A la paz de Dios:
Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza.
El género humano se halla en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes convive. Tan es así esto, que se puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural, que redunda también en la vida religiosa. Como ocurre en toda crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Así mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio.
Afectados por tan compleja situación, muchos de nuestros contemporáneos difícilmente llegan a conocer los valores permanentes y a compaginarlos con exactitud al mismo tiempo con los nuevos descubrimientos. La inquietud los atormenta, y se preguntan, entre angustias y esperanzas, sobre la actual evolución del mundo. El curso de la historia presente en un desafío al hombre que le obliga a responder.
Como el evangelio de hoy habla de “signos de los tiempos” no me resigno a volver sobre el número 4 de la Gaudium et Spes. Cincuenta años han pasado y la reflexión mantiene viva su frescura. Dios nos sigue hablando en los acontecimientos de cada día, en los grandes y en los pequeños. En las noticias de la televisión y en las historias, que no son noticia, que están en nuestras calles, a la vuelta de cualquier esquina.
Añado algunos signos más a los ya citados, los temo de las lecturas de hoy. El signo del acuerdo frente a la confrontación (evangelio) y el signo de conocernos a nosotros mismos (primera lectura): por qué nos pasa lo que nos pasa: porqué hacemos lo que no queremos y no hacemos lo que queremos.
Vuestro hermano y amigo
Óscar Romano, cmf.
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