26 julio 2011

Laicos, mujeres y el futuro de la Iglesia

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Publicado por Antena Misionera

Escuchaba hace unos días a un profesor de la facultad de Teología de Granada que afirmaba que el futuro de la Iglesia se juega en el papel y el espacio que sepa dar a los laicos y especialmente a las mujeres dentro de las comunidades eclesiales.
Enseguida me sentí identificado con su afirmación. De hecho en la mayoría de las comunidades cristianas donde estamos presentes los misioneros son los laicos y las mujeres quienes llevan adelante la vida práctica de la comunidad. Eso no quita que los “curas” (varones y célibes) sigamos siendo quienes tienen la última instancia de poder y decisión. Pero la realidad nos obliga a compartir parte de ese “poder” con quienes están dispuestos a colaborar. Nuestras iniciativas estarían en gran parte destinadas al fracaso si no tenemos en cuenta la opinión de los laicos, varones y mujeres.
Los consejos parroquiales en los países de misión, donde la mayoría de los miembros suelen ser mujeres, tienen una importancia fundamental a la hora de determinar la vida y las actividades de la comunidad.
Nuestra Iglesia, con la que nos sentimos en comunión, ha ido perdiendo credibilidad de forma acelerada en nuestra sociedad. Desde los ámbitos oficiales se está propiciando “una nueva evangelización” para recuperar a aquellos que se han alejado de la Iglesia. Es algo necesario. Pero si nos quedamos sólo en ello sería como cargar toda la culpa sobre quienes han dejado de participar en la comunidad eclesial.
Es honesto reconocer una práctica bastante perjudicial en la Iglesia: sistemáticamente hemos marginado de todo órgano de decisión a la mayoría de los cristianos (laicos y mujeres) mientras que han seguido colaborando en la catequesis, la liturgia, la acción misionera… con un papel no-protagónico que no responde a su compromiso real.
Es un viejo defecto de los presbíteros: pensar que si nosotros no dirigimos todo, las cosas no saldrán bien. Como mucho delegábamos alguna responsabilidad en religiosas de nuestra confianza. En el fondo hay una falta de fe en los laicos y especialmente en las mujeres, aunque los “usemos” como mano de obra ante la imposibilidad de llegar a todos los lugares y personas. Nos conviene recordar que Jesús era laico: no pertenecía a la clase sacerdotal. Quienes lo acompañaban y a quienes envía a evangelizar son laicos y entre ellos había un buen número de mujeres.
Necesitamos una conversión eclesial, que en el fondo es volver a nuestros orígenes. Volver al estilo de la comunidad de Jesús. Recordando que a quienes formaban parte de ella Jesús les decía: “el que quiera ser el primero que sea el servidor de todos”.
Nadie es más que nadie en la comunidad cristiana, tenemos diferentes funciones, eso sí, todas importantes y necesarias para construir la comunidad. Si no fuera así, en nada nos diferenciaríamos de muchos grupos humanos basados sobre el afán de poder. A la hora de pensar en el futuro de la Iglesia es fundamental que volvamos a la experiencia fundante: la comunidad de Jesús, en la cual, si no interpretamos mal el legado de la Escritura, las mujeres trabajan por la causa del evangelio a la par que los hombres.
Si no somos fieles a los orígenes estaríamos traicionando la propuesta de Jesús al crear una comunidad que vaya anunciando y haciendo visible la presencia del Reino de Dios. Por eso en el papel que seamos capaces de dar a los laicos y a las mujeres nos jugamos, nos estamos jugando, no sólo nuestro futuro, sino también el seguir siendo la Iglesia de Jesús.

Bernardo Baldeón

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