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12 noviembre 2015

Jueves XXXII de Tiempo Ordinario

Lucas 17, 20-25
San Josafat, obispo y mártir
El reino de Dios ya está entre ustedes. (Lucas 17, 21)
“Un momento —le dice un fariseo al otro— ¿dice que el Reino de Dios está ya aquí? ¿Y los romanos? ¡Esto no se parece al Reino para nada!” 
Para muchos, las palabras de Jesús deben haber parecido totalmente absurdas. Pero contemplando todo lo que Jesús enseñó, vemos que el Reino de Dios no es en realidad un lugar ni un régimen de gobierno; es una nueva manera de relacionarnos con Dios y con los demás, que nos trae sanación y libertad.
Durante todo su apostolado, cada vez que el Señor hablaba del Reino de Dios, lo hacía cuando bendecía, perdonaba, curaba y atendía a las personas. Incluso su propia vida fue una demostración del Reino: jamás guardaba rencor, no se ufanaba ni se distanciaba ni siquiera de los más rechazados y marginados de la sociedad. De hecho, se desviaba de su camino para acoger a cada uno y demostrarles la misericordia de Dios. Incluso contando innumerables parábolas enseñó cuál era el mejor modo de tratarnos los unos a los otros, dando prioridad al perdón en lugar de la venganza, queriendo servir en lugar de ser servido, y practicar el amor de sacrificio antes que la arrogancia egoísta.

Piense en cómo se relaciona usted con los demás. Cada vez que abraza a su hijo, llama a un amigo, ayuda en su parroquia, lava los platos (con o sin quejarse), el Reino de Dios se manifiesta allí. Siempre que usted reza, también está allí. El Reino está presente cada vez que usted decide ser bondadoso con quienes tiene a su lado, aun cuando ellos no lo sean.
¿No le parece esto alentador? El Reino de Dios está en medio de usted. Piense hoy en como usted puede hacer presente el Reino de Dios en una amistad o relación. Busque un momento propicio para animar, perdonar o ser instrumento de la presencia de Dios para alguien. Lo importante es que sea una acción que estimule y anime al otro. Recuerde que usted es ciudadano de este Reino, un embajador de Cristo, y por eso puede traer la presencia del Señor dondequiera que usted vaya. ¡Usted puede hacer una gran diferencia!
“Gracias, Señor, por hacerme ciudadano de tu Reino. Concédeme tu amor y tu fortaleza, Señor, para ser un instrumento de paz y bendición para los demás hoy día.”

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