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11 febrero 2016

Domingo I de Cuaresma: Homilía

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A la escena del Bautismo en la que Dios Padre dice de Jesús: «Tú eres mi Hijo amado», le sigue la de las tentaciones. Ser el Hijo amado del Padre no supondrá para Jesús la ventaja de verse libre de las tentaciones. La diferencia entre Él y nosotros no está en ser o no tentados. Está en que Él no sigue las insinuaciones de la tentación (del diablo) y nosotros a veces sí. Jesús hermano, Jesús tan cercano y semejante a nosotros, ¿qué podemos aprender de ti?
1. “Si eres Hijo de Dios… que estas piedras se conviertan en pan”. Las tentaciones que padece Jesús van dirigidas al corazón de su ser más profundo y de su misión. No son tentaciones de tres al cuarto. Esta primera le sugiere, por ejemplo: ¿No eres tú en Hijo amado de Dios? –Sí lo soy. -¿Y no estás muerto de hambre después de tanto tiempo sin comer? – Sí lo estoy. –Pues bien sencillo. Apro- vecha tu condición de Hijo para que la vida no te haga sufrir…
Jesús no entra en la dinámica que le propone el diablo. Ha entendido bien que ser Hijo no es ventaja que le libre de la dureza de vivir, de pasar hambre y sed, de no tener dónde reclinar la cabeza… Jesús quiere vivir de “toda palabra que sale de la boca de Dios”. Cuando hay pan, el pan palabra (don) de Dios. Cuando no lo hay, también hay palabra. Una palabra que le invita a Jesús a una solidaridad total con la humanidad, también en sus carencias. Así, y sólo así, abajándose y padeciendo el no-tener, se convierte en hermano universal de todos los pobres de este mundo a los que ha venido a salvar.

2. “Si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo…”. La tentación se hace ahora misionera. Frente a lo difícil del anuncio de Jesús y la lentitud del avance del Reino, el diablo le propone a Jesús un acto grandioso. Aprovechando que en aquel tiempo se creía que el Mesías aparecería en lo alto del templo, le sugiere de nuevo: -¿No eres tú el Hijo de Dios? –Sí lo soy. -¿No va a resultar terriblemente difícil tu misión? –Sí, eso creo. –Aprovéchate entonces de que eres Hijo: tírate desde esta altura delante de la multitud; no te pasará nada porque los ángeles cuidarán de ti; y el gentío, a la vista del prodigio, se convertirá a ti.
Nuevamente Jesús rechaza la propuesta. En Dios se confía, pero a Dios no se le tienta, no se le pone a prueba. Jesús dirige el anuncio del Reino a la libertad humana, no a una admiración de circo. Es una propuesta dirigida al corazón humano y que confía en ganar seguidores por su propia Belleza, Verdad y Bondad, no por otras vías espectaculares.
3. “Te daré el poder y la gloria si te arrodillas ante mí…”. La tentación del poder como medio de salvación, de evangelización. Jesús ha elegido como medio de dar a conocer a Dios y su Reino (eso está ya en el Bautismo) la vía de la cercanía a la gente, de la pobreza, de ponerse a la cola de la humanidad, no la de la riqueza y el poder. La tentación le sugiere: -¿Acaso crees que por ese camino vas a lograr lo que buscas, lo que tu Padre te ha encomendado? Utiliza la riqueza y el poder; con ellos será mucho más e caz en tu misión…
Por tercera vez Jesús rechaza la propuesta del diablo. –Sólo Dios es Dios, no la riqueza ni el poder. Sólo el amor entregado salva. Y si ese amor toma alguna vez forma de poder, no es él quien salva sino el amor que lo utiliza y no se deja contaminar por él.
El texto termina diciendo: “El diablo lo dejó hasta otra ocasión”. Es decir, la vida entera de Jesús estuvo expuesta a la tentación, igual que la nuestra. ¿Jesús hermano, Jesús tan cercano…!
En la oración del comienzo hemos pedido la gracia de “avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivir en su plenitud”. La Cuaresma de este año no es repetición de la del año pasado. Es para “avanzar” en el conocimiento de Cristo: de su vida, muerte y resurrección por nosotros. Que la Palabra escuchada y la Eucaristía aviven nuestro camino hacia Cristo.
José Antonio García, S.J.

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