activamente en sus respectivas parroquias, una de ellas comentó: “Me parte el alma ver a gente escarbando en los contenedores de basura”. Y otra persona dijo: “Pues me da vergüenza decirlo, pero he de reconocer que me he acostumbrado a verlos, y la verdad es que ya ni me fijo”.
Es un síntoma de algo que el Papa Francisco ha señalado en varias ocasiones: “La globalización de la indiferencia”, que nos afecta incluso a quienes somos y formamos la Iglesia: Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro.Este fin de semana Manos Unidas realiza su Campaña anual, la número 55, desde que las Mujeres de Acción Católica, por medio de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), “declarasen la guerra al hambre”.
El lema de este año es “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”, que nos sitúa en el camino de la fraternidad universal, como condición necesaria para un desarrollo en plenitud. Como señala la Campaña: No podemos avanzar hacia un desarrollo integral solidario de la humanidad si continuamos pensando que el progreso es sólo una cuestión de mejorar procesos económicos, políticos o sociales. Necesitamos un compromiso solidario mundial basado en la verdad de la naturaleza humana, que nos reclama el reconocimiento de los otros como verdaderos hermanos.
De este modo, Manos Unidas trabaja contra esa “globalización de la indiferencia”, porque el reconocimiento de la fraternidad fundamental del género humano nos permite salir al encuentro de los que tenemos cerca y de los que están lejos, nos invita a cuidar los unos de los otros.
Pero esta civilización no es posible sólo por el mero autoconvencimiento. La vida de la Iglesia nos descubre que reconocer al otro como hermano exige un cambio del propio corazón, un cambio en el que tenemos que trabajar cada uno, si no queremos vernos afectados por la indiferencia.
Por eso hoy tienen que resonar con fuerza las palabras que hemos escuchado en la 1ª lectura: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo. Pero quizá también “nos hemos acostumbrado” a la Campaña de Manos Unidas, y al llegar estos días, prestamos algo de atención, entregamos una cantidad de dinero, y luego seguimos con nuestras cosas.
Para evitarlo, la 1ª lectura también decía: no te cierres a tu propia carne. No debemos olvidar que los que pasan hambre, los que no tienen las mínimas condiciones para vivir una vida humana digna, son “nuestra propia carne”, y no podemos acostumbrarnos a su sufrimiento ni ser indiferentes.
Por eso desde Manos Unidas, la Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países del Sur, apostamos por algo que en la política, la economía, la vida social y cultural parece que no cuenta: la lógica del don, el amor que mira a la persona concreta y le da la posibilidad de vivir una existencia plena.
Tenemos un reto grande por delante, pero no es imposible. En el Evangelio de hoy Jesús nos ha dicho: Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo. Ya “somos” lo que debemos ser, ya tenemos lo necesario para que el Reino de Dios avance. De ahí que en la medida en que nuestra vida se vaya pareciendo más a lo que queremos para todos los demás, iremos dando pasos hacia esa fraternidad universal que nos permitiría vivir mejor.Para Manos Unidas, la caridad que ilumina y nutre la fraternidad y la solidaridad nace del encuentro con Cristo, y tiene como resultado un compromiso concreto. ¿Qué compromiso concreto podemos asumir para no caer en la globalización de la indiferencia? Además de colaborar con Manos Unidas, en el nivel personal, podemos humanizar las relaciones. Desterrando la “lógica del interés” y cultivando la “lógica del don” frente a la rutina y la insensibilidad ante el sufrimiento de los demás. Apoyando el consumo austero y solidario, y frenando la cultura del consumo compulsivo y superfluo. Transformando la excusa “no puedo cambiar el mundo…” en la decisión “puedo hacer lo que está en mi mano”, en la familia, en la escuela, en el barrio, en la empresa, en la parroquia.
Desde Manos Unidas se nos convoca a todos a trabajar fraternalmente por “UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN”, porque acabar con el hambre es responsabilidad de todos, y solo será posible si todos trabajamos como auténticos hermanos.

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