13 noviembre 2015

Domingo 15 noviembre: La Misa del domingo

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Domingo 33º del Tiempo Ordinario – Ciclo B
15 de noviembre de 2015
La Palabra de Dios
Primera lectura (Daniel 12,1-3): Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad
Salmo 15: R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
Segunda lectura (Hebreos 10,11-14.18): Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio y está sentado a la derecha de Dios.
Evangelio (Marcos 13,24-32): El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.
Ecos desde los jóvenes y comunidades
• ¡Cómo desear “el más allá” cuando lo tenemos todo en el “más acá”!• Nuestras vidas son conducidas hacia el Padre: Jesús es el camino hacia El.
• La belleza del paraíso que esperamos es suficiente para dar sentido a los sufrimientos del tiempo presente.
Ensayo de homilía
Estamos viviendo el final del año litúrgico, y las lecturas tienen esa atmósfera de “parusía”, de final de los tiempos, que en definitiva será la recapitulación de todas las cosas en Cristo.
Nos viene bien de vez en cuando pensar en la “vida Eterna”, no vaya a ser que entendamos que la vida es únicamente esto que vivimos aquí en la tierra. “Creo en la vida eterna”, decimos cuando recitamos el Credo. Creer en la vida eterna es creer en la vida resucitada de Jesús; es creer en que el Padre tiene un lugar preparado para todos sus hijos, y es creer en la felicidad eterna en su compañía. ¡No se ensancha nuestro corazón solo con imaginarlo!
Nuestra cultura es una cultura de “tejas abajo”. Hemos dejado de pensar en el cielo quizá porque nos parece una cantinela anticuada y poco demostrable. Casi nos vamos contagiando de que lo útil es manejarnos en la vida, aprendiendo cosas útiles. A nuestros niños y jóvenes casi no les hablamos de Dios ni de su amor, ni les enseñamos a orar…porque es poco útil. Y así nos encontramos con que nuestro corazón cada está más frío y solo, como abandonado a su suerte. Nos falta un gran amor que dé sentido a nuestra vida y nos haga vivir con una confianza radical. Un amor que nos diga: tú para mí eres único y jamás te olvidaré; eres eterno y siempre vivirás en mi compañía.
Nuestra fe nos habla de que Dios-Padre lleno de misericordia, resucitó a Jesús, como primogénito de entre todos. Esa misma fe nos dice que también nosotros resucitaremos a una vida gloriosa, como Jesús. La carta a los Hebreos nos ha dicho que “donde hay perdón no hay ofensa”, y que Jesús ha realizado de una vez para siempre un sacrificio que nos salva de raíz. Este es el compromiso de Dios para con nosotros: salvarnos. El nos lleva siempre tatuados en su piel y por nada del mundo dejará que nos perdamos. Ciertamente, este mensaje de esperanza requiere de nuestra respuesta. Por esto la pregunta es: ¿tú quieres que Dios te salve? ¿aceptas que su Gracia te acompañe cada día? Si la respuesta es afirmativa, solo tienes el compromiso de vivir de cara al Amor de Dios, que se traduce en amor y misericordia al ser humano.
Este año vamos a celebrar el “Año de la misericordia”. El papa Francisco quiere que retornemos al corazón de Dios y que vivamos llevando ternura allí donde haga más falta. Muchas veces nos hemos entretenido en subrayar la justicia de Dios, en que dará a cada uno según sus merecimientos, y cosas así. Dios no da según nuestros merecimientos: da desbordantemente y aun sin merecerlo. La gracia de Dios va por delante de nosotros, y cuando la percibimos, nuestro corazón se conmueve. Sin duda, a partir del próximo 8 de diciembre será un tiempo bonito para hacer las paces con Dios y con los hermanos, rehaciendo relaciones quizá quebradas o perdidas. Será un buen año para recordar y practicar las obras de misericordia, pues solo ellas hacen que nos parezcamos un poco más a Dios y que olamos ya aquí a Vida eterna.
No sabemos el día ni la hora, pero dichoso a quien el Señor al llegar lo encuentre curando y haciendo el bien a los demás. Le dirá: siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.
José Luis Villota, sdb

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